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Elecciones y libre albedrío

* Por Ieremia Khachatryan. Somos testigos cuando a veces la competencia electoral, lamentablemente, se vuelve agresiva, con insultos y menosprecio al otro.

Éste es un año importante para la Argentina, y en especial para Córdoba, ya que es una etapa electoral, durante la cual se elegirán los próximos gobernantes que tendrán que decidir el curso a seguir.

Cada gobierno de un país democrático, como es el caso de la Argentina, comienza con las elecciones. Sabemos que la democracia es la forma de gobierno elegida por el pueblo, en la cual se manifiesta la voluntad popular y en la que el gobernante toma la responsabilidad frente a su pueblo de formar y desarrollar una sociedad sana y de llevar el país en una dirección positiva para el bien de todos.

En esta forma de gobierno, el lugar más importante lo tiene la voluntad del pueblo, que es la voz popular por sobre un proyecto político y por sobre la persona que va a gobernar.

En la historia de la humanidad, la democracia es la forma de gobierno que sustituyó a la monarquía, un sistema basado en el dominio de una sola persona.

En la expresión de la voluntad popular se encuentra la voluntad del hombre. Voluntad libre, fundada sobre la racionalidad, que permite discernir lo correcto de lo erróneo y decidir en consecuencia.

La Biblia nos enseña que el ser humano se diferencia de las otras criaturas de Dios por el don del libre albedrío y de la racionalidad. Con nuestro libre albedrío y raciocinio, nosotros elegimos nuestra profesión, nuestra misión, los amigos que acompañan nuestra vida; en una palabra, decidimos nuestra vida con sus aciertos y errores.

Haciendo uso de ese libre albedrío, que implica libre elección pero también responsabilidad, en la voz del hombre se expresan las elecciones políticas, y de esto encontramos muchos ejemplos en la Biblia. Recordemos la exigencia del pueblo judío al profeta Samuel, manifestándole su deseo de tener un rey. Éste fue un modo de expresión del libre albedrío popular. Era la voz del pueblo la que clamaba para tener una nueva estructura de gobierno, que nunca antes había tenido.

Somos testigos. En los Evangelios, uno de los ejemplos de la expresión del libre albedrío popular fue cuando, en respuesta a la pregunta de Pilatos, el pueblo decidió liberar al asesino Barrabás, aduciendo que para ellos no había otro rey más que el César. El pueblo rechazó el reino de Jesucristo que no era de este mundo y eligió el dominio del César, pero de esa manera se expresó la voluntad y la voz del pueblo (Evangelio según San Juan 18, 28; y 19, 18).

Entonces, en cualquier elección, y más aún los candidatos, se debe escuchar la voz del pueblo y esperar que se manifieste la libre voluntad popular.

Hoy, a través de la televisión, la radio, Internet, los medios escritos, somos testigos de las propuestas de los candidatos, de la competencia entre ellos, tanto individual como partidaria. Somos testigos también cuando a veces esa competencia, lamentablemente, se vuelve agresiva, con insultos y menosprecio del otro, para ganar prestigio. ¿Qué se pretende mostrar con eso? ¿No se puede debatir o competir de manera educada y respetando al otro? Así se pone en duda la racionalidad y la voluntad de las personas, la capacidad de elegir entre lo correcto y lo erróneo.

Permitamos que la voluntad del pueblo se exprese y así ganará el que más lo merezca. Y el elegido deberá tomar sobre sí la responsabilidad de un futuro luminoso y seguro para todos, los que lo eligieron y los que no lo eligieron. Deseamos y rezamos para que en las próximas elecciones se manifieste la libre voluntad, para el bien de nuestra patria.