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Inevitable viaje al Centrão

El escenario actual señala que para ganar en el segundo turno, y especialmente para gobernar, será inevitable un viaje al Centrão.

Durante la jornada de ayer, domingo 2 de octubre, se celebraron las elecciones generales en Brasil. En ellas se votó, además de la fórmula para Presidente y Vicepresidente, a los gobernadores, senadores (27 bancas), diputados federales (513 bancas) y diputados distritales.

Los resultados de la máxima categoría resultaron en un 48,41% para Luiz Inácio Lula da Silva contra un 43,22% de votos en favor de Jair Bolsonaro. El tercer y cuarto lugar lo ocuparon Simone Tebet (4,2%) y Ciro Gomes (3%) respectivamente. A pesar del triunfo del ex presidente en dos términos, la fórmula no alcanzó la mitad de los votos válidos por lo que, según prevé la legislación electoral brasileña, se deberá celebrar un ballotage, previsto para el domingo 30 de octubre.

La coalición triunfante, denominada “Brasil de la Esperanza”, está conformada por 8 partidos, entre los que se destacan el Partido de los Trabajadores (PT), el Partido Socialista Brasileño (PSB), el Partido Verde, el Partido Comunista y el Partido Republicano del Orden Social. Con la conformación de este frente se buscó constituir un espacio político amplio que trascendiera a las fuerzas de izquierda para convertirse en una fuerza democrática que enfrentara al autoritarismo, encarnada por el actual presidente.

El candidato a vicepresidente de Lula y ex gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, lo enfrentó en el pasado mientras encabezaba el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), representante de la centro derecha tradicional del país. Su integración a la fórmula le permitió una reconciliación con la dirigencia política tradicional y la apertura de diálogo con sectores de poder como el empresariado paulista. La última vez que Alckmin encabezó una fórmula presidencial fue en el último período, cuando en 2018 perdió contra el actual presidente, cosechando el 5% de los votos, la cifra más magra desde la creación del espacio.

Los principales apoyos de la fórmula triunfante provienen de una multiplicidad de sectores. Entre ellos se destacan la “Clase C”, mayormente personas que lograron salir de la pobreza durante los gobiernos del PT y se incorporaron a una incipiente clase media (que en 2014 llegó a representar el 54% del país); el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (aproximadamente 15 millones de personas); la Iglesia Católica, un sector que durante el mandato de Bolsonaro confrontó fuertemente con el gobierno y buscó resistir el avance evangélico; el movimiento obrero en general y la Central Única de Trabajadores (CUT) en particular; los movimientos feminista y LGTBIQ+; y los grandes medios que, sin estar a favor de Lula, se mostraron muy críticos ante el actual presidente.

La coalición que lleva a Bolsonaro como candidato, denominada “Por el bien de Brasil” también está compuesta por una multiplicidad de partidos, aunque menos diversa que la triunfante: agrupa al Partido Liberal (del que Bolsonaro es líder), con el Progressistas y el Republicanos. El actual presidente de Brasil pretendió ser el primer oficialista en reelegir su mandato en Sudamérica desde el comienzo de la pandemia. Su compañero de fórmula es el ex ministro de Defensa Walter Braga Netto, un general retirado que cristaliza el poder de las Fuerzas Armadas dentro del gobierno. Su perfil fogonea la impronta belicista y represiva del oficialismo.

Los principales apoyos para la coalición oficialista parten de la clase media tradicional, un grupo que existía desde antes de la llegada del PT al gobierno, conformada principalmente por trabajadores de altos ingresos y profesionales, mayormente blancos y del sudeste, un segmento que vio disminuir su prestigio frente a la mejora de condiciones de los menos favorecidos durante los gobiernos del PT; los Ruralistas y “Fazendeiros” (hacendados), que componen el sector más privilegiado del ruralismo y el agronegocio; el voto evangélico, estimado en cerca de un 30% del padrón electoral; una parte del gran empresariado (ese cuyo apoyo pretendió buscar Lula con el acercamiento a Alckmin); y las Fuerzas Armadas, cuya preponderancia en el gobierno no paró de crecer: actualmente se estima en 6 mil el número de militares en cargos dentro de la administración pública, la cifra más alta en cualquier gobierno, democrático o de facto.

 

Las campañas

Un elemento que tuvieron en común las campañas de ambos candidatos fue el rechazo hacia su principal oponente.

