¿Quién quiere ser millonario?
Influencers eufóricos, mostrando brillos, vociferando que son ganadores, que todos pueden serlo porque es facilísimo, y sólo los giles perdedores que creen en el esfuerzo, en lo que lleva tiempo, no se avivaron.
Nunca escuché tantas veces la palabra "millonario" en mi consultorio como en estos últimos 2 años, más o menos.
¿Quiénes la dicen? Los chicos que se engancharon adictivamente con las apuestas y son traídos por sus padres.
Ahí conversamos, y son escenas increíbles: padres profesionales, comerciantes, laburantes de toda la vida que no entienden esta desesperación por los millones de la que hablan sus hijos.
Ellos, varones que están empezando una carrera, o que están absolutamente desorientados, pero que creen plenamente en la vida que los influencers a los que siguen les muestran en las redes sociales.
Influencers eufóricos, mostrando brillos, vociferando que son ganadores, que todos pueden serlo porque es facilísimo, y sólo los giles perdedores que creen en el esfuerzo, en lo que lleva tiempo, no se avivaron.
Ellos se volvieron millonarios con un par de cliks, y viven regio: viajan en primera, consumen lo que se les antoja, no tienen horarios ni empleadores; ellos son la representación de la libertad.
Estos personajes millonarios y libres (sólo frente a la cámara encendida, claro) que son violentos y vacíos, y empujan hacia la violencia y el vacío.
Estos personajes que no se autorregulan, que no les importa en absoluto quienes están mirándolos y escuchándolos, y que vaya a saber qué tiene que pasar para frenarlos un poco, porque ellos no tienen en su diccionario la palabra "freno".
No claro, que los pibes se enfermen de ludopatía no sólo es responsabilidad de estos personajes. Son varios los actores que inciden: los padres, el Estado y su legislación, la industria, las publicidades, y en último término los propios pibes. Ellos deberán pensar qué es eso de ser millonarios, para qué sirve la plata, qué es ser libre. Ah, y deberán pensar también en el otro, en sus otros. Porque la vida no es Instagram, ni Tik Tok.
Porque la vida, al menos lo que toca el alma, tiene otros tiempos. Y tiene a los otros que están cerquita cuando uno los necesita. Si no es así, la vida sólo es una simulacro, una sombrita. Millonaria tal vez, pero sombrita.
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