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La increíble casa de la chef Ximena Sáenz en Villa Urquiza

Junto a su marido Martín Sabater, arquitecto amateur, proyectaron espacios integrados y despojados en los que su hija de 3 años se mueve con libertad.

casa ximena saenz
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Cuando Martín Sabater y Ximena Sáenz eligieron esta casa en Villa Urquiza, seis años atrás, sus padres se llamaron a silencio. No le veían la vuelta posible. “‘¿Vos estás seguro?’, me dijo mi papá. Pero yo ya había visualizado la reforma”, cuenta Martín, fundador de B. Jabones y ex-socio de Sabater Hermanos, la empresa familiar del mismo rubro.

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De madre arquitecta y con una marcada pasión por esa disciplina (el noventa por ciento de su biblioteca está tomada por libros de diseño, en particular, escandinavo), Martín estudió Estética y Heurística, como oyente, en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires.

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Y claro, ante la oportunidad que le daba su propia casa, decidió lanzarse de la teoría a la práctica, proyectando y dirigiendo la primera etapa de la obra, en planta baja. Abrió vanos, integró cuartos y buscó potenciar dos espacios: la cocina, que es el lugar de trabajo de Ximena, y el jardín, que tanta falta les hacía en su anterior departamento de Núñez.

La segunda etapa de la obra fue “más privilegiada”. El presupuesto dio para crecer en altura y contratar a tres arquitectas amigas, entonces asociadas: María Paz Piperno, Sofía Cacchione y Cecilia Calandrelli. Pero Martín les adelantó que no les sacaría los ojos de encima. Así se aseguró, junto con su mujer, que su hija Nerolí tendría 160m2 de vía libre para desplegarse, jugar y correr.

"Despejamos todo para que Nerolí pudiera jugar libremente. No hay mesas ratonas ni lámparas de mesa ni de pie. En vez de eso, creamos espacios de apoyo entre los sillones y colocamos apliques de luz bajos en las paredes".

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“Siempre pensamos la cocina integrada porque nos gusta mucho recibir gente; también para que se viera el corazón de la casa, donde Ximena ejerce su profesión”

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El mármol de la mesada fue un regalo de un vecino, que lo tenía en su antigua carnicería. Lo pulieron y emprolijaron los cantos.
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Los dueños de casa temían que su hija se trepara por el parapeto de la escalera, así que optaron por una estantería multifunción: protege, decora y suma lugar de guardado.

"Tengo una suerte de fetiche con lo escandinavo, desde chico. Visité muchas veces Oslo, Estocolmo y Helsinki: de ahí mi interés por ese estilo arquitectónico despejado y sencillo".

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Hay dos claves en el cuarto infantil: la cama alargada (para optimizar el espacio y poder recibir invitados) y el piso de PVC (que se mancha y moja sin dañarse), “un antes y un después” para Ximena y Martín.

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En el baño, revestimiento ‘Subway’ blanco, mesada blanca (Silestone) y bajomesada en guatambú. Una ventana cenital con control mecánico les permite no solo ventilar sino también contemplar las estrellas.

A la enredadera de 80 años (uno de los factores que los impulsaron a comprar la casa) le sumaron más plantas, con diseño de la paisajista Laura Trotti (Rolândia).
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Fuente: La Nación

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