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Susana Giménez: "Siento que los de la tele tradicional estamos en peligro"

En el reality LOL Argentina, de Prime Video, debutará en streaming junto a comediantes jóvenes. En exclusiva, habló con Viva de cómo se lleva con las nuevas tecnologías y de por qué le teme más al fracaso que a la soledad.


La cita es en el barrio porteño de Villa Crespo, en el estudio donde esta mujer emblema de nuestra cultura popular posó para centenares de tapas de revistas.

“Está en camino”, me avisa Gabriel Machado, maestro de la fotografía y el responsable de las imágenes que ilustrarán la entrevista.

Me preparo para lo peor: una espera larga, un arribo a cara de perro, las cuitas de lidiar con una diva.

Sin embargo, a los pocos minutos, escucho unos pasos que suben por la escalera, una risa conocida, un brillo en el aire que lo ilumina todo.

Susana Giménez irrumpe rodeada de sus asistentes, su chofer, su cabello rubio inconfundible y esa voz estridente, campechana, familiar.

La primera impresión es la que cuenta, decía una publicidad de los años ‘90. Y la primera impresión le da la derecha a la canción que esta actriz, modelo, conductora, ícono del espectáculo argentino, supo cantar también por aquellos años: “Ni una diva total/ ni una mujer fatal/ soy Susana, soy siempre igual”.

Es que esa mujer radiante –que parece emerger de alguna de las pantallas que supo habitar por décadas– hace gala en persona de la misma naturalidad que la hizo famosa.

La sesión de fotos dura poco más de quince minutos: abundan las carcajadas, los chistes, los gritos de éxtasis, como si detrás de las cámaras y los reflectores tuviera lugar una gran fiesta.

No hago nada en Tik Tok o Instagram porque no soy buena en eso. Siempre se me escapa algo. Un dedo del pie, por ejemplo.

Y después de la acción, el remanso: acaba de sacarse los zapatos, se recostó en un sillón del camarín, inmaculada en su madurez sexy pero al mismo tiempo joven y cercana, una mirada chispeante, una sonrisa cálida.

Aunque no la veamos, Susana siempre está. Es cierto que su programa hace tiempo que asoma por Telefe. Con la pandemia, decidió quedarse un tiempo en La Mary, su casona de Uruguay. Pero no pensemos que se ha retirado.

“Lo que terminó fue mi programa” –dice, mientras una representante de Prime Video, la productora del programa que la tendrá como host, vigila que nuestra conversación se aleje lo menos posible de lo convenido–.

“Pero yo seguí siempre activa. Hice teatro en Uruguay, entrevistas por el mundo, después vino la pandemia, me enfermé, ahí sí hubo que parar un poco, pero nunca estuve del todo afuera. En plena temporada de teatro me ofrecieron conducir este reality de humor, fue una semana para viajar a México, grabar, hacer fotos… Nunca trabajé con este formato. Yo no participo del reality, soy la jueza. Los chicos, los cómicos, son los que participan. Yo soy la que tiene que decidir quién se queda y quién se va: si se ríen, out. Hay cincuenta cámaras que los siguen.”

-Trabajaste con capocómicos como Olmedo, Porcel, Gasalla… ¿Cómo cambió el humor desde entonces?

-Cambió mucho. Hoy se va todo al sexo, a la mala palabra… Y no hay autores. Cuando murió Hugo Sofovich, por ejemplo, se perdió un gran autor de humor. Se le ocurrían cosas increíbles, con remates impresionantes. Yo hacía el sketch de “Susana Spadafucile”, lo escribía él, y con su partida ya no fue lo mismo. Igual que con la muerte de Emilio Disi, sin él no se podía seguir. Ahora los humoristas están un poco solos. Cuando yo era chica veíamos El show de Dick Van Dyke, al final aparecía una lista larguísima de escritores. Eso es una ayuda. El cómico es cómico aunque diga una frase que no es suya.

-La tendencia parece ser ésa. Influencers, artistas, músicos, tienen que generar su propio contenido, producirse, promocionarse… Todo hecho por la misma persona.

