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Ara San Juan: 4 duelos que duelen poco

Esta semana los familiares de los tripulantes del Ara San Juan volvieron a sentir la muerte de sus seres queridos.

Si algo faltaba a esta herida, llamada Submarino Ara San Juan, que se llevó al fondo del mar a 44 compatriotas era revivir una vez más la peor noticia, la certeza de muerte.

La primera noción de miedo a la muerte fue el 17-11-2017. Fue cuando sonó el teléfono y desde la base naval de Mar del Plata, les dijeron “que el submarino no aparecía, que no se comunicaba hacia muchas horas, pero que no se preocupen...” aunque la palabra  se negaba a ser pronunciada, empezaba a ser un eco en el silencio

Sin embargo los sentimientos alimentaron la mentira, y creyeron en el mensaje de calma de la Armada, aunque a solas crecía la peor predicción. 

La segunda vez fue el día 23-11-17 cuando les informaron en la Base Naval de Mar del Plata que se había detectado una explosión corta anómala no nuclear , en ese instante entre llantos abrazos desmayos y el corazón en la mano, pronunciaron la palabra prohibida, muerte. 

Aquel momento que vivieron los familiares podría resumirse con el mensaje de una de las mujeres de aquellos tripulantes , “Adios amor” (Jésica Gopar de Santilli desconsolada).

Empezaron los rezos, los ruegos, para que se produzca el milagro y estuvieran con vida. 
La Armada seguía diciendo que tenían víveres para días y días, pero se suspendió la búsqueda con vida de los tripulantes y ganó otra vez el llanto y la desesperación.

La tercera vez fue el 16-11-2018 fue cuando se encontró el submarino Ara San Juan a 900 metros de profundidad, la muerte se vistió de hierros retorcidos en apenas tres fotos oscuras y el dolor copó a los sufridos familiares , otra vez.

Cada noticia, cada teoría era como ácido esparcido sobre la carne viva, porque era sumar a la ausencia física del ser amado, el frío y la soledad de ese hallazgo.

La cuarta vez fue esta semana de septiembre de 2019 cuando les entregaron en una caja de cartón las pertenencias, la ropa , las llaves, el uniforme de gala, alguna foto, un cuaderno con la letra manuscrita de su esposo, de su hijo de su hermana.

En esa caja estaban no solo la ropa que dejaron en la base el dia que embarcaron en el submarino, sino un monton de proyectos, de sueños de Vida arrebatada sin sentido.

¿Cuántos duelos quedan aún? ¿Cómo darle tiempo al tiempo para que aliviane el sufrimiento, si siguen esos familiares  expuestos a más y más desolación, abandono y olvido?

No hay cuerpo ni tumba ni medalla ni honores, ni siquiera buen trato de parte de las autoridades de la Armada , del Estado, Ministerio de Defensa, ni de nadie.

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