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Perseguidor premiado

Que una facultad de periodismo distinga a Hugo Chávez es un alarde de sectarismo que pervierte la formación intelectual y moral de los futuros profesionales.

Sólo en clave irónica puede ser entendido que la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata haya conferido a Hugo Chávez el Premio Rodolfo Walsh por "afianzar la libertad de los pueblos". Si hay mandatario que en los últimos años se ha distinguido por su violencia contra el periodismo no oficialista de su patria es, precisamente, el presidente de Venezuela. Es la suya una guerra personal, vengativa, un ajuste de cuentas contra medios críticos, algunos de los cuales apoyaron en 2002 una rebelión popular que estuvo a punto de desalojarlo en forma definitiva del poder.

Es obvio que esa actitud del periodismo opositor no fue independiente. Fue un periodismo "comprometido con su tiempo y las luchas de su tiempo", para definirlo con palabras de Florencia Saintout, decana de la facultad platense, al fundamentar su insólita decisión, que ayer sumó la adhesión de la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba.

Las represalias de Chávez contra los medios no tardaron en llegar: cancelación de publicidad oficial, clausuras, denuncias judiciales, medidas de acción directa de sus fuerzas de choque, que culminaron en 2007 con el cierre de Radio Caracas Televisión, el mayor multimedio de Venezuela, forzado al cierre de sus emisiones. Estimulado por ese éxito, Chávez va ahora por el otro gran objetivo: la cadena privada Globovisión.

A pesar de los ataques sistemáticos del gobierno, las seis denuncias consecutivas aplicadas por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, multas millonarias y amenazas de incautación de microondas, Globovisión mantiene su línea editorial opositora al Gobierno. Uno de sus principales accionistas, Guillermo Zuloaga, fue detenido temporalmente mientras se amaña un juicio contra él y tuvo que exiliarse junto con su hijo.

El sábado 3 de agosto de 2009, Chávez ordenó a su ministro de Infraestructura, Diosdado Carballo, el cierre de 34 emisoras de radio y dos días después grupos armados dirigidos por Lina Ninette Ron Pereira ("Lina Ron"), pareja del dictador, asaltaron las instalaciones de Globovisión disparando y lanzando granadas, en la escalada de acciones violentas que apoyan la estrategia de intimidación que se lleva adelante, pese a la negativa reacción internacional que suscita esta política de sujeción del periodismo.

Así, Catalina Botero, relatora especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh), denunció que los periodistas y propietarios de Globovisión son sometidos "a constantes estigmatizaciones y amenazas por parte de los más altos funcionarios públicos, así como a ataques privados provenientes de grupos afines al Gobierno".

Este clima de confrontación, que en otro momento hubiera causado sorpresa en la Argentina, hoy nos suena conocido: ataques verbales, pintadas, escraches, intimidaciones, bloqueos a plantas impresoras... todo vale, también aquí, para descalificar a quien no acompaña el discurso oficial. Sólo en este contexto se entiende que facultades de periodismo elijan a Chávez como modelo. O, en todo caso, es una muestra más del sectarismo que ha ganado a las universidades argentinas.