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La post-peste es igual a la pre-peste

Sólo con muchos más pobres. Y con mucha más violencia.

escribe Carolina Mantegari
editora del AsisCultural
especial, para JorgeAsísDigital

El mundo postpandemia va a ser extraordinariamente similar al mundo prepandemia. Una porquería.

Pese al vaticinio dramático de Slavok Zizek, acaso el filósofo más entretenido. Un Jardiel Poncela de la ideología.

Deben destacarse también las enternecedoras interpretaciones de los pensadores compilados en “El futuro después de Covid 19” (edición de “Argentina Unida”).

Se trata del librito prescindible, amontonado por Alejandro Grimson.
Es el asesor cultural de Alberto Fernández, El Poeta Impopular. Presidente Delegado.

Pero el mundo -para esta cronista desasosegada- va a seguir igual. Una m…
Con Estados Unidos y China en la cumbre de la disputa geopolítica.
(China con amplia ventaja en el 5G, y -según la especialista C. Barros- «en bases submarinas»).

Con la aureola stalin-putinista de Rusia sobre Beijing.
Y con la India que mantiene la estampilla de potencia ejemplar de segundo orden.

Con Alemania consolidada como la única potencia respetable de Europa.
Complementada por países ideales para ejercitar el turismo cultural, entre edificios arruinados, bares míticos y museos adorablemente estancados. Como los de Amsterdam o París.

O con rincones para entregarse a los relativos beneficios del sol. Como los de España, Grecia, Portugal.

O ciudades encantadoras para fotografiar sólo desde el taxi. Como la aislada Londres.

País poco interesante

Ausente de las ligas mayores, e incluso las medianas. Sin aviso y desde hace décadas.
Con la nostalgia por la grandeza perdida que nunca existió.
A Argentina le resta profundizar el sendero admirable de su majestuosa declinación.

El post pandemia reserva, para la patria, la insignificancia superior.
La certeza de haberse convertido en un país muy poco interesante.
Con la severa agudización de la desigualdad. Deriva en el efecto patético de la pobreza que se debe asumir. Sin simularla.

Consta que se aguarda, también, la previsible degradación del estilo de vida.
El alejamiento unánime de “l’art de vivre”.

Cada vez será más dificultoso caminar por las calles y avenidas de Buenos Aires.
Sin la poética desaprensión del poeta Horacio Ferrer por Callao, en “Balada para un loco”.

La opción servida por la seguridad es previsiblemente garantizada por los 8 mil motochorros deseosos de relanzarse a la actividad.

Las familias que aún residan en departamentos o casas de la ciudad, si consiguieron conservar su canuto, podrán recluirse en las fortalezas transitorias de los «clubes de campo».

Cerrados. Clausurados. Como los Countries cada día menos exclusivos, pero con la fantasía de mantener su propia dinámica.

Aunque estén cercados. O rodeados, por el fenómeno atroz de las vecindades miserables.

Las que reproducen los servicios esenciales pero que adquieren la dimensión de territorios extranjeros.

Otra franja que conforma el mismo país solo en la ficción bianual de votar.

Militares y sacerdotes

Resta refugiarse en la fuerza y en la fe.
La presumible multiplicación de nuevas agencias privadas de seguridad depara un horizonte de esperanza a los jubilados de las fuerzas armadas o de seguridad.

“Hay vida después del retiro”. Fuentes de trabajo.
Con graves responsabilidades pendientes. Cuidar la vida de los que pugnan, aún, por el estancamiento social.
Por identificarse en la clase media con ambiciones.

Más abajo, en el tendal de los caídos, resta la profundización de los códigos del comportamiento marginal.
Derivaciones dignas de la cultura de la pobreza.
Un conglomerado diferente que ostenta el guarismo de 14 millones de personas.

Deben alimentarse en comederos y merenderos. Tres veces por día.
Servidos por profesionales del padecimiento socialmente institucionalizado.
Por la conjunción de factores que unifican a la fuerza con la fe. Militares y sacerdotes «populares».

Por la prepotencia del hambre, los traficantes de la cristiandad alcanzan verdaderos puntos de contacto. Acuerdos.
Sean católicos, evangelistas, hermanados por la palabra de Dios y los guisos que se dispensa a la multitudinaria feligresía.
Deben también, en el contexto, educarse. Y, como se pueda, amar.

Papelones y filminas

Ensayar el análisis político, en la post pandemia, es, más que un desafío, una muestra de osadía.

En la plenitud de la pandemia se desató el vendaval de las elecciones legislativas de medio término de 2021.
Las que diseñan el poder emergente en 2023.

Alberto, peronoide de escenografía radical, impone un gobierno enteramente jugado a la suerte de la cuarentena mal politizada.
Está fundido en ella. Como si fuera la armadura principal.

Lo que debía ser una herramienta sanitaria para combatir la peste se convirtió en objetivo. Después, en forma (plácida) de gobierno.

Para introducirse en una trampera. De la que no sabe cómo salir.
En la trampera arrastra, como rehenes, a dos estadistas asustados.

Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, el opositor permitido. Jefe del Maxi Quiosco. Artificio Autónomo.
Y Axel Kicillof, El Gótico, aliado del peronoide. Gobernador de la Provincia Inviable.

Cada quince días, los tres estadistas asustados, renuevan la ceremonia de elongación. Prolongan.

Después de tener, durante cuatro horas, a la sociedad subestimada y angustiada, en la contemplación televisiva del portón verde.
Residencia de Olivos. Papelones y filminas.

Infectadura o mala praxis

Politizar ostensiblemente la cuarentena fue un error chiquilín.
Y al adversario cercado no le quedó otra alternativa que cuestionarla.

Juntos, oficialistas y opositores, lograron que la peste fuera secundaria.
Para los peronoides se trataba de una cruzada por la vida.

“Cuarentena o muerte”, resumía el colega Jacquelin.
Para una banda de enojados era peor. Una “Infectadura”.

Justamente las posturas categóricas confrontan cuando el encierro compulsivo empieza a tener un poco de sentido.

Entonces desde el gobierno se vuelve a asustar. Como con las proyecciones delirantes del principio.
Con el aluvión de los muertos imaginarios.

Que pasan ahora a ser muertos posiblemente reales.
Después de haber cuarenteneado a la sociedad bonaerense (y porteña) durante 75 días. Hasta el hartazgo.

No es ninguna Infectadura. Cuesta aceptarlo.
Es, apenas, incompetencia. Mala praxis.

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