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Literatura económi-K

Algunos libros recientes describen la desnudez conceptual y operativa del mentado "modelo" oficial y llaman la atención sobre la ausencia de un Estado digno de ese nombre.

-¿Cuál es el proyecto de Aimé que Cristina dice que es una bomba?

-Nada, una boludez de Amado.

La pregunta de Martín Redrado, que era aún presidente del Banco Central, y la respuesta de Sergio Massa, entonces jefe de Gabinete, ocurrieron en la antesala del despacho en que la presidenta Cristina Fernández recibe a sus colaboradores en Olivos. Redrado salía de su reunión. Era el turno de Massa y "Aimé" Boudou, a quien el primero había protegido y promovido como director de la Anses.

Así, a mediados de octubre de 2008, el hoy ministro de Economía expuso a la presidenta su idea de reestatizar por completo el sistema provisional. La movida le daría a la entonces menguante "Caja" de los Kirchner el manejo de los cerca de 100.000 millones de pesos que las AFJP habían acumulado desde su creación, en 1994, y acceso a los 18.000 millones de pesos anuales que aportaban los afiliados al sistema privado. La contrapartida era leve: empezar a pagar unas 120.000 jubilaciones entonces a cargo de las AFJP.

Boudou había expuesto su ocurrencia una trasnoche porteña y a Massa le parecía una locura: hacía menos de un año, él mismo había reformado el sistema, al dar a los afiliados la opción de quedarse en las AFJP o volver al sistema estatal: sólo había vuelto el 20%, aunque el primer pase fue de alto perfil: Néstor Kirchner.

La insistencia de "Aimé" perforó la resistencia de Massa, que lo llevó a Olivos a exponer su "boludez" a la presidenta. Boudou lo planteó claramente: con el empujón de la crisis internacional, el "modelo" se cae a pedazos; manoteemos la bolsa y el flujo anual jubilatorio. Nos da caja para la elección 2009, varios años más y un enemigo perfecto: las AFJP. Cristina llamó a Néstor. El ex presidente miró los números, hizo algunas preguntas y antes de salir de la sala, ordenó: "Denle para adelante; esto tiene que salir cuanto antes".

Tras cierta incomodidad, la presidenta hizo suya la decisión. "Es la primera vez que lo veo reaccionar tan categóricamente con un proyecto", les explicó a Massa y Boudou. Semanas después, se consumaba la reestatización previsional.

La anécdota, contada en "Es la eKonomía, estúpido", el libro de Maximiliano Montenegro, ilustra bien la forma en que se toman las decisiones del "modelo" oficial. No muy diferentes fueron la creación de Enarsa (una idea de Guillermo Moreno, cuyo principal aporte a la energía es importar combustible y haber contratado el vuelo charter en que ingresó el venezolano Antonini Wilson con su famosa valija), Lafsa (la disuelta línea aérea estatal nacida de las cenizas de Southern Winds tras un escandaloso caso de narcotráfico detectado en un aeropuerto español) y Aysa (ex Aguas Argentinas), la reestatización de Aerolíneas Argentinas, la "argentinización" de YPF, las idas y vueltas en telecomunicaciones (¿se acuerdan de las amenazas de De Vido a Telecom?), los subsidios agroalimentarios (origen de la corrupción y posterior disolución de la Oncca) e incluso de la célebre "125", que gatilló la rebelión fiscal del campo.

El de Montenegro y uno más reciente, de Martín Kanenguiser ("El fin de la ilusión") son libros periodísticos que abordan, respectivamente, la trastienda de las decisiones la evolución en el tiempo del mentado "modelo" K. En un modo más ensayístico, y tras repasar la errática marcha de la economía argentina entre 2001 y 2011, Kanenguiser sugiere al final que "la capacidad para sintetizar el pasado hubiera determinado sin duda un resultado mejor para forjar un país más estable, menos volátil, más equilibrado y justo".

Una de las evidencias de que no existe el supuesto "modelo" económico es el hecho de que la economía argentina sigue funcionando hoy, a casi diez años del estallido de diciembre de 2001, con el mismo sistema tributario de los 90s. Las únicas innovaciones importantes fueron el impuesto al cheque, creado por Cavallo en las postrimerías de la convertibilidad, y las retenciones a la exportación, reinstauradas por Duhalde en 2002.

Pese a todos los discursos, no ha habido siquiera un intento de reforma y recuperación del Estado. Hay más fisco y arbitrariedad gubernamental, eso sí, pero no más Estado, si por éste se entiende una serie de prestaciones básicas para la sociedad en su conjunto.

"No funcionan los controles, no se hace cumplir los contratos, es riesgoso todo el sistema de transportes públicos, se atascan los sistemas de salud, seguridad, educación y justicia" escribe Daniel Larriqueta en su excelente "Democracia sin República", un libro de mirada más larga, en la que el historiador y economista mendocino se pregunta si alguien acometerá el "trabajo hercúleo" de reformar el Estado o si, en cambio, "los progresos materiales de estos años se disolverán, de a poco, en los intersticios de la ineptitud del Estado".

Esa ineptitud es más criticable cuando el fisco cuenta con tanto dinero. Un flamante estudio del Ieral, de la Fundación Mediterránea, precisa al respecto que entre 2002 y 2010 los recursos tributarios pasaron de representar el 21,7 al 34,7 por ciento del PBI.

Nunca tuvo un gobierno tantos recursos a mano y, sin embargo, ahí sigue, como si nada, la "ineptitud" que describe Larriqueta, de un Estado que, por caso, gastará este año 70.000 millones de pesos en subsidios a los servicios públicos, mal distribuidos social, económica y geográficamente.

Si se la coteja con los resultados (en salud, en transporte, en educación, en seguridad) es una suma escandalosa: son más de 2.200 pesos por segundo, 8.000.000 por hora, casi 200 millones por día, casi 5.700 millones de pesos por mes, cerca de U$S 1.500 millones para mantener las cosas atadas con alfileres.

Peor aún: en ciertos sectores, como energía y transporte, una política tarifaria indiscriminada, al grabar en los usuarios la idea de que la baratura o gratuidad es un derecho inalienable, alentó el derroche (por caso, en zonas pudientes, la climatización de piletas de natación), la baja de calidad de los servicios y la pérdida de productividad en general.

La recuperación del Estado, en su variante "de Bienestar", es el leit-motiv de "Algo va mal", del fallecido historiador británico Tony Judt, una suerte de legado socialdemócrata para los tiempos por venir, para que la impiedad neoliberal no sea la única alternativa al primitivismo populista.