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Un hombre al revés

Juan Gil Navarro no iría ni loco a un reencuentro de ex compañeros, como su personaje en Graduados. Casarse le parece una transgresión. Prefiere viajar antes que tener hijos. Tiene 38 años, y no se priva de berrinches. Lleva una vida aplomada y se siente un nómade.

Nota extraída de la revista "Elle"

Se le da todo patos para arriba. Dice que Londres es su lugar en el mundo, pero vive en Beccar. Jura que el teatro es el espacio donde mejor se siente mientras copa la pantalla de televisión con tres programas súper exitosos: Graduados, La Dueña y Floricienta.

En todos los casos, sus participaciones están teñidas con ese humor ambiguo que caracteriza al actor. En Graduados es un adorable gay; en La Dueña, es el hijo muerto del personaje de Mirtha Legrand, y además de sonreír desde un portarretrato, cada tanto aparece en un flashback. Hay más: en la miniserie es el padre de Florencia Bertotti, su pareja en Floricienta, la tira para adolescentes que Telefe repite cada tarde.

A Juan Gil Navarro (38) no le preocupan mucho los contratiempos. Acomoda el mechón rubio que le cae sobre la frente, se encoje de hombros y sentencia: "Esto revela que el destino no está en los planes de uno. ¡Hay que dejarse llevar!" El tono cambia de forma brusca: "Estoy muy agradecido. Gracias a los trabajos de la tele tuve la fortuna de compartir una obra con Alfredo Alcón (Rey Lear), de quien aprendí la mejor de las formas y el mejor de los berrinches. Ahora que volví al teatro con Las brujas de Salem entiendo que debo responder por la gente que entra a la sala. No es fácil lograrlo. Hay cosas que no puedo manejar. Eso, al mismo tiempo, me pone de mal humor".

ELLE: ¿No era que hay que dejarse llevar?
JUAN GIL NAVARRO: Sí, pero al mismo tiempo no tolero esa frase tan de moda: "Es lo que hay". Me molesta la desidia. Es como esos cartelitos que dicen: "Hoy no se fía, vuelva mañana". Tengo la sensación de que nada cambia, que todo se perpetúa en el limbo del conformismo. Gracias a Nati, mi mujer, y a mi terapeuta Walter puedo expresar lo que me molesta y puedo pedirlo bien, una, dos, hasta tres veces. Aprendí a no pelearme, me levanto y me voy. Desde ese lugar, siento que es mi mejor momento.

ELLE: ¿Tu mejor momento personal coincide con el actoral?
J.G.N.: De la misma manera que los actores tenemos lugares comunes cuando actuamos, uno puede caer fácilmente en pensar que tiene mejores momentos. No sé cuál es. Sí sé que tengo el privilegio de laburar en dos puntas del arco: la comedia en tevé y el drama en teatro. Es un entrenamiento inusual, es como tener las dos máscaras tatuadas en los hombros. El público lo recibe bien, me acompaña.

SOCORRO QUINTO AÑO

ELLE: Desde Floricienta a Las Brujas de Salem pasando por Graduados. Abarcás un público de casi todas las edades, ¿a cuál querés preservar más?

J.G.N.: Me siguen desde nenes hasta tipos que se enganchan con las telenovelas. El otro día me paró una chica gay para agradecerme por mi papel en Graduados, hizo hincapié en que mi interpretación no es un cliché más, ni una loca. Me felicitó por tocar temas serios de la homosexualidad en clave de comedia.

ELLE: ¿De dónde sacaste letra para interpretar ese papel?

J.G.N.: Vi al inglés Ralph Fiennes, actor de cine maravilloso, haciendo de mayordomo gay de Susan Sarandon. También a Willem Dafoe que en El quinto infierno interpreta a un detective que analiza los crímenes mientras escucha música clásica. Eran escenas que tenía en el imaginario. Además, como viví en zona norte, me encontré con algunos chetos que me miraron de costado, con desprecio por ser actor, como si fuese de una casta inferior. Entonces, aproveché y me vengué de todos ellos, hasta me puse un chicle en la boca para que fuera más inteligible lo que decía. Una pequeña venganza para aquellos que me trataron mal.

ELLE: ¿Tuviste el reencuentro de rigor con tus compañeros de colegio, los incorporaste en Facebook...?

J.G.N.: ¡No! Fui a un colegio alemán, con pedagogía Waldorf, bastante particular. No tuve una secundaria brillante. Era bastante introvertido. El teatro me ayudó a abrirme. Aunque después de años de terapia, me di cuenta de que quise ser actor para rajarme de una realidad que no me gustaba: de mi casa y del cole. No era el ganador, no era bueno en el deporte y el universo del cine y de la música me fascinaba cada vez más.

AMAR ES TRANSGRESOR

Desde chico pisó distintos escenarios: nació en una ruidosa calle de Once. Después se mudó a Florida, lleno de espacio verde. Allá creció y allá vivió cuando estuvo casado por primera vez. El matrimonio duró dos años. Después, volvió a la Capital pero hizo base en Coghlan. Tres años le duró la soltería. Cuando le dijo: "Sí, quiero", a Natalia, volvió a la zona norte.

