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Malvinas y la deuda interna

El dolor de haber perdido a mi primo hermano en el buque Belgrano no oculta la sensación de estar viviendo en una sociedad hipócrita donde la autocrítica no está presente.

Estamos recordando en estos días la gesta de Malvinas, las hermanitas perdidas, las eternamente amadas islas, el estandarte de nuestra reivindicación territorial.

 Fuimos desplazados un día de 1833 y nos sentimos ultrajados; fuimos invasores europeos en una América autónoma y  libre,  matando y explotando a los pueblos originarios quitándoles sus tierras y nunca sentimos que los ultrajábamos; recién ahora, en los últimos tiempos, se han alzado voces en este sentido.  

El "carapálida" se hizo dueño y hoy lo sigue siendo ya que a nadie escapa el conocimiento de que el poder económico en América lo detenta el europeo invasor relegando a la miseria y la pobreza al mestizo, al cabecita negra, al que no se le otorga el derecho a vivir en una sociedad justa y equitativa generando la actual violencia social.   

Es motivo de reivindicación el tema Malvinas pero no se nos ocurre tomar con la misma fuerza y patriotismo nuestra invasión interna donde hasta hoy nuestros indígenas siguen luchando por tener un lugar digno donde vivir.

Si nos retrotraemos en el tiempo también pasó lo mismo entre los propios pueblos originarios donde el más poderoso dominaba al más débil; es decir, es una condición humana que es de difícil solución pero no imposible.

El imperio británico fue y es invasor pero no diferente fue nuestro origen. Si bien es cierto que la Argentina no tiene espíritu imperialista, estamos hoy ante una buena oportunidad de, no sólo hacer una crítica hacia afuera, hacia aquél que nos quitó parte de nuestro territorio, sino también hacia adentro y reconocer que la Argentina y América, en general, deben realizar una verdadera autocrítica y generar una sociedad inclusiva.