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Mi mamá, la peor del mundo

Dicen que madre hay una sola...¡menos mal! Porque con dos como esta no hay quien hubiera sobrevivido.

Debo confesar que desde muy chica sentí celos de mis amigos y compañeros de colegio quienes tenían "madres perfectas" cuyas miles de virtudes se cansaban de comentar y mucho distaban de las pocas que yo podía enumerar de la mía.

Mi mamá nunca me despertó con una sonrisa (todas las  mañanas de mi época escolar me levanté al grito de "Dale, son las 7:05, vas a llegar tarde"), no me esperó con la comida lista y a los nueve años entendí que no se le puede contar un secreto, a menos que uno quiera que en cinco minutos ya se haya enterado todo el barrio.

Mi "vieja" jamás fue muy propensa a las demostraciones de cariño e incluso suele quejarse cuando uno quiere hacerle un mimo.

Nunca logré contarle ningún proyecto sin que le encontrara puntos negativos y mucho menos pude hacer alguna tarea doméstica sin que ella dijera que podía hacerla mejor y más rápido.

No recuerdo alguna vez que me haya dicho que soy la mejor, la más inteligente o linda, como suelen hacer sus pares con sus respectivas hijas, y a decir verdad creo que podría contar con los dedos las veces que me dijo que me quiere a lo largo de toda mi vida.

No he recibido consuelo de su parte durante épocas de mal de amores ni elogios excesivos ante logros muy merecidos.

Dicho esto queda claro que podría pelear el primer puesto a la peor madre del mundo, o ganarlo directamente si me apuro un poco, y sin embargo no puedo menos que amarla infinitamente. 

Su sola presencia y su "aguante" estoico y silencioso ante las miles de vicisitudes de la vida cotidiana familiar la convirtieron en ese ser maravilloso de cuentos de hadas que tanto añoraba que fuera durante mi infancia. 

Su peculiar carácter me enseñó que el amor y la compañía no vienen en una forma estándar y que sin embargo siempre van a estar ahí cuando uno los necesite.

Con el correr de los años fui entendiendo que siempre, a sus propios modos, las madres hacen lo que creen mejor para sus hijos y que todas esas cosas, que tanto les reprochamos, nos hacen ser las personas que somos. 


Porque todas son particulares, y nosotros no somos perfectos, vale este día para rectificarnos por ser los peores hijos del mundo y disfrutar de su invaluable existencia. ¡Feliz día madres!