-Es así. Los youtubers, por ejemplo, a veces son graciosos y a veces no. He visto tipos increíbles, pero también muchos a los que les falta un apoyo, un escritor, alguien que les genere material. Veo bastante contenido en las redes, sobre todo en Tik Tok y en Instagram. No lo hago yo porque no soy buena para eso. Siempre se me escapa algo: un dedo del pie, por ejemplo. No soy muy práctica para eso, pero veo mucho.

-¿Sentís que esas nuevas plataformas están desplazando a la televisión?

-Todo el tiempo me pregunto: qué está pasando con la televisión tradicional. Los chicos andan todo el día con el teléfono, con el iPad, y no ven televisión. Además está la competencia de las plataformas de streaming, que son muy exitosas y tienen mucho más presupuesto.

-¿Creés que la televisión se puede derrumbar definitivamente?

-Cuando empecé tenía cuarenta puntos de rating y era normal; si nos iba mal bajaba a treinta y cinco. Ahora tener veintisiete es una hazaña. Eso te disminuye las expectativas. Igual uno tiene que acostumbrarse a que las cosas sean distintas, pero siento que los que hacemos tele estamos en peligro.

-En un contexto tan distinto, ¿tenés miedo al fracaso?

-Siempre. Pero no solo en la televisión: en el teatro, en el cine, en todo. No en este caso, porque es un programa hecho por Prime Video y tienen una forma de editar que es un lujo. Es impresionante lo bien que trabajan. Nunca había visto algo así. Pero en el caso de la televisión abierta necesitaríamos más dinero y la situación no está para eso. Fijate que casi no hay ficción, solo hay enlatada o comprada.

-En estos últimos años presenciamos la caída de muchos intocables de la televisión. Pareciera que el público ya no los acompaña. ¿Por qué creés que después de una trayectoria tan larga la gente te sigue eligiendo?

-Hay que saber retirarse a tiempo. Yo todavía estoy, pero también me alejé un poco. Tengo mi contrato con Telefe, que me sigue renovando año tras año. Ellos habían comprado un formato para mí, pero no me pareció que era lo que necesitaba. Si hago algo, quiero que sea mi programa. Tenés que saber elegir lo que hacés. Desde que empecé entendí que esto era una fábrica con un solo empleado. Una es la que actúa, limpia, hace la contaduría… Todo. Y hay que manejarlo como una empresa. Incluso cuando no tenía un mango decía que no a muchas propuestas. Nunca acepté hacer publicidades de papel higiénico, por ejemplo. Buscaba otra cosa. Hasta que llegó el famoso “shock” del jabón Cadum y fue un suceso.

-La publicidad también es un área que cambió mucho.

-En esa época se le daba muchísima importancia. Ahora no. Es agobiante porque hay mucha y toda junta. Además no hay protagonistas, no hay modelos divinas como había en ese momento, como Chunchuna Villafañe o Claudia Sánchez. Yo las admiraba.

-El rol de las modelos se transformó en gran medida con la llegada del feminismo, igual que el lugar de la mujer en la sociedad. ¿Cómo vivís esos cambios?

-Siempre hubo mujeres importantes. Lo que pasa es que el mundo va creciendo, tenemos más posibilidades, las mujeres tenemos mayor acceso a todo. Pero antes tuvimos a Cecilia Grierson, la primera médica argentina, a Alicia Moreau de Justo, a Eva Perón… y no soy peronista, ¿eh? Pero soy evitista. Me encantaba Eva Perón. Yo era cholula cuando era chica y ella era una actriz de cine. En cuarto grado leímos La razón de mi vida. La veía con sus vestidos, sus brillantes… Siempre me gustó. Después además hizo muchas cosas buenas. Hay hospitales todavía que hizo ella.

-Evita se construyó a sí misma. Vos también lo hiciste. ¿En qué momento decidiste que ibas a ser Susana Giménez?

