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Nuestros primeros cien años

Cuando "Río Negro" salió a la luz por primera vez era razonable suponer que se trataba de otro periódico de vida efímera como tantos que hace un siglo circulaban en la Patagonia.

El diario sobrevivió a todas las vicisitudes que le esperaban por una razón muy sencilla: siempre ha sido mucho más que una mera empresa comercial. Al comprometerse el fundador, Fernando Emilio Rajneri, a estimular el libre intercambio de ideas sin "otras limitaciones que las impuestas por la verdad y la cultura", a quedar libre de ataduras personales o "de círculo" y a comentar los hechos "sin apasionamiento, sin jactancia y también sin temor, sin debilidades, seguros de cumplir así con un deber del que nada podrá desviarnos", dejó claro que el periódico se basaría en un conjunto de valores de importancia fundamental. A pesar de todas las dificultades, "Río Negro" ha procurado mantenerse fiel a aquellos principios muy exigentes que se reivindicaron un siglo atrás. Podemos celebrar los primeros cien años del diario porque supo resistirse a la tentación de pactar con intereses económicos o con corrientes políticas poderosas, de las que algunas se oponían –y siguen oponiéndose– a la libertad de expresión, fuera a través de presiones comerciales o, en el caso no sólo de la dictadura militar que se dio el nombre kafkiano "El Proceso" sino también de grupos de mentalidad totalitaria, con amenazas.

Mucho ha cambiado desde que nació "Río Negro". En 1912 no había radios –las transmisiones regulares llegarían al país, un pionero en la materia, en 1920–, la televisión era aún una fantasía futurista e internet hubiera asombrado hasta a los aficionados a la ciencia ficción más imaginativa. Los pobladores de General Roca y otras localidades del norte patagónico dependían casi por completo de la palabra impresa para enterarse de lo que sucedía en el país y en el resto del mundo que ya evolucionaba a un ritmo estremecedor. Aunque en los años que siguieron a la aparición de "Río Negro" proliferarían las fuentes de información, el diario no perdería influencia. Ni siquiera en la actualidad, cuando se ha hecho tan fácil acceder a casi todos los diarios del planeta "en tiempo real" y es común oír hablar de la muerte próxima de los periódicos tradicionales más afamados, se ha visto sustituido por otros medios. Como pretendía su fundador, sigue siendo un lugar de encuentro en que se discuten distintos puntos de vista, a menudo con palabras y argumentos muy similares a los de un siglo antes ya que ciertos debates no terminarán nunca, y cualquiera puede hallar en sus páginas, o en su sitio en la red, lo necesario para estar bien informado sobre lo que está ocurriendo tanto en las provincias de Río Negro y Neuquén como en el país y en otras partes del mundo. Al igual que todos los demás medios de comunicación, "Río Negro" tendrá que adaptarse continuamente a las transformaciones que están en marcha y las que vendrán; con tal que se aferre a los principios que lo han guiado desde aquel 1º de mayo de 1912, sobrevivirá a los desafíos así planteados.

En los últimos cien años hemos visto pasar guerras terribles en el exterior, además de una, por fortuna en escala menor, en que sí participó la Argentina, y una sucesión de movimientos políticos, algunos autoritarios e incluso brutales, otros democráticos y respetuosos de los derechos de todos los individuos. En dicho lapso los territorios que serían las provincias de Río Negro y Neuquén han avanzado para adquirir un grado de prosperidad económica e integración social que en 1912 hubiera parecido utópico pero que, en comparación con lo logrado en otras partes del mundo desprovistas de los recursos materiales que tanto abundan aquí, es legítimo calificar de muy decepcionante.

Así, pues, la situación en que nos encontramos no es tan distinta de la enfrentada por quienes nos antecedieron poco antes de la Primera Guerra Mundial que golpeó, pero no destruyó, las ilusiones de progreso constante que tanto habían contribuido al desarrollo del país. Por cierto, no hay nada anticuado en la fe que tenían en la libertad, el pluralismo, la educación y la racionalidad, valores éstos que se verían amenazados esporádicamente por los iluminados de turno y que, desde luego, siempre necesitarán ser defendidos contra los resueltos a eliminar todo cuanto no sea compatible con sus ambiciones particulares.