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¿Las bebidas alcohólicas serían un medicamento?

Por el Dr. Carlos Norberto Mugrabi. El consumo exagerado tiene sus fuentes en conflictos psíquicos jamás tratados o ni bien tratados ni diagnosticados.

El consumo exagerado de alcohol (quedan para otra ocasión los demás consumos de sustancias tóxicas) tiene sus fuentes en conflictos psíquicos jamás tratados o ni bien tratados ni diagnosticados. El hecho objetivo, se sepa o no, es que alguien padece un trastorno, y no logra entenderlo y menos aún resolverlo.

Como sucede con cualquier perturbación, la persona trata -como puede- de lograr, o restablecer, algún equilibrio, para lo cual tiende a recurrir a lo que está más a su alcance. En este sentido, las bebidas con alcohol son fáciles de conseguir.

Ahora bien, ¿en qué consisten -predominantemente- esos conflictos que acabamos de mencionar? Las disfunciones agrupables en el conjunto de las epilepsias y enfermedades equivalentes, suelen ser la raíz causal que lleva al consumo excesivo y compulsivo de bebidas alcohólicas (y de otros tóxicos).

Lo complicado del tema reside en que, por una parte, el diagnóstico neurológico convencional no suele arrojar ningún resultado evidente; y, por otra parte, la consulta psiquiátrica o psicoterapéutica tiende a tomar nota de los contenidos relatados por la persona alcohólica, en vez de captar que, más allá de lo que la persona diga, se trata estudiar cómo lo dice. 

Una vez que alguien se acostumbra a la falsa “curación” por el alcohol, las posibilidades de lograr una curación genuina se ven reducidas porque la llamada ley del menor esfuerzo hace que las personas se desquicien, pierdan la voluntad que se requiere para un tratamiento psíquico bien encarado.

En resumidas cuentas, si concedemos que el alcohol equivaliese a un “medicamento” silvestre, vale nuevamente el dicho: “peor el remedio que la enfermedad”.

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