La Desconocida del Sena: de un rostro anónimo a la "mujer más besada del mundo"
A fines del siglo XIX, en la morgue de París, comenzó un fenómeno que unió arte, tragedia y ciencia. La joven hallada en el río Sena, sin identidad, encontró su inmortalidad no en la memoria de alguien, sino en su enigmática sonrisa.
La Desconocida del Sena pasó de ser una joven sin nombre a un símbolo poderoso: un puente entre muerte y arte, mito y técnica científica, anonimato y fama. Su rostro sigue siendo un reflejo del impulso humano por encontrar belleza y sentido incluso en lo trágico. El cuerpo fue rescatado del río Sena, cerca del Quai du Louvre, en París. Sin signos de violencia, se sospechó un suicidio. Nadie la reclamó.
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Un patólogo, impactado por su serenidad y belleza, mandó a hacer una máscara mortuoria de yeso..
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Luego, la máscara se reprodujo masivamente, convirtiéndose en un objeto recurrente en salones bohemios y hogares artísticos de la Europa de inicios del siglo XX.
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Su sonrisa fue comparada con la de la Mona Lisa por Albert Camus, y cautivó a artistas como Rilke, Nabokov, Man Ray y Louis Aragon entre otros.
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Se transformó en un ideal estético: el crítico Al Álvarez señala que generaciones enteras de jóvenes alemanas copiaron su apariencia, y actrices como Elisabeth Bergner se inspiraron en ella hasta la llegada de Greta Garbo.
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En 1958, Asmund Laerdal modeló el rostro de la famosa “Desconocida” en el maniquí de RCP Resusci Anne, usado ampliamente para enseñar reanimación cardiopulmonar. Esto llevó a que se la nombrara irónicamente "la mujer más besada del mundo".
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