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Video - Jugamos como vivimos: la sociedad y el fútbol argentino están en coma cuatro

La batalla campal que se vivió en el clásico platense expuso la locura que vive la sociedad y que se refleja en el fútbol.

La batalla campal que se vivió en el clásico entre Gimnasia y Estudiantes de La Plata no hizo más que exponer la locura que vive la sociedad argentina y que se ve reflejada en el fútbol.

Si en la política se vive un River - Boca constante, el deporte que más pasión acarrea no podía ser la excepción, y este nivel de gritos, violencia y exageraciones veraniegas se ven potenciadas por cuatro factores: dirigentes, hinchas, futbolistas y periodismo.

  • Dirigentes

Ellos no entrarán a la cancha, pero la falta de respuesta desde los escritorios ante la violencia cotidiana es alarmante. Basta recordar solamente la noche del gas pimienta en la Bombonera y la reacción inmediata del ahora Gobierno nacional: Mauricio Macri, principal sostén de Daniel Angelici en Boca, se comunicó directamente con el presidente paraguayo para que interceda en la CONMEBOL y que el partido continúe, sin remediar en la salud de los jugadores de River atacados.


Además de la intervención de políticos de renombre, el lema "Todo pasa", que instaló Julio Grondona, sigue más vigente que nunca. La ausencia de sanciones duras tanto para clubes como jugadores por acciones violentas se potencia con la falta de paciencia desde los mismos dirigentes para sostener proyectos: la pretemporada, las incorporaciones y la confianza en los entrenadores se esfuman con solamente dos derrotas.

Ellos también cooperan con la histeria general.

  • Hinchas

Con su pasión desmedida, el fanático del fútbol es uno de los que más leña le echa al fuego. Consumidos por el negocio de la pasión sin límites, hace años que se comenzaron a vivir los partidos como de vida o muerte, y la impaciencia termina influyendo en lo que sucede dentro de la cancha.

Ya no interesa si su equipo juega bien o no, sino que es más importante gritarle al rival que abandonó, que se fue a la B, o directamente atacar de manera salvaje (verbal y/o físicamente) a su propio equipo.


Como si fuera poco, una gran mayoría de hinchas (no todos, por supuesto) ven como una especie de ídolos inalcanzables a los barrasbravas, como seres superiores que, enardecidos por la pasión, siguen al equipo en las buenas y en las malas. Las fotos que se sacan con ellos están sucias por las drogas, la violencia y los cientos de miles de dólares que ganan (ilegítimamente) partido tras partido.


Tanto es así, que hasta la propia Cristina Kirchner destacó, por Cadena Nacional, al brazo armado de la política: "Están en la cancha colgados del paraavalanchas y con las banderas, nunca mirando el partido, porque no miran el partido, sino que arengan, arengan y arengan, la verdad, mi respeto para todos ellos".


  • Futbolistas

Los verdaderos protagonistas, en las buenas y en las malas. Enardecidos por la locura popular y por lo que venden los medios de comunicación a diario, pisan la cancha con la actitud de quienes entran a una guerra.


Lejos de ser partidos preparatorios, los clásicos veraniegos terminan siendo contraproducentes para el ánimo grupal, potencia el nerviosismo de los jugadores y sienten que, ganar un clásico, es de vida o muerte.

Los futbolistas no son robots y, como socialmente una derrota no está aceptada, pasó a ser más importante cargar al rival, para congraciarse con su público, que buscar lo mejor para el espectáculo.


Los famosos (y mentirosos) códigos quedan de lado cuando lo único que importa es llevarse los tres puntos, y ahí aparecen en escena los insultos, gestos, patadas descalificadoras y hasta las piñas que se vieron en el clásico platense.

  • Periodismo

La autocrítica tiene que ser de todos: el proceso que inician los dirigentes y que consumen los hinchas, influyendo directamente en los jugadores, tiene como intermediario al periodismo.

La exageración de la importancia de los partidos de fútbol se ve potenciada por los medios de comunicación. Uno prende la televisión y lo primero que escucha son discusiones a los gritos sin ningún tipo de argumento, donde sobrevuelan frases como "Este partido es como ir a Irak", e imágenes de un conductor reproduciendo el partido de fútbol con soldados de guerra.


Lejos de ser una cualidad cerrada al "show televisivo", en las radios escuchamos análisis como "Arruabarrena no soporta perder otro clásico de verano", mientras que en las webs encontramos reproducciones infinitas de relatores que pregonan la violencia y la discriminación como, Alberto Raimundi.


El fútbol argentino está en estado terminal. La corrupción y la violencia que se vive en la sociedad se ve reflejada, obviamente, en el deporte que paraliza al país. Para poder mejorarlo, tenemos que arrancar todos desde cero.

Por Matías Navarro García

mnavarro@diarioveloz.com

@mati_navarro