La encabezada por Bolsonaro tuvo como slogan preponderante “Dios, patria, familia y libertad”. Su propuesta fue llevar adelante una lucha del bien contra el mal (que aduce duró 14 años) y ahora pretende volver a la escena del crimen. Es un mandamiento profundamente moral: para el presidente no hay un debate de modelos de país ni de proyectos políticos, sino que se disputa el alma de la patria. En la primera etapa se conjugaron elementos conservadores en términos culturales (las instituciones de la Iglesia y la familia) con el liberalismo económico. La campaña fue acompañada por medidas económicas que subieron el nivel de aprobación, como un refuerzo en la asistencia social y un beneficio impositivo para los combustibles.

En tanto, la de Lula fue más corrida al centro que las anteriores. Se refirió constantemente al odio que promovería el presidente, contrapuesto con un “Brasil de esperanza”, al “amor” y “feliz”. Durante la campaña evocó constantemente los logros de su gestión, en término de reducción de las desigualdades, caída de la pobreza y mayores índices de ganancia para los empresarios.

 

Hora de buscar apoyos

En la medida en que no alcanzaron la cifra mágica del 50%+1 de los votos, ambos candidatos tendrán que buscar todos los disponibles para alzarse con el triunfo el 30 de octubre. Si bien la diferencia de más de 6 millones de votos en favor de Lula lo deja mejor posicionado para conseguirlo, nada está dicho aún.

Los principales electores en disputa los irán a buscar a tres lugares: entre los que apoyaron en este primer término a la candidata Tebet, los votantes de Gomes y los sufragios blancos o nulos. Si habitualmente para una segunda vuelta quienes llegan a un ballotage tienden a impulsar una mayor participación entre los que se abstuvieron en primer término, para el caso de la actual elección eso será de mínima complejo: el nivel de participación se ubicó cerca de los valores históricos para Brasil, por lo que no se prevé una afluencia masiva proveniente de este sector.

Con la consideración hecha de que cada voto es únicamente de quien lo emite, y de que cada uno puede cambiar de opinión durante las 4 semanas que separan ambos turnos electorales, el escenario se encuentra aún abierto aunque Lula da Silva se posiciona con mayor tranquilidad: se prevé que los votos de Ciro Gomes puedan migrar mayormente hacia quien fuera su jefe político (fue ministro de Integración Nacional en la gestión del líder del PT).

Los electores que están realmente en disputa, y entre los que Bolsonaro intentará ganar apoyos son los de Simone Tebet. La candidata del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) obtuvo casi 5 millones de votos y, ubicada en la centro derecha, fue aliada de Michel Temer en el proceso de impeachment promovido contra Dilma Rousseff. Sin embargo, esto también debe ser matizado: Tebet perteneció históricamente al PSDB, partido que fuera encabezado por el candidato a vicepresidente de Lula, fracturado luego de la llegada al cargo del actual presidente Bolsonaro. Además, sus posicionamientos frente al feminismo también la alejan del candidato que busca ser reelecto.

 

1 de enero de 2023

El 30 de octubre, además de la segunda vuelta en la elección presidencial, también será el turno del ballotage en muchos de los Estados para elegir gobernadores/as. Entre aquellos que ya fueron electos en primer término, la disponibilidad para la campaña en apoyo de sus candidatos a la jefatura de Estado será mayor, pero el escenario está más abierto entre los que se disputan su lugar.

A pesar de que los datos parecen indicar que Lula se consagrará con la victoria, llegando a ser el primer presidente en ser electo en tres oportunidades, los desafíos que enfrentará en términos políticos son numerosos de cara al período 2023-2027. De confirmarse la tendencia, contará con un poder legislativo profundamente opositor, en especial en el Senado. Con los resultados obtenidos ayer, el Partido Liberal y sus aliados obtuvieron la mayor cantidad de las bancas en disputa (sumaron 12 asientos).

En la Cámara de Diputados el escenario tampoco será positivo. El PT y sus aliados ocuparán la minoría del espacio, por lo que los acuerdos resultarán indispensables. Nuevamente, como ya es tradición en la política de este país, el Centrão, este grupo de partidos con una representación menos estrictamente definida, aportará a la gobernabilidad o dificultará los proyectos enviados por el Ejecutivo. El escenario actual señala que para ganar en el segundo turno, y especialmente para gobernar, será inevitable un viaje al Centrão.

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