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Los nuevos desafíos del Mercosur

*Por Alejandro D. Jacobo. El Mercosur deberá profundizar la integración económica. Esta opción le permitirá encarar una verdadera asociación, abierta al mundo.

El Mercado Común del Sur –Mercosur, integrado como socios activos por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; Venezuela adhirió pero aún no se aprobó su incorporación por parte de todos los miembros– celebró semanas atrás su 20º aniversario como proceso de integración.

Acaso rápido y ambicioso, nació mientras sus miembros se abrían unilateralmente al mundo y estabilizaban en simultáneo sus economías, lo que lo tornó vulnerable a diferentes acontecimientos.

El Mercosur redujo barreras arancelarias y no arancelarias, incrementó el comercio entre sus miembros y se dirigió hacia una unión aduanera mediante la negociación de aranceles externos comunes. Sus logros, sin embargo, resultan algo incompletos y la debilidad que exhibe revela un funcionamiento insatisfactorio.

Sin equilibrio interno. Es posible que esta impotencia desaparezca si logra una estrategia de integración equilibrada en lo interno y con países industrializados, lo que se consigue a partir de un mercado único que aleje por completo las distorsiones en el libre comercio intrazona. Requiere, además, la revisión y eliminación de incentivos financieros, fiscales o de otro tipo a las exportaciones entre los países miembros, para después sí avanzar, posiblemente, en políticas de exportación y de promoción regional de la competencia.

A partir de lo anterior, se incrementará y fortalecerá el nivel de interdependencia, mientras los costos del retroceso comienzan a ser prohibitivos.

En el avance surgirá, naturalmente, una mayor actuación conjunta en el área de políticas monetarias y fiscales, por lo cual convendrá tener a mano un programa de coordinación y de convergencia macroeconómica, junto a uno de fortalecimiento institucional y otro de integración física y de infraestructura. Este último es difícil por los costos que ocasiona, pero no imposible. Sobre este particular, hay que señalar que, en la medida en que prospere, los costos del comercio y traslado de bienes, servicios y factores productivos resultarán menores, lo cual fortalecerá la integración.

Existen cuestiones preocupantes, como la asimetría en el impacto distributivo. Al respecto, existe consenso sobre la necesidad de crear instrumentos para compensar asimetrías, pero faltan recursos y un líder regional. Aun con esas ausencias, las políticas e instituciones supranacionales que se constituyan serán una alternativa para corregirlas.

Para ello, el Mercosur deberá ejercitar una de las alternativas, que es la de profundizar-se como proceso de integración económica. Esta opción, recomendable, le permite encarar una integración verdadera conforme a su cometido, abierta al mundo, para desde allí negociar la ampliación del acceso a terceros mercados. El desafío de esta alternativa es progresar en forma firme y pareja en la asociación estratégica, a propósito de los ajustes que necesariamente deberán materializarse en las agendas.

Pensando en el futuro, frente a los acuerdos birregionales que se suscriban y/o los convenios multilaterales que se celebren, el Mer-cosur deberá definir su rumbo con claridad, arbitrando las eventuales diferencias de intereses que se susciten, a través de transacciones dinámicas y sostenibles, que sólo se logran con una actuación unánime. El éxito del proceso dependerá, justamente, de encontrar, junto a los socios, un espacio en un sistema de comercio donde el regionalismo y el mul-tilateralismo convivan, tal vez, en permanente tensión.