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Lecciones de vida y escuela

*Por Claudia Romero. En los pliegues de lo cotidiano, más que en los discursos educativos ampulosos, se detecta realmente el lugar que cada país le da a la enseñanza de sus jóvenes. Una historia chilena y otra mexicana iluminan caminos superadores posibles.

Termina el año y es tiempo de balances. En medio de las malas notas obtenidas por Argentina en evaluaciones internacionales que muestran la decadencia de la calidad educativa durante la última década , recupero dos situaciones vividas este año como formidables lecciones aprendidas.

La primera sucedió unas horas después del impresionante terremoto que sufrió Chile el 27 de febrero y que dañó a la mitad de las escuelas del país. En una red de investigadores de la que participamos académicos de distintos países circularon inmediatamente decenas de saludos muy afectivos para los compañeros chilenos. Al finalizar el segundo día después del terremoto llegó el primer mensaje desde Chile. Un colega del otro lado de la cordillera escribió: "Agradezco a todos los saludos que nos han enviado, pero necesitamos ayudas más concretas.

Nuestros niños acaban de vivir su primer gran terremoto, están asustados, y necesitan volver a la escuela cuanto antes.

Los edificios escolares se han derrumbado o quedaron muy afectados, nos llevará años reconstruirlos, pero es imprescindible tener escuelas ya . Necesitamos libros, actividades didácticas clasificadas por temas, materiales para capacitación docente sobre actuación en catástrofes, todo esto debe estar digitalizado, porque estamos armando escuelas virtuales".
Esa noche la presidenta Bachelet habló al país y preocupada anunció que no iba a ser posible empezar las clases antes de una semana . La red de investigadores quedó muda de asombro por las siguientes 24 horas. Costaba creer que cuando aún no terminaban de caer los edificios y en medio de la desolación, hubiera quienes estuvieran pensando en no perder ni un solo día de clases .

Eso sí que era haber hecho de la educación una prioridad nacional.

¿Será esta la explicación de por qué Chile es uno de los países que más ha mejorado su calidad educativa en los últimos años? Comparo.

En Argentina este año sólo seis provincias completaron la cantidad de días de clases. San Luis, por ejemplo, pasó un mes sin clases y nadie dijo nada.

La segunda lección se produjo hace algunas semanas en la Ciudad de México. Estando allí por un seminario, decido visitar la Plaza de las Tres Culturas, el mismo sitio en el que se perpetró la tremenda masacre de estudiantes en 1968. Al salir de la estación Tlatelolco del metro advertí que para llegar a la plaza había que atravesar un barrio "bastante pesado" de desolados monoblocks. "La única manera de salir de aquí es atravesando ese túnel", me dijo una mujer. Lo crucé casi corriendo y con sorpresa descubrí la puerta de una escuela secundaria justo en la salida del túnel.
Para salir del túnel hay que pasar por la escuela; es una buena metáfora, pensé .

Pero la lección se completó al leer lo que decía una bandera que colgaba en la puerta de la escuela. "Esta escuela ocupa el lugar 34 de 167 en la prueba Enlace. Este es nuestro orgullo". Enlace es una de las pruebas de calidad que se aplican en las escuelas mexicanas cada año y esta escuela, pasaporte de salida, estaba orgullosa de ser una buena escuela.
Vuelvo a comparar.

Argentina decidió suspender las pruebas nacionales de calidad el año pasado y nadie dijo nada.
Aquí no hay posibilidad de que las escuelas sientan esa clase de orgullo.

¿Tendrá esto algo que ver con que la calidad educativa siga descendiendo? Ante los malos resultados, las primeras reacciones de funcionarios y "pedagogos oficiales" sorprenden y preocupan. Desde desmentirlos y cuestionar la calidad técnica de las pruebas PISA, las más prestigiosas a nivel internacional, hasta bordear la posibilidad de salirse de próximas ediciones de ese estudio. Desde atribuir la decadencia a la dictadura militar, cuyo poder desintegrador es incuestionable, pero luego de 30 años no puede seguir siendo la explicación predominante del presente, hasta augurar que sólo se sale de este atraso dentro de 30 años, pasando por cruces de facturas personales.

Un desatino tras otro.

Bastaba con aceptar y reconocer el problema y admitir que mientras otros países de América latina y del mundo implementaron políticas inteligentes y mejoraron, aquí las políticas educativas de la década fueron prácticamente inexistentes . Las malas notas preocupan, pero estas reacciones son aún más preocupantes ya que lo primero que se necesita para mejorar es aceptar la existencia y la magnitud de los problemas.

La inflación, la pobreza, la inseguridad, los déficits en la vivienda, la salud y la educación son realidades argentinas que estallan con mayor o menor violencia. Y no desaparecen negándolas o enmascarando los índices que las miden.