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"Mi debut como actor fue en bolas, en un escenario"

Mientras ensaya una obra de teatro y terminó de filmar con Viggo Mortensen, Daniel Fanego brilla con su personaje de Logroñeses en El elegido, por Telefe. A los 56 años, se enorgullece de su trayectoria, que incluye un pasado como galancito y desnudos sobre tablas.

Este es un año muy fructífero para Daniel Fanego (56) que es parte del elenco de la novela de Telele, El elegido, en donde interpreta a Logroñeses, un personaje misterioso y con poderes espirituales. Además hizo en teatro Suelo a Capistrano, ahora está gestando otra obra, y acaba de filmar una película con Viggo Mortensen, Todos tenemos un plan. Arrancó su carrera siendo uno de los galancitos de los ’80, en telenovelas como Señora Ordóñez.

La cuñada o Chiquilina mía. Se transformó en un actor de muy buena reputación y todos quieren tenerlo en su elenco. En pareja desde hace diez años con una contadora pública llamada Laura, Fanego es padre de Camila y Manuel, que también se dedican al arte.

-¿Cómo es que un galán de telenovelas se transformó en un actor de prestigio? Casi siempre quedan encasillados.

-No es una transformación, sino producto del trabajo. Muchos compañeros arrancaron siendo galanes y reorientaron su trabajo en función de sus propios deseos, de las circunstancias, En mi caso, fue una mezcla de todo. A los 22 años debuté con La lección de anatomía, en bolas en un escenario. Y no es mal comienzo porque a partir de ahí. hay que apostar un poco más. Y siempre aposte nunca me quedé a inedias. Hice novelas con dedicación, e intenté aportar calidad: traté de no quedarme en lo que se me ofrecía, también busqué. A veces no hice lo que quise pero hacerlo bien, me parece, me permitió elegir después. Además hay que tener conciencia de que esto es un trabajo y que hace 30 años que nos cruzamos por los pasillos y los sets, estamos y vamos a seguir estando.

-¿Pero cuándo hiciste el click?

-Hubo un momento en que empecé a tomar decisiones. Un año se me presentaron ofertas teatrales y televisivas y. a costa de perder dinero, elegí lo que me interesaba más. Estudiaba Derecho y dejé, no me iba a recibir jamás. Había ingresado para darle gusto a la familia y porque era el destino de cualquier chico de clase media: recibirse de médico, abogado o ingeniero. Mi hermana dice que yo quería ser pediatra y ella terminó siendo pediatra y yo actor, y siempre me reclama cuándo se hizo ese canje por el que ella se quedó con los chicos y yo me subí al escenario. De todos modos, ella también se sube al escenario porque forma parte del Grupo Vocal de Buenos Aires.

-También contagiaste a tus hijos.

-Les envenené la cabeza a todos (ríe). Camila es productora de cine hace diez años. Ahora, cuando hago alguna película, me dicen: "Ah... sos el padre de Camila". Y yo me hincho de orgullo. Manuel es músico y también actor, trabaja en grupos independientes.

-¿Tenés ganas de ser abuelo?

-Los guachos c... pero no me dan nietos.
Me encantaría ser abuelo. No sé qué clase de abuelo sería, pero veo que todos los que lo son viven felices con sus nietos.
A mis amigos abuelos se les cae la baba, han descubierto una glándula distinta, una hormonalidad diferente y una forma del amor que llega en un momento de la vida y está buena. Pero a su aire, no los quiero forzar.

-¿Tenes hobbies? ¿Qué hacés cuando no trabajás?

-¿Hobbies? Arreglar las cosas de la casa, pero eso más que nada es una necesidad... Tengo perro, gato y estoy en pareja hace diez años con Laura, que es contadora pública.

-Ah, tu mujer no es artista, es una persona seria.

-Es una posición bastante más respetable que la mía (ríe). Es una profesional, tiene su estudio, diploma. Cuando da referencias, es más seria que yo. El mío es un oficio que se puede aprender practicándolo o en una escuela, y fundamentalmente es el trabajo lo que te distingue.
Por eso me interesó estar en el grupo que distinguió el Konex.

