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¿Quién es valiente?

Prácticamente todos los mensajes hacían referencia a mi valentía por realizar la denuncia

Después de haber hecho público el abuso sexual y las lesiones que sufrí por parte del Juez Juan José de Oliveira, hijo del Subprocurador de la Provincia de Buenos Aires, quienes claramente ostentan un enorme poder e influencia sobre el Poder Judicial y sus miembros, he recibido centenares de mensajes solidaridad por distintos medios.

Primero llegó el abrazo incondicional de mis hijes, a quienes no les gusta ver a su mamá llorando hecha pedazos por canales de televisión, radios y diarios. Y seguramente odiarán por momentos que esta madre no se deje de joder peleando luchas propias y ajenas, en lugar de ser una mamá normal que haga postres y tortas de chocolate.

Más tarde empezaron a llegar mensajes de solidaridad de los lugares más recónditos de la Argentina, de Latinoamérica y de la Unión Europea. Sí, también de la Unión Europea. Vaya aquí mi agradecimiento.

También los distintos medios de difusión masiva tomaron y replicaron la noticia cumpliendo, en general, con su función social de difusión y prevención de este tipo de delitos aberrantes. 

Algunas personas fueron violentas y crueles con sus comentarios sobre mí y sobre mi relato. Algún programa televisivo dejó ver su cara más patriarcal, violenta e hipócrita, atribuyéndome la culpa de lo que me había ocurrido. 

Claro que, a diferencia de otras víctimas, yo ya sabía que todo eso iba a ocurrir.

Pero por cada mensaje violento hubo quinientos solidarios y sororos. Por cada periodista inculta y machista hubo veinte o treinta preocupadxs por ser cuidadosos y respetuosxs.

Las universidades de La Plata y la Arturo Jauretche se manifestaron desde lxs docentes, no docentes, investigadores, extensionistas, graduadxs, autoridades y, por supuesto, alumnxs.

Mis pasantes de la consultora pericial se rompieron y se volvieron a armar. No fue fácil asumir el golpe. De pronto la profe quien recibía a diario a lxs sujetxs vulneradxs por distintas violencias había cambiado de silla.

Mi abogado, siempre a mi lado, por poco tiene que disculparse por ser varón y ser mi abogado. Pero sigue a mi lado.

Desde las comisiones de mujeres del Partido Justicialista hasta los distintos gremios de toda índole, incluso los judiciales, salieron a repudiar el hecho.

Por supuesto los organismos de Derechos Humanos se hicieron presentes de inmediato.

La recientemente designada Ministra del Ministerio de las Mujeres de la Provincia de Buenos Aires me recibió junto a su gabinete y me trataron con sororidad y cuidado. Me atendió en su “no despacho”. Unx funcionarix que no necesita demostrar poder a través de lo material, debe tener muy en claro que las peleas y las transformaciones sociales pasan por otro lado, ese lugar importante donde se entiende que “donde hay una necesidad existe un derecho”.

Pero en toda esta vorágine, mientras yo no podía comer porque el asco me invadía, ya no salía a correr a mi amado parque porque no me quería volver a poner ropa deportiva, algo resonaba una y otra vez, así como el abuso se reencarna en mi cabeza y en mi cuerpo cada vez que lo repetía… 

“Valiente”.

Prácticamente todos los mensajes hacían referencia a mi valentía por realizar la denuncia… 

No denunciaba un robo. Denunciaba haber sido víctima de abuso sexual y lesiones por parte de un Juez, sano hijo del patriarcado, que escondido en su poder e impunidad abría la puerta a los delitos de género, vía libre al femicidio/feminicidio del cual nos sorprendemos mes a mes, año a año.

“Valiente”.

Lo agradezco porque sé que es una señal de amor. Pero no, no me considero valiente.

Valiente es la nena que hace unos veinte años se sentó y me contó con sus enormes ojos verdes que había sido abusada, mientras el padre no le creía. Valiente es su abuela que peleó contra un Poder Judicial misógino donde el secretario del juzgado de menores le decía que la nena había gozado mientras la abusaban.

Valiente es Nacho de ocho años que mientras yo lo revisaba quería que salieran las lesiones de su cola junto a su cara para que no dijeran que “ese culo no era de “él”, o cuando me decía “cómo voy a estar bien Vir, si mi hermano de 17 años todavía está siendo violado por la larva (su padre y abusador) mientras yo juego al tenis”.

Valiente es Simón, a quien le archivaron dos veces la causa penal, que a los seis años me decía que era un superhéroe para defender a otros nenes mientras me contaba cómo su papá y su tío lo abusaban detrás del televisor bajo la visión de la abuela paterna que pasaba y no hacía nada.

Valiente es Gianlucca que después de haber sido violado por su papá poderoso a los 6 años tuvo que volver a exponer su intimidad a los 11 en el juicio oral, porque la defensa técnica del abusador ponía en duda las lesiones porque las consideraban congénitas.

Valientes son Valentina y Carola violadas en manada por su papá y sus amigos de los barrios cerrados de Tigre que después de contar lo que les pasaba en una primera Cámara Gesell , fueron revinculadas por el poder judicial y vueltas a violar.

Y así sigue la inimaginable y extensa lista de niñxs y mujeres que son valientes frente a un sistema que lxs expulsa, que no les cree, que lxs revictimiza. Que trata a las mujeres como locas y las somete a estudios y pericias para que demuestren que tan violadas fueron, en un loco afán de descubrir que es mentira una violencia que nos aplasta como una pandemia.

“Valiente”.

Yo no soy valiente. Hoy me desperté llorando entumecida en el terror de una pesadilla donde un montón de monstruos inasibles se me tiraban encima y yo no podía moverme, paralizada, llorando en la cama, haciendo fuerza para respirar…

Quizás sea la respuesta a la decisión del fiscal general de La Plata que excusó a todos y todas sus fiscales porque el juez imputado había tenido trato “funcional y cordial” con todxs ellxs durante unos años. 

Un departamento judicial entero me dejó huérfana de justicia.

Qué pasará con los otros departamentos judiciales, si todos los fiscales de la provincia dependen del padre del imputado? Qué mensaje le queda a las otras víctimas?

Yo no soy valiente.

Yo sólo soy la voz y la escucha que le negaron a esos enormes ojos verdes cuando no le creyeron, cuando no hicieron justicia. 

Mi vida cambió ese día. Me dí cuenta que ser una gran cirujana ya no era mi sueño, que la atrocidad me había puesto en ese lugar y en ese momento para escuchar, para abrazar, para contener y para prepararme para las peleas más perdidas del universo.

Me di cuenta de que aprender a acompañar en el brutal y desgarrador camino de la búsqueda de la justicia a aquellxs sin voz no era una elección, era una obligación, un destino, una asignatura pendiente.

“Valiente”.

Yo no soy valiente. En el mejor de los casos soy cabeza dura, soy perseverante. No me rindo fácilmente. Pero después me desplomo hecha un bollito minúsculo en mi cama esperando un abrazo salvador de tanto dolor y desesperanza.

Valiente será el estado que haga propia esta lucha y entienda que sin prevención y capacitación interdisciplinaria en las áreas de Salud, Justicia y Educación no hay cambio de rumbo posible. 

Hay que bajar los libros de las bibliotecas, sacarles el polvo y transformarlos en acción en la trinchera, para que quienes sean lxs primerxs efectorxs de salud, educación y justicia trabajen en equipos especializados para el abordaje de las violencias, para que cuando lleguen todxs estxs expulsadxs del sistema, tengan lo que se merecen, dignidad y justicia.

¿Quién es valiente?

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