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Caos con los jubilados en los bancos: un imperdonable error del Gobierno que fue un acto criminal

Lo que ocurrió con los adultos mayores que querían cobrar unos pocos pesos fue una total irresponsabilidad del Gobierno, en medio de la celebración de algunas buenas medidas.

¿Quién tiene la culpa de las filas en los bancos?




Las imágenes que se vieron en las primeras horas del día viernes fueron totalmente desgarradoras. Miles de jubilados esperando en plena intemperie, con frío, con hambre, con miedo, afuera de los bancos haciendo filas interminables para cobrar unos pocos pesos, en medio de la cuarentena que hasta estos días se había cumplido con cierto éxito. Se quebró el aislamiento en un período crucial.

Un error imperdonable del Gobierno, al que se lo venía aplaudiendo por la decisión de tomar medidas relativamente correctas para enfrentar una pandemia como la del coronavirus, una enfermedad que deja a los especialistas todavía más dudas que certezas.

Lo que hizo el Gobierno, que decidió reabrir los bancos luego de casi dos semanas sin actividad, rozó a un acto criminal. Si un individuo incumple la cuarentena por motivos injustificables, recibe la fuerte pena establecida y hasta el escarnio público. Las personas que no cumplieron con el aislamiento y contagiaron a otras personas, causando la muerte de algunas, serán seguramente castigadas. ¿Pero y el Estado qué? ¿Quién se hará cargo si los jubilados que por varias horas esperaron a ser atendidos en el banco se enferman o incluso se mueren luego de haber sido tirados a la calle en busca de unos pesos para sobrevivir?

Era una situación que se veía venir para todos, menos para los funcionarios encargados de ofrecer las herramientas de acceso a los jubilados. ¿No había una persona con sentido común y con poder de decisión para organizar otro esquema en los bancos para estos cobros, como se presentó oficialmente horas después de que el caos ya había comenzado?

En tiempos de crisis no se puede esperar a que las sucursales abran a las 10 de la mañana como en un día normal, cuando había gente esperando desde las 10 de la noche del día anterior. Tampoco parecía lógico que los bancos abran, en principio, un viernes y luego retomar actividad un lunes. Era esperable que las personas quieran cobrar sin esperar un día más.

Tomar la medida de atender según la terminación del DNI parece hoy necesaria y era lógica incluso antes de que pase lo que pasó. Aunque incluso así no está asegurado el éxito de este sistema.

Las imágenes no son nuevas. Los jubilados hacen horas de colas varios días del mes para poder cobrar sus ingresos. Pero la situación angustia aun más cuando afuera circula una enfermedad altamente contagiosa y mortal para estas poblaciones de riesgo como lo son los adultos mayores.

Lo que quedó evidenciado es que las autoridades todavía no tomaron decisión del desastre en el que se maneja habitualmente el sistema previsional, a lo que se suma la falta de educación y la falta de preparación financiera en todos los estratos de la sociedad, lo que hace que la mayoría de las personas necesitemos de efectivo para poder manejarnos en la vida cotidiana. La emergencia del coronavirus visibiliza todas las miserias que ya presentaba la economía argentina.

También queda claro que la culpa de este caos no es del que quiere ir a cobrar porque la plata no le alcanza. Los jubilados son las víctimas de un sistema que los empuja a la miseria. Los jubilados siempre están esperando, en la fila del banco o en sus casas ilusionados por que le den una buena noticia.

Ahora es imposible modificar una estructura económica débil. Queda seguir viendo la forma de cómo sobrellevar esta pandemia. Pero es imperdonable que el Gobierno esté tomando medidas a prueba y error con temas tan sensibles como estos, justo cuando se le pide insistentemente a los jubilados de que no abandonen sus casas, que no reciban visitas de sus familias y que eviten todo contacto con las personas. Exponer a esta población de riesgo de esta forma fue un gravísimo error que puede costar vidas.

Es necesario que varios funcionarios responsables de este desastre que pasó el viernes –y que ojalá no se repita en los días venideros- presenten la renuncia ante este papelón. Y también es necesario que el resto de la sociedad no tome este hecho como una flexibilización de la cuarentena. Fue un error y una excepción: hay que seguir en casa.

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