-¿Y cómo te llevás con la edad? ¿Sos coqueto?

-No estoy peleado con mi edad. Paso por un momento bárbaro en mi vida. Tengo muy buena salud, trabajo, proyectos, relaciones afectivas y más conocimiento y experiencia.
De modo que no la paso mal... Más bien la paso fenómeno. Aprendí a evitarme cosas que no me gustan. Me canso más, quizá. No, mentira, tengo más fiaca y menos pulgas en decir acá no voy, esto no lo hago o no lo quiero.

-¿Practicás deportes?

-Estoy vaguito últimamente, sobre todo ahora que terminé de filmar.

-Cambiando de tema. No militaste de joven pero hace un tiempo asumiste un compromiso político y con los derechos humanos.
¿Cómo se desarrolló ese interés?

-Es cierto que no milito de joven ni mi familia nunca lo hizo tampoco. Milito por el legado que dejó la generación de los (Juan Carlos) Gené, los Tito Cossa, los (Carlos) Gorostiza, los (Tato) Pavlovsky, los (Norman) Briskí, las (Griselda) Gambaro y muchos otros que se me quedan. Crecí ideológicamente con el teatro. A mí el teatro me hizo mejor persona, más amplio, más abierto, me acercó al conocimiento y no es raro porque espeja lo humano y eso te obliga a ahondar, leer, ver, conocer, comprometerte. La primera vez que me paré debajo de una bandera partidaria fue la de los actores peronistas en 1982 en la marcha de Paz, pan y trabajo. Ahí definí mi identidad partidaria. Y el resto es el camino que se fue haciendo y nutriendo de la realidad y las circunstancias.

-¿Nunca pensaste en tener un cargo público?

-No. El actor tiene un lugar público inestimable.
Eso sí lo sabía cuando hice Teatro x la identidad.

-¿A quién votaste?

-A Cristina hasta con los tuétanos. Creo en este modelo de país, hace ocho años que cambió la historia en la Argentina. Como decía Perón, se trata de cambiar la manguera.
Siento que se dio una vuelta de hoja. Apoyé a (Daniel) Filmus la primera vez y en el balotaje, y no me arrepiento porque prefiero perder con los que estimo y con mis convicciones y no dejarlas colgadas en el perchero.

-Hablemos de trabajo. Logroñeses es uno de los personajes más enigmáticos de £1 elegido. ¿Qué te atrapó de él?

-Logroñeses es un guía, tiene un plan y eso me interesó del personaje. Es un hombre con condiciones espirituales y me lo imaginé siempre desde lo sagrado. Además, trabajar con Pablo (Echarri) es un placer; hicimos Resistiré y le tengo un afecto casi familiar diría. Sé cómo trabaja, me siento cómodo. La historia es fuerte y está en la calle. Aprendí a medir el rating con el cuerpo. Siempre me paran y me saludan y con Logroñeses pasa algo increíble: me hablan como si fuera un manosanta.
Me preguntan cosas de la tira, quieren saber quién soy en realidad.

-¿Vos tenés guías espirituales?

-No, fui educado en la religión católica que dejé prudentemente con los años y con la vida.
Y ahora estoy como el emperador Adriano, del libro de Margueritte Yourcenar, Memorias de Adriano. En la contratapa dice algo así como: "Los viejos dioses ya no asustaban a nadie, las nuevas religiones aún no se habían impuesto, el hombre estaba solo". Estamos solos.

-Quizás eso nos hace fuertes.

-O más débiles. Nos hace lo que somos. No hay nada mágico.

-La novela termina a fin de año. ¿Tenés otros proyectos?

-Estoy armando algo con Pompeyo Audivert sobre unos textos de Patricia Zangaro. Son dos monólogos sobre un reportaje que le hicieron a Armando Discépolo un tiempito antes de morir. La construcción de una obra es la parte más linda y angustiosa, yo quiero tener todo terminado y a la vez no. Me pone ansioso. Y hace una semana terminé de filmar Todos tenemos un plan. Cuando empecé con El elegido apareció la película así que hablé con la producción y acordamos un entendimiento, porque mi personaje entra en dosis homeopáticas.