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La vuelta del Estado Concernido

Encierro erróneo de Milagro Sala.

Justamente cuando estrenaba la gestión, el gobernador de Jujuy, el radical Gerardo Morales, sintió que el instalado poder paralelo lo desafiaba.

Era Ella, la señora Milagro Sala, que acampaba con la Organización Tupac Amaru, en la Plaza Belgrano, frente a la Casa de Gobierno.

O Él, designado en elecciones democráticas, para gobernar la provincia. Se registraba el choque de poder real: se imponía el "Estado Paralelo" o la legalidad institucional.

Para colmo, "Milagrito" no aceptaba el consejo fraternal del pragmático abogado peronista que le decía: "Dejá la plaza, negrita, con este exceso de demostración de fuerza no vas a ganar nada".

Pero Milagrito movilizaba con el pretexto de rechazar el decreto provincial que aludía a las cooperativas. Entonces Morales, respaldado por el presidente Mauricio Macri, fue a fondo y la metió presa.

Destrabó transitoriamente la angustiosa situación. Sin calcular que provocaba, con el apresamiento, una situación específicamente más grave. Que no sabría controlar.

Caía Morales en la vieja trampa del juego reconocido de la contestación social.

Para quien moviliza, la represión (o la cárcel), lejos de ser una consecuencia, es el verdadero objetivo. En adelante la lucha se libra contra la arbitrariedad de la prisión (o la represión).

El motivo es más fuerte. Ahora la "luchadora social", Milagro Sala, representación de su pueblo originario, es la lideresa popular detenida por su legítimo derecho a la protesta. Para indagar en las causas sólidas que justificaran (a posteriori) el apresamiento.

Solo, con sus convicciones, tal vez mal asesorado, el Gobernador se introducía en la ciénaga. Aquí Morales arrastraba a Macri (el Presidente blanquito y millonario) en la trampa doble.

Como dos chorlitos, descendían juntos en el juego para especialistas de la diplomacia humanitaria e internacional. Ambos, con amplitud y versatilidad, la desconocían.

Socios de la equivocación

(Paréntesis. Emilio Monzó, el paciente diseñador, debió esforzarse para lograr la aceptable relación entre Morales -políticamente seducido por Sergio Massa- y Macri.

La primera reunión, según nuestras fuentes, casi termina a los empujones, entre un orgulloso Morales y un agrandado Macri.

"¿A quién c... le ganaste vos, que me querés atropellar?".

Pero Monzó se entregó a la artesanía milenaria del pespunte. Invirtió horas invalorables en cafés y telefonía celular. Pero logró acercarlos. Ahora Morales y Macri, los socios en la aventura de equivocarse, se llevan como Hansel y Gretel.

Como si caminaran tomados de la mano entre las bellezas coloridas de Purmamarca).

Sacarse el "Caso" de encima

Para las organizaciones internacionales de derechos humanos la señora Milagro Sala es, en adelante, "un Caso". Y la Argentina es "el Estado Concernido".

Sólo se transforma en Caso a partir de la presentación de alguna denuncia fundamentada. Consta que Amnistía Internacional, o el Centro de Estudios Legales y Sociales, cuenta con especialistas calificados para la fundamentación. Y el Caso Sala, en realidad, está servido.

Las fundamentaciones se amontonan. Como los símbolos. En la materia, el Estado Concernido se encuentra gestionado con una incompetencia admirablemente ejemplar.

En Adelante, el Estado Concernido tiene que asumir la faena de defenderse.

En semejante campo, la Argentina acostumbra lucir por sus deplorables participaciones (por favor no indagar en los archivos de las Naciones Unidas, OEA, Unesco, y mucho menos en Ginebra).

Como en los años del Proceso Militar, la Dictadura. Cualquiera que conozca relativamente la problemática de los derechos humanos aconseja, a los Estados Concernidos, resolver el Caso lo más pronto posible.

Sacárselo de encima, del lenguaje de los informes y despachos. Salvo que el Estado Concernido se disponga a la magnífica petulancia de ser una triste variación de paria del sistema de Naciones Unidas.

Aunque el Estado Concernido pague las cuotas respectivas para pertenecer al Sistema que lo impugna. Sea a través del Grupo de Trabajo de la ONU, de la representación institucional del Director General de la OEA (Víctor Almagro) o de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la CIDH, que tan útil fuera para perforar la jactancia desinformativa de nuestros militares.

En sus peores momentos, Estados Concernidos como China o Irán, amenazaban con no pagar la pauta que les correspondía. A nadie le gusta pagar para que lo maltraten.

Pero el sistema de naciones unidas sirvió para instalar la cultura global de los derechos humanos. La garantía del respeto a los derechos de la persona. Aunque el país que los viole sea un pagador puntual.

Téngase en cuenta que a cualquier país le cabe la estampilla de ser el Estado Concernido. Si se estudian comparativamente las explicaciones, o las justificaciones, de los gobiernos denunciados, se encuentra siempre la peligrosa similitud.

Se impugna la competencia del Tribunal (en nuestro caso el Grupo de Trabajo de ONU, la CIDH, la OEA). Se cuestiona la injerencia en los asuntos internos. O se extienden en características del cuerpo jurídico de la comarca tratada.

En nuestro caso, se asiste a la confrontación de las reglas e interpretaciones de Jujuy, con las convicciones mundialmente aceptadas, muchas veces padecidas.

Ignorancia olímpicamente colectiva

Hoy Hansel y Gretel, el gobernador Morales y el presidente Macri, están en problemas.

La bola del "Caso Sala" se expande, se universaliza.

"La luchadora social, de rostro creíble y conmovedor, es la víctima del autoritarismo y la arbitrariedad del gobierno elitista".

Emerge La Milagrito como el obstáculo fundamental para la "pata ancha" de Macri, el justiciero que pretendía lanzarse a reclamar por las libertades en Venezuela. Y para enojarse, como un chico rencoroso, cuando cualquier periodista le plantea el reclamo humanitario por Milagro Sala.

Lo más grave del Caso Sala, en este triste Estado Concernido, es la ignorancia olímpicamente colectiva. Impulsa a aprobar las cartas de contestación, que están destinadas simplemente para el consumo interno.

Con el patrioterismo infantil del esquemático que supone que se registra "la embestida internacional contra la Argentina".

Categorías conceptuales que mantienen a Morales firme en la decisión de dejarla encerrada. A "La Milagrito", en la prisión del Alto Comedero, Jujuy.

Con impotencia para establecer una discreta negociación. Con la sensación de creer que liberar a la Milagrito sería, aparte de una derrota, una injusticia.

Cuando sería, al contrario, una tardía manifestación de la inteligencia. Para no agigantar la bola del Caso Sala. Para que Argentina deje de ser de nuevo, para el mundo, el Estado Concernido. Como en el trágico 1976.