-Cuando me separé y quedé sola con mi hija. La había tenido a los diecisiete años, había estudiado para maestra pero nunca ejercí. No tenía un peso y tenía que trabajar. Mi papá era presidente de Odol, fue uno de los creadores del programa Odol pregunta, junto con el padre de César ‘Banana’ Pueyrredón. Era un empresario al que le fue muy bien, pero después muy mal. Ahí fue cuando mis viejos se separaron. Yo no sabía qué hacer. Primero trabajé en una fábrica de jabones, cuando tenía veinte años. A los veintiuno entré como modelo en la agencia de Héctor (Cavallero) y conseguí los primeros trabajos en publicidad. No era protagonista, aparecía en grupo, mostraba una mano… Hacía lo que podía porque necesitaba trabajar para pagar el alquiler y mandar a mi hija al colegio.

-Fuiste lo que hoy se conoce como una “mamá luchona”.

-Me puse el hogar al hombro. Por suerte también tuve la ayuda de mi madre, que fue muy importante. Así empecé. Hasta que vino la publicidad del “Shock”, y llegaron propuestas para hacer cine, teatro, televisión... Pero incluso aunque necesitara la plata, decía mucho que no. Todas las tardes veía un programa que pasaba películas de cine argentino. Las vi todas. Uno de esos directores me hizo una propuesta, pero el papel no me convencía. Le dije: “Gracias, maestro, pero no”. Ya estaba trabajando bien y tenía claro qué quería para mi carrera.

-De ese comienzo, a convertirte en “la diva de la televisión”.

-Nunca fui un bicho de la televisión. Recién a los cuarenta y dos años debuté en ese formato. Hasta entonces había hecho publicidad, cine y teatro. Siempre me ofrecían hacer algo, pero eran pavadas. Un día se me cruzó el programa de Raffaella Carrá, Pronto, Raffaella, y dije: “¡Esto sí me gusta!”.

En tantos años de carrera, Susana conoció a mucha gente, con la que tejió amistades. Por supuesto, no es fácil comprobar que muchos amigos ya no están.

“Al principio pensaba: ‘Bueno, es la vida’”, asume.

“Pero a medida que se va yendo gente que adorás, se pone bravo. Te quedás un poco solo. En los últimos años murieron dos de los mejores amigos de mi vida, las dos personas más brillantes que tuve a mi lado. Uno era el actor Osvaldo Cattone, que vivía en Perú hacía treinta años; yo lo visitaba y también hablábamos mucho por teléfono. El otro fue ‘Pet’ Figueroa (productor de Hola, Susana). Ahí me quedé sola. Este verano me acordaba que no estaba él, que no estaban Dany (Mañas) ni Teté (Coustarot) porque estaban en Estados Unidos… Pensaba: ¡Ay! ¡Tantos qué éramos en la pileta y hacíamos juegos y nos divertíamos tanto! Yo soy solitaria, pero extraño reírme mucho.”

-¿Le tenés miedo a la soledad?

-Para nada. Tengo perros, tengo libros, tengo amigos…

-¿Cómo es tu vida en Uruguay?

-Cuando estoy acá y no trabajo, no sé qué hacer. Pero allá me levanto y enseguida salgo. Agarro mi carrito de golf y saco a los perros, los llevo al lago, les doy de comer a los gansos y a las carpas, arreglo las flores… Hago vida de campo. También leo mucho, de seis a ocho, todos los días. Ahora estoy leyendo el libro del príncipe Harry. También me gusta mucho Ken Follet.

En Uruguay hago vida de campo. Me levanto, y salgo con mi carrito de golf. Saco a los perros, les doy de comer a los gansos y leo.

-Cuando mirás para atrás y ves tu carrera, ¿qué balance hacés?

-Siento que pasó muy rápido. La vida es tan corta… Uno no se lo imagina cuando es joven. A mí los periodistas me preguntaban a qué edad me iba a retirar y yo les decía que a los treinta y ocho. Nunca pensé que iba a pasar todo tan rápido. A veces pienso: ¿qué hice durante los últimos treinta y cinco años de mi vida? Estuve sentada en el sillón del canal.

-¿Sentís que fue un tiempo desperdiciado?

