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Precios, gremios y elecciones: un mal cóctel

* Por Eduardo Aulicino. El ajuste impregna casi todos los actos de gobierno, ahora de manera más visible, entre otras razones porque el discurso hace agua, confronta con una realidad que no es la publicitada y se descascara idelógicamente.

Nota extraída del diario Clarín.

El caso de los salarios docentes es ilustrativo: remite al deterioro de los sueldos y proyecta un panorama muy delicado para las provincias, muchas de ellas embarcadas en sus propios ajustes por falta de fondos ante el manejo discrecional del poder central. El período de paritarias enfrenta presiones oficiales para cerrar por debajo de la inflación real, objetivo que se intenta maquillar con un retoque en el rubro de ganancias que no resuelve nada –y hasta puede agravar la situación– y un acuerdo de precios de dudoso efecto. Ese congelamiento de precios debería vencer a principios de abril, con el clima electoral en plena instalación.

En conjunto, un cuadro complejo, un mal cóctel político.

"No hay provincia que pueda enfrentar por sí sola el aumento a los docentes. Nosotros dependemos del modo en que juegue la Nación.

Y esto le pasa a casi todos los gobernadores ". La afirmación, acompañada por escasa esperanza en lo que finalmente haga Olivos, es de una fuente cercana a Daniel Scioli. Las prevenciones del gobernador bonaerense son alimentadas por la experiencia cercana –el año pasado recibió menos fondos que en los años anteriores– y por la perspectiva poco alentadora de la pelea política que se avecina por listas y candidaturas. Pero no es el único.

Scioli encabeza el listado de los jefes provinciales apuntados desde el Gobierno nacional. El cordobés José Manuel de la Sota y el santafesino Antonio Bonfatti también observan el cuadro con atención, al igual que Mauricio Macri, otro que se prepara para una complicada mesa con los maestros. Las señales de inquietud, de todos modos, superan esas fronteras y han partido también de distritos alineados con la Presidenta, aunque en forma más reservada.

La negociación nacional con los docentes interesa por su oleaje: no afecta directamente a ninguna escuela, pero fija una referencia global (ver pág. 10). Los gremios que discuten allí se encuadran en las distintas vertientes del sindicalismo más o menos comprometido con Olivos. Esa posición, sumada a la precariedad de las finanzas locales, multiplica la preocupación de los jefes políticos de los distritos referidos.

Nadie quiere hacer pronósticos sobre el inicio de las clases.

El número que surja de esas rueda nacional tendrá entonces impacto político, aunque difícilmente pese en la tanda de paritarias que se viene. El Gobierno, por supuesto, no blanquea sus presiones para que se negocien acuerdos por debajo de la inflación pasada y de los registros de precios que se temen, pero apenas impuso el congelamiento a los supermercados dejó trascender que eso debería descomprimir los reclamos sindicales. No piensan eso los jefes gremiales, ni los oficialistas ni los opositores.

Pero aquel congelamiento tiene otros ingredientes. Habrá que ver todavía cómo funciona el mecanismo –poco transparente, sin referencia siquiera sobre los valores supuestamente acordados–, pero ya se especula sobre la finalización o extensión de esta medida.

Según el anuncio, el sostenimiento sin variantes de los precios finaliza el 1° de abril. ¿Será posible desmontarlo entonces? En medios políticos, se advierte que para esa fecha empezará a jugarse fuerte en función del almanaque electoral. Hablar de elecciones remite a octubre, pero el cronograma anota capítulos previos: las primarias obligatorias, en agosto, y antes, hacia mediados de año, el cierre de alianzas y de listas de candidatos. Esa dinámica suma interrogantes propios sobre la breve o larga vida del congelamiento, más allá de los resultados.

El Gobierno, como en otros terrenos, elude los debates, acepta tardíamente la existencia de problemas graves, como la inflación, en este caso. Y exhibe al mismo tiempo desgaste de voceros o directamente ausencia de ministros en rubros sensibles, como economía y seguridad.

Hay, en simultáneo, desajustes entre dirigentes que se exponen y los temas tratados o, si se prefiere, entre discurso y realidad. Amado Boudou, con registros de imagen por el piso según la mayoría de las encuestas, se permitió exhibirse como soldado destacado de la carga contra Scioli, algo que todavía agradecen cerca del gobernador y maldicen algunos cristinistas. Julio de Vido se muestra como abanderado de la re-reelección, en un verano plagado de cortes de luz. Y Florencio Randazzo, antes con discurso político articulado, se concentra ahora en el área de transporte, con publicidad centrada en ferrocarriles, y en particular en el destartalado Sarmiento: para mostrar mejoras hasta contabiliza la cantidad de "soldaduras" realizadas.

El oficialismo no sólo padece fatiga de voceros.

También se astilla en el terreno práctico. Ha transferido parte de los problemas a los gobernadores y otra porción, a los jefes sindicales amigos.

Se trata de las primeras pruebas del año sobre el ajuste sólo negado en el discurso.