Sociedad
Pará má, ¡me olvidé el celular!
Algunos días atrás di una charla sobre la vida digital y sus ribetes de riesgo. Hablamos de los chicos pero sobre todo de los grandes.
Una queja reiterada en los pibes es: "Mi mamá y mi papá me piden que use menos el celular, ¡pero ellos no lo hacen!". Claro, esta queja visibiliza la distancia entre el decir y el hacer, entre la bajada de línea de manual y el ejemplo en acto.
¿Acaso habría alguna diferencia con pedirle a un hijo que no fume mientras lo señalamos con un cigarrillo en nuestra mano izquierda? No, definitivamente no hay diferencia.
Sucede que en el siglo 21 las pastillitas de colores ya no son las tan nombradas marihuana, alcohol, cigarrillo, cocaína, y todas las que cubren una larga lista; no, en el siglo 21 las pastillitas de colores tienen 4 lados, empiezan con la letra P y termina con "antallas".
Ojo, no es que las de la primera lista estén en desuso, para nada; es que el mercado es muy creativo y las personas, en muuuuuuchos casos, muy obedientes.
Dice Residente en su canción "Artificial Inteligente": "No creemos, no rezamos. No decimos, no pensamos. La cabeza no la usamos, ni las piernas, ni las manos. Para que todo funcione, sólo hay que apretar botones... El futuro de la historia es quedarse sin pasado. Ahora toca ver el mundo con los ojos cerrados... Somos gente que no siente, artificial, inteligente..."
No sentimos, lo hace el algoritmo. No pensamos, también lo hace el señor Algoritmo.
¿Hay futuro? Depende de nosotros. ¿O también le vamos a tirar la pelota al algoritmo?
En la Charla de la que hablaba al comienzo del texto una mamá contó, ya en el cierre, que su hijita hizo un dibujo de sus papás. Y mientras lo observaba con su mamá se dió cuenta de que se había olvidado de dibujar algo: el celular. "Pará má, ¡me olvidé el celular!"
Claro, después de intercambiar durante 2 horas acerca de los riesgos de la vida entre pantallas, este relato fue maravilloso, tanto como descriptivo.
De nosotros depende cómo queremos que nos dibujen nuestros hijos, cómo queremos que nos vean, y sobre todo, cómo queremos que dibujen sus propias vidas.
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