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¿Qué podemos esperar de los debates?

Por Santiago Giorgetta y Manuel Zunino. Muchas veces estas escenas, corren el riesgo de tener poco de discusión sobre las grandes problemáticas públicas y mucho de slogans políticos.

Este domingo se producirá la primera parte del debate presidencial obligatorio, que tiene como finalidad “dar a conocer y debatir ante el electorado las plataformas electorales de los partidos, frentes o agrupaciones políticas”. Además la Ley 27.337 plantea que se trata de un derecho ciudadano para “aportar a un voto informado y contribuir al fortalecimiento de la democracia”. 

Más allá del postulado legal ¿Nos encontraremos con un verdadero debate? Muchas veces estas escenas, corren el riesgo de tener poco de discusión sobre las grandes problemáticas públicas y mucho de slogans políticos. La mayor parte de los candidatos se presentan super-coucheados y el formato de su discurso termina asemejándose al de un spot de campaña.

Más bien, operan como los espacios ideales –principalmente por los records de audiencia- en los que los políticos acaban de delinear las imágenes que quieren proyectar de sí mismos ante el electorado.

Luego, una vez terminado el debate, la pregunta que ronda suele ser quién fue el ganador y quién el perdedor.

Sin ánimo de desanimar al lector, en la mayoría de los casos el efecto que generan es consolidar las tendencias previas. Mucho más en un escenario electoral con una diferencia cercana a los 20 puntos, en el que los indecisos son muy pocos y con candidatos que llegan con altos niveles de conocimiento. Excepto quizás que suceda algo inesperado, lo que es poco probable por el nivel de estructuración de la escena y la poca posibilidad de interacción entre los actores.

En cuanto a la posibilidad de cambio de preferencias del votante, la evidencia indica que las audiencias están más orientadas a atender y coincidir con la perspectiva más cercana a su creencia previa y a utilizar la información del debate para reforzar su opinión original.

En este sentido ¿tiene importancia el formato y la organización de los debates? Hay ciertos aspectos que es necesario no dejar de poner en consideración, para pensar los efectos que pueden tener sobre la construcción de los mensajes.

Por una parte, el rol de los conductores y su nivel de involucramiento, es decir, en qué medida quienes moderan pueden intervenir en la discusión. Son los encargados de administrar las reglas de juego, y siempre se corre el riesgo de que lo hagan imponiendo una geometría flexible. Su selección es un asunto controversial, tanto como la definición de las pautas sobre la forma en que plantearán las preguntas a los participantes y sus márgenes de movimiento discrecional.

También es muy importante la iluminación y el manejo de la cámara, asuntos que fueron muy bien ilustrados por Mario Riorda en distintas intervenciones en medios de comunicación.

Por último, el elemento central es el nivel de interacción que se permite entre los participantes. En el debate en la Ciudad de Buenos Aires se observó a candidatos más preocupados por recordar lo que habían ensayado que por debatir con sus adversarios. Excepto Gabriel Solano, quien menos tenía para perder y en ocasiones se corrió de los libretos, el resto se ajustó a los parámetros prestablecidos.

Luego, por momentos, en los gestos de los candidatos se podía intuir el ánimo de repreguntar, pero la cancha estaba marcada y no podían más que aceptar las reglas que del juego.

Más allá de las críticas y advertencias sobre la puesta en escena, el principal aspecto positivo tiene que ver con que el interés de la ciudadanía respecto a los procesos electorales aumenta con los debates y que funcionan como un estímulo para interesarse en cuestiones políticas.

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