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Tribus sin contacto, los verdaderos “antisistema”

La mayoría de los habitantes de los pueblos aislados son sobrevivientes de crueles matanzas del pasado.

En un mundo corrompido por la corrupción, la política e internet, hay personas que decidieron aislarse de la destrucción del hombre y vivir aislados del sistema: las tribus sin contacto o pueblos aislados. 

Actualmente según la Fundación Nacional del Indio, hay más de 150 millones de indígenas que viven en sociedades tribales repartidos en más de 60 países de todo el mundo. No obstante, la mayoría de ellos no eligieron esta forma de vida adrede; por el contrario, fue el mismo ser humano quien los llevó a optar por una vida en la naturaleza, lejos del egoísmo y violencia de la sociedad.  

Muchas de las tribus que se definen como no contactados o pueblos aislados son en realidad sobrevivientes o descendientes de sobrevivientes de crueles atrocidades cometidas en el pasado. Masacres, epidemias y actos de violencia que han marcado la memoria colectiva de estas comunidades que hoy intentan, por todos los medios, evitar el contacto con el mundo externo a su comunidad.

Fiebre del caucho

Uno de los ejemplos son los grupos de la Amazonia occidental quienes son descendientes de los pocos que sobrevivieron la llamada “Fiebre del Caucho” a mediados del siglo XIX, con el descubrimiento de Charles Goodyear de que la cocción y el tratamiento del látex cosechado de los árboles de caucho lo transformaba en un producto con una enorme gama de usos posibles. Con la fabricación masiva del coche a motor iniciada por Henry Ford unas décadas más tarde y la invención de los neumáticos por John Dunlop en 1888, de repente la necesidad de caucho se convirtió en algo muy urgente.

Uno de los muchos oportunistas y buscadores de tesoros decidido a hacer fortuna en este desafiante nuevo mundo fue el comerciante peruano Julio César Arana. Arana adquirió enormes propiedades en una región llamada como su principal río, el Putumayo, y, como muchos otros hacían esclavizó a gran número de indígenas locales para recolectar el caucho podría hacer realidad sus visiones de gran riqueza (por supuesto, la esclavitud había sido abolida décadas antes en Estados Unidos y muchos otros países, pero continuaba descaradamente en la Amazonia).

Informe Figueiredo

Arana y su hermano Lizardo actuaron con rapidez y trajeron desde Barbados a Perú a un grupo que estaba bien acostumbrados a agitar el látigo sobre los trabajadores en las plantaciones de caña de azúcar británicas. Los Boras, los Uitotos, los Andokes y otros pueblos indígenas que vivían en la cuenca del Putumayo fueron rápidamente esclavizados, y aquellos que lograron escapar al lamentable trato pronto cayeron víctimas de olas de epidemias introducidas en los remotos ríos por los comerciantes y los buscadores de caucho.

En pocos años, miles de indígenas fueron asesinados o murieron a causa de los malos tratos o las enfermedades. El mundo exterior se mantuvo ignorante de los horrores que el imperio de los hermanos Arana estaba perpetrando hasta 1909, cuando un joven ingeniero estadounidense, Walter Hardenburg, que había viajado por la región el año anterior y había sido hecho prisionero por los hermanos Arana, escribió varios artículos para la revista Truth (“Verdad”).

El relato que Hardenburg hizo de los abusos que había presenciado es una lectura terrorífica incluso en la actualidad. “Los agentes de la Compañía fuerzan a los pacíficos indígenas del Putumayo a trabajar día y noche… sin la más mínima remuneración exceptuando los alimentos necesarios para mantenerlos con vida. Les roban sus cultivos, sus mujeres y sus hijos… Los azotan de forma inhumana hasta que se les ven los huesos… Dejan que se mueran, comidos por los gusanos, cuando sirven como comida para los perros… Cogen a sus hijos por los pies y estampan sus cabezas contra árboles y paredes hasta que sus cerebros salen volando… Disparan a hombres, mujeres y niños para divertirse… los queman con queroseno para que los empleados disfruten de su desesperada agonía”.

Sin embargo, actualmente el hecho de que se mantengan aislados no significa que sean “inmutables”; de hecho, muchas tribus aisladas han adquirido productos importados de otras tribus vecinas Stephen Corry, activista por los derechos indígenas, más conocido como el director de la organización no gubernamental Survival International, “la mayor parte de las tribus ya se conocen y, aunque estén aisladas, todas se adaptan de forma constante a sus circunstancias cambiantes. Todos los pueblos cambian constantemente en el tiempo, y siempre lo han hecho”. Accionar que se debe a la constante llegada de madereros o extractores ilegales que llegan a la zona.  

El aislamiento entre el peligro para la comunidad y la desconfianza en las organizaciones

Uno de los grandes problemas que enfrentan estos pueblos tan aislados es que no han desarrollado inmunidad ante las enfermedades que son comunes en otros lugares y por eso son tan vulnerables. 

Por este motivo, organizaciones no gubernamentales intentan mantener contacto con los líderes de las tribus únicamente en casos extremos. Sin embargo, la labor de proteger a los indígenas no es una tarea sencilla y muchas veces acaba con la muerte de uno o varios voluntarios por parte de las tribus. 

Figueiredo Report

La desconfianza de los pueblos en estas personas no es de extrañar ya que en 1967 salió a la luz el “Informe Figueiredo” y generó una ola de indignación internacional al revelar los crímenes contra la población indígena de Brasil a manos de poderosos terratenientes y el propio Servicio de Protección Indígena (SPI) del Gobierno. 

El documento, de 7.000 páginas, fue recopilado por el fiscal Jader de Figueiredo Correia, y detallaba los asesinatos en masa, las torturas, la esclavitud, la guerra bacteriológica, los abusos sexuales, el robo de tierras y el descuido generalizado contra la población indígena de Brasil. Algunas tribus fueron completamente erradicadas como resultado de estas prácticas, y otras resultaron diezmadas.

La situación cambió con la creación de FUNAI en 1987. A pesar de estas atrocidades, la esperanza no está perdida y continuamos encontrando grupos que ponen el pecho a las balas para ganar la confianza de las tribus y poder ayudarlos. Hoy en día, el contacto sólo se busca cuando se considera que los grupos aislados están seriamente amenazados para poder ayudarlos a través de vacunaciones, alimentos o la lucha por las tierras. 

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