-No, para nada. Al contrario. Fui muy feliz. Me he reído como nadie en el mundo en mi programa. Tenía un equipo fabuloso. Pasaban cosas todo el tiempo. Cuando se le perdió la lagartija a un nene, que se puso a llorar, y la encontramos en el corte, trepada al telón. O cuando vino un tipo que decía que las pirañas no lo atacaban… Además era un programa en vivo y había que remarla.

-¿Qué te quedó pendiente?

-Siempre me ofrecen de todo, pero ahora me ilusionaría hacer una buena peli. Tengo ganas, por supuesto que depende en qué. No quiero adelantar mucho, pero hace unos días tuve una oferta de un director. Todavía tengo que leer el libro, me contó algo sobre el proyecto y nos reímos mucho. Para mí es una comedia muy actual. Me encantó la idea. El productor vive en Los Ángeles, hace películas en Estados Unidos… Ya veremos.

-¿Qué te pasó con Argentina 1985?

-Me encantó. Es importante. Sirve para entender lo que pasó en nuestro país, como esas películas de afuera que nos muestran lo que pasó en otros países.

-¿Te peleás con lo que quiere el público frente a lo que se considera un buen producto? Te pasó con la película La Mary, que hiciste con Carlos Monzón: se convirtió en un filme de culto, pero las comedias que hacías con Olmedo y Porcel fueron mucho más vistas.

-Como Mi novia el travesti, que los militares prohibieron que se llamara así y terminó siendo Mi novia él. Una locura. No se podía decir “travesti”. Si vinieran ahora, se morirían. Pero era el momento, eran los setenta, había que hacer películas “sanas”, de humor tonto. Siempre era lo mismo. Sin embargo esa película, por ejemplo, fue muy buena para mí. Me llamó Alfredo Alcón para decirme que había ido al cine a verla, que le había encantado y que me felicitaba por mi trabajo. Yo no lo podía creer. Gracias a él, aprendí que cuando algo me impacta, también tengo que llamar para felicitar. Me pasó con El Ángel, la película de Robledo Puch, que el protagonista, Lorenzo Ferro, era increíble y se lo dije.

-¿Protagonizarías una serie?

-Me encantaría. Acá se hacen muy buenas series. La de Francella, El encargado, me encantó; lo mismo que Iosi, que me volvió loca. También El Marginal, que originalmente estaba hecha para televisión. Ahora las ficciones se mudaron a las plataformas de streaming.

-Se dice que Wanda Nara es tu sucesora. ¿Estás de acuerdo?

-¡Ay, mi amor…! Ella me causa mucha gracia, es muy graciosa. Además es lanzada, es viva… En eso quizás se parece a mí. Pero yo creo que nadie reemplaza a nadie. Fijate en las grandes actrices del mundo: ¿quién reemplazó a Brigitte (Bardot)? Nadie ¿A Sofía (Loren)? Nadie. ¿A Gina (Lollobrigida)? ¿A Raquel (Welch)? ¡Casi me muero cuando vi que se había muerto! Estaba brutal. La vi en una nota hace más o menos dos años: tenía el cuerpo igual, bueno, más o menos como yo… Mantenía una frescura y una belleza… Y eso que era un poco rompe bolas. Yo la tuve en el programa. El productor que le puse para que la fuera a buscar la llevó a dos o tres hoteles y no le gustaba ninguno. Que la luz, que las habitaciones, que el lobby… Ya no la soportaban más.

-Una diva.

-Sí, era una diva.

-¿Y vos? Para los argentinos también sos una diva.

-No tengo ninguna actitud de diva. Te habrás dado cuenta. No soy así. A mí me gusta amar a todo el mundo, soy cariñosa, me gusta estar cómoda… Yo me saco los zapatos y me tiro en el sillón. Raquel estaba toda durita sentada, siempre en pose. Soy normal. Si me equivoco, lo digo. No me hago pasar por algo que no soy. Digo la verdad. Y creo que eso es lo que a la gente le gusta de mí. 

Extraído de Clarín

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