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Los consensos políticos en la doble crisis

La crisis sanitaria y sus consecuencias en las prácticas sociales nos enfrenta a lo que los sociólogos llamamos “acontecimiento”.

Alberto Fernandez Larreta Kicillof 2
Alberto Fernandez Larreta Kicillof 2

La crisis sanitaria del Covid-19 está poniendo a prueba los staff políticos a lo largo y ancho del globo. Las comparaciones entre las respuestas que han dado los gobiernos de los distintos países, así como las cifras y datos que se replican, no logran despejar las grandes incertidumbres del contexto actual. Sin embargo, dan cuenta de una certeza: la inexistencia de una respuesta coordinada. No solo vemos una falta de coordinación entre los Estados a escala global, continental y regional, sino que esto se repite inclusive entre los gobiernos nacionales y los de escalas subnacionales. Estados Unidos y Brasil son dos ejemplos de ello. 

La crisis sanitaria y sus consecuencias en las prácticas sociales nos enfrenta a lo que los sociólogos llamamos “acontecimiento”. La ruptura completa de la normalidad, una apertura a lo imprevisible y al mismo tiempo a distintas salidas o a distintos caminos posibles que habitan en la crisis. El vértigo de los problemas coyunturales tiende de manera abrupta a desarticular las soluciones que se presentan de la planificación estratégica de largo plazo. En esa prueba se encuentra la política local.

En una primera observación podemos destacar la voluntad del gobierno nacional de responder de manera coordinada a la crisis presentada por la pandemia. Este nivel de coordinación, que pudo no haber ocurrido, es ampliamente ilustrado en fotos, noticias de reuniones y decisiones tomadas entre Nación, Ciudad y Provincias e incluye a los protagonistas de la grieta. Se desarrolla en la crisis pandémica, entonces, una intención de “desengrietar” que cae bien entre los ciudadanos y que, como veremos, tiene distintas lecturas.

Esta “desengrietación” tiende a formar un centro político entre las fuerzas mayoritarias, o la ilusión de que existe la posibilidad de armar un centro político estable eliminando los “extremos” representados por el PRO y el Kirchnerismo duros. Esta ilusión de estabilidad no deja de ser tentadora en tiempos de crisis, y podríamos caer presa de su encanto, pero la política moderna surge precisamente como resultado de un largo proceso de desencantamiento. 

En un sondeo de opinión pública que realizamos recientemente en CABA y 24 Partidos del GBA, consultamos a los entrevistados por cercanía política entre líderes y prefirieron a Horacio Rodríguez Larreta mucho más cerca de Alberto Fernández que de Mauricio Macri. La cercanía de Rodríguez Larreta con Alberto Fernández o, más bien, la aceptación que tiene esta cercanía, es el síntoma de la división del espacio opositor. La baja asociación entre Mauricio Macri y Rodríguez Larreta visibiliza esa interna porque muestra un momento de desgaste de la imagen del expresidente en la opinión pública que potencia las perspectivas políticas de sus contrincantes internos. 

Sin embargo, que la ciudadanía valore este nivel de coordinación entre los representantes políticos de distintos espacios frente a responsabilidades urgentes y dramáticas como lo es la salud comunitaria, no significa que la misma pueda ser extensiva a otras áreas de la política. Así, aunque los ciudadanos ven con simpatías estos acercamientos, la llamada “grieta” vuelve a aparecer en el terreno de la economía y la asistencia social del Estado. 

En primer lugar, porque la evaluación mayoritaria de la opinión pública respecto a la situación económica del país es negativa. Lo mismo sucede con las expectativas económicas futuras y la situación laboral, donde predominan la incertidumbre y el pesimismo. En segundo lugar, porque medidas como la continuidad del Ingreso Familiar de Emergencia, el bono a la Asignación Universal por Hijo y el bono a los jubilados una vez superada la crisis sanitaria, tienen un importante nivel de aprobación, como también la aplicación de un posible impuesto a las grandes fortunas. 

Recientemente, la situación de la empresa Vicentín expresa este conjunto de disputas. Pone en juego la orientación de la intervención del Estado y expresa potencialmente la capacidad de incidir en un mercado que condiciona a los gobiernos tanto económica como políticamente. El debate en torno a Vicentín, así como la contribución o impuesto a las grandes fortunas, aparecen como las formas de representar estas disidencias entre las coaliciones políticas mayoritarias sobre los caminos a seguir para hacer frente a un mundo que está atravesando por una crisis doble: una crisis sanitaria y económica global. Así, aunque el epíteto “kirchnerismo” o “camporismo” sea reproducido negativamente al nivel de ciertos sectores sociales y mediáticos, a nivel de la opinión pública las políticas expresadas por la coalición que integra este sector poseen una aprobación nada desdeñable. No por nada son parte fundante y esencial del partido de gobierno.

Entre lo político y lo social no hay transparencia, esa relación está mediada por múltiples representaciones y tensiones. Podríamos definir así el contexto político actual como uno en donde la opinión pública demanda dirigentes de perfil moderado que demuestren coordinación y estabilidad frente a la crisis, al mismo tiempo que da consenso a políticas que expresan una ruptura con el modelo económico que legó la gestión de Mauricio Macri. De esta manera, las tensiones internas de cada fuerza y los alineamientos políticos van a marcar la profundidad de los cambios. 

 

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