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Gobierno-CGT: una cuestión de miradas

Ocurrirán muchas cosas, pero probablemente ninguna capaz por sí misma de dar vuelta el escenario que los protagonistas se esmeraron en hilvanar en los últimos seis meses o quizá diez.

A lo sumo, una sumatoria de pequeños acontecimientos, mágicamente barajados, quizás lo puedan. Poco probable.

¿Cuáles serán los retazos del liderazgo otrora indiscutido de Hugo Moyano que sobrevivirán? ¿Cuáles serán las formas con que el gobierno de Cristina se dirigirá a la nueva CGT? El llamado de Cristina a la unidad, ¿abarcará a todas las grandes tribus sindicales?

La sensación hoy es que Moyano y el gobierno de Cristina tienen la mirada puesta en lugares distintos del futuro. Moyano, tal vez, acá a la vuelta, en Comodoro Py. El gobierno, más lejos, en el 15. Por eso uno necesita pactos, el otro despejar caminos. Por eso uno insiste en perturbar sin romper (como si desconociese los estilos de su interlocutor), por eso el otro ignora, sin comprometerse a nada hasta que el resultado de la apuesta se devele. Es que, por cierto, en el medio de los chisporroteos, se juega otra apuesta: prolongar y acrecentar lo que Vélez emblematizó, esto es, poner de pie una fuerza sostenida por la lealtad y la disciplina y no por los pactos siempre en algún punto extorsivos. No es para nada una idea nueva. Al contrario, fue la primera de todas. Sólo que ahora luce con más chances de hacerse visible y temible. Atender al desarrollo de esta apuesta es necesario antes de conjeturar cómo serán las relaciones futuras entre el gobierno y la CGT.

Lo de Parque Roca fue otra cosa. Deliberadamente más restringido en convocatoria, alcances y sentidos. Para pelear más la interna que la externa.

Es probable que estemos todos relativamente lejos de mensurar con tino la hipótesis Vélez. Lo que sí sabemos es que su propulsora es obstinada como el que más, que la convicción que pone en juego al respecto no tiene doblez y que, desde hace más de un año no hace sino enunciarla a voz en cuello en cuanta oportunidad se presenta.

¿Podrá el conjunto de agrupaciones juveniles y sociales que el viernes desplegaron sus huestes en el estadio de Vélez ocupar el vacío que aún tendrían que dejar -¿pacíficamente?- otras huestes de menor empuje pero con décadas de entrenamiento en estas lides?
Los elementos principales de una respuesta deberían asomar con claridad hacia mediados de 2013, estación intermedia imprescindible para que, eventualmente, la apuesta siga su curso. No es mucho tiempo el que falta, más bien poquísimo, y por eso la aceleración que viene aplicándose en diversas líneas de trabajo puede también entenderse en este contexto.

La Historia enseña que los proyectos políticos nunca se realizan cumpliendo el diseño original, precisamente porque otras voluntades se entrometen en el camino. Pero también enseña que, una vez lanzado el misil a su destino, las cosas nunca vuelven a ser como antes.