ELLE: Se casaron en el 2006, ¡pronto se viene la comezón del séptimo año!

J.G.N.: Estamos juntos desde hace siete años. Una vez lo escuché decir a Javier Bardem, antes de casarse con Penélope Cruz, que no elegía una actriz como pareja porque serían ellos dos y sus egos.

ELLE: ¿Impusiste la misma condición que Bardem?

J.G.N.: No fue necesario porque nunca sentí atracción por las actrices. Tuve una relación de un año con Malena Solda, excelente colega y persona. Pero las dos veces que me casé fue con mujeres que estaban fuera del ambiente.

ELLE: ¿Qué miedos se te cruzaron cuando volviste a reincidir en el matrimonio?

J.G.N.: ¡Creí que era más transgresor volver a hacerlo! No tuve miedos. Esta vez estaba seguro de lo que hacía, la primera vez me casé por iglesia y no me pareció interesante. Por eso, la segunda vez montamos como un ritual teatral, con poca gente, sólo con los que queríamos. No invitamos a nadie por obligación. Pero antes de reincidir, disfruté a full de mi soltería.

ELLE: ¿Qué recordás de esta etapa de soltero?

J.G.N.: Fueron tres años de relax. En ese entonces, mi psicólogo me preguntó si nunca había dejado tirada la tapita de una cerveza por semanas. Como me provocó curiosidad, lo hice. Fue como clavar una bandera en la luna, la conquista del espacio interior. Descubrí mi gusto para decorar mi casa, me di cuenta de que prefería las paredes blancas sin cargarlas de cuadros. Me interesé por la cocina y me suscribí a una revista de vinos. Me acuerdo que trabajaba en Hombres de honor; empezaba a grabar a las siete de la mañana en Benavídez, y cuando llegaba a mi departamento a las cinco de la tarde me tiraba en una fiaca doble que estaba sobre una ventana y me quedaba mirando la puesta del sol. Fui muy feliz en ese lugar.

ELLE: ¿Tu actual mujer interrumpió la paz de la soltería?

J.G.N.: A mi mujer la conocí en Pol-Ka, era asistente de Fernando Blanco y Adrián Suar. Ahora es counseling, se recibió el año pasado, está en su posgrado. Se dedica a sanar con la palabra, me baja de muchas estupideces.

ELLE: ¿Qué tipo de estupideces asumís?

J.G.N.: A veces me agarran rabietas. Nati me devuelve a la tierra, me hace entender que estoy en un lugar de privilegio. En vez de enojarme con lo que no se respeta o no se consigue, me sugiere que recobre la alegría, como un acto de responsabilidad para merecer lo que tengo. Ella es maravillosa, me mejora desde muchos puntos de vista. Y cuando yo creía que sabía cocinar, ella me humilla cuando lo hace. Me enseñó a disfrutar, como el placer que sentimos al viajar. De hecho, parte de nuestro retraso de la paternidad tiene que ver con eso.

ELLE:¿Planear un viaje le da más placer que la idea de convertirte en padre?

J.G.N.: Es que somos medio gitanos, sobre todo con los horarios de almuerzo y el gusto por los viajes. No tenemos ni mascotas por ese tema. Fuimos a Latinoamérica, viajamos por Europa y Estados Unidos. Hasta la posibilidad de escuchar música en la ruta nos fascina a los dos, por eso solemos armarnos escapadas a Córdoba, La Cumbrecita, Villa General Belgrano, Alta Gracia o a Miramar. La mejor educación que uno puede recibir es viajar, entender el planeta donde uno vive. Por eso por ahora elegimos no tener hijos, hacemos oídos sordos a los mandatos sociales, elegimos no obedecerlos. No sé si quiero criar un niño en Buenos Aires, con esta locura.
Tampoco me gustaría que sea un niño de country, de departamento o de shopping, y no quiero que crezca con miedo. Preferimos esperar. La pasamos bien juntos, queremos disfrutarnos un poco más, a solas. LILA JARA


CON LA MOTO Y EL MORRAL
"Tengo una moto Triumph, una marca emblemática. La tuvieron Marlon Brando, Steve McQueen y Paul Newman. La uso todos los días con frío o calor; cuando llueve me pongo el traje de agua y salgo. Como es clásica no me deja guardar nada, así que llevo un morral con guiones y los documentos. Cada tanto me reúno con el club de motoqueros y nos vamos por ahí. El mes pasado viajamos a San Antonio de Areco, comimos un asado y volvimos. Cada vez me cuesta más moverme en auto, todo es mejor arriba de mi moto."


3 COSAS QUE NO SABEN DE MÍ
• Tomo maca, un energizante natural peruano. Evito los medicamentos, prefiero los homeopáticos.
• Soy muy desordenado; mi ropa entra a presión en el placard. Me compro muchas camperas de cuero para lucirlas con mi moto.
• El primer regalo que le hice a mi mujer fue una galletita de limón de Havanna, son sus preferidas.