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La pobreza y el futuro social

La pobreza y las condiciones desfavorables de los jóvenes de menores ingresos siguen siendo problemas graves que afectan el presente y futuro de la sociedad.

Según la estadística oficial, la pobreza alcanza al 12% de la población, porcentaje que se obtiene ajustando la canasta de bienes básicos por el Indice de Precios al Consumidor del INDEC. Pero, si se utilizan indicadores oficiales provinciales o estimaciones privadas, la cifra puede llegar hasta el 30% o más.

Los subsidios oficiales, como la Asignación Universal por Hijo permitieron reducir el número de pobres e indigentes, pero debido al aumento de los precios de los alimentos, que llega al 35% en el último año, el impacto de los programas fue muy reducido.

Los bajos ingresos de las familias reducen, típicamente, el acceso de los chicos y jóvenes al estudio y la formación laboral, lo cual se refleja en sus posibilidades en el mercado de trabajo. Es así que, según la Encuesta del Observatorio de Deuda Social Argentina de la UCA, un 63% de los jóvenes de entre 18 y 29 años están desocupados o tienen empleos de baja calidad. Pero, mientras en los sectores de clase media esta situación afecta al 39% de los jóvenes, en los barrios de bajos ingresos, el porcentaje se eleva al 59%.

Se crea, de este modo, un círculo vicioso de pobreza, falta de formación y desocupación o empleo precario de baja remuneración que se proyecta hacia el futuro y afecta al conjunto de la sociedad. Esto es así porque, con la desocupación juvenil, se desaprovechan recursos humanos y se crean condiciones propicias para el clientelismo de la política y del delito.

Los planes asistenciales, siempre que sean de carácter universal y estén diseñados con criterios técnicos y no políticos, permiten reducir los alcances del problema, pero no desactivan las causas que lo generan. Para eso es necesario contar con programas para promover la inclusión escolar y la formación laboral y la creación de empleos de calidad para las franjas más necesitadas de la sociedad.

La pobreza afecta las posibilidades laborales de los jóvenes, creando un círculo vicioso de pobreza y desocupación o malos empleos, que tiene costos personales y sociales.