DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

La dura historia de Igor, el bebé abandonado de Chernobyl que hoy es papá

Nació casi un año después de la explosión del reactor nuclear sin un brazo y con deformaciones en sus piernas. Su historia de superación.

Igor Pavlovets nació el martes tres de marzo de 1987 en Bielorrusia. Habían pasado once meses desde la explosión en el reactor nuclear de Chernobyl, considerada como el accidente nuclear más grave en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares y uno de los desastres medioambientales más alarmantes de la historia. El nivel de radiación al que se vieron expuestos millones de ciudadanos de la por entonces Unión Soviética dejó un grave historial de muertes por cáncer y dio lugar a la generación de "bebés Chernobyl", muchos de ellos con severas deformidades y graves problemas de salud.

Aunque el Gobierno de Mijaíl Gorbachov estaba al tanto de los severos problemas que traería la exposición radioactiva, poco sabía la población de la gravedad del cuadro. Durante esos primeros meses posteriores a la explosión, en los que desde el poder se intentaba instalar la versión de que el accidente ya se había superado y que no habrían secuelas congénitas, fue que nació Igor. Durante muchos años de su vida, Igor creyó que su madre lo abandonó al ver que había tenido un bebé al que le faltaba un brazo y cuyas piernas no se habían terminado de desarrollar.

Sin registros del nacimiento, como solía suceder por ese entonces, Igor creció en un hospital ubicado a menos de 60 kilómetros del reactor nuclear "lejos de la opinión pública". La política era clara: poco se tenía que saber sobre lo que estaba sucediendo con los "bebés de Chernobyl". De hecho, aunque muchas de las complicaciones eran físicas y no neurológicas, el Gobierno había establecido que todos debían ser internados en un neuropsiquiátrico al cumplir los cuatro años.


Igor se convirtió a los seis años en un emblema internacional de las innegables secuelas de la explosión nuclear. Su vida cambió cuando el director de la fundación Chernobyl Children's Lifeline, Victor Mizzi, visitó el hospital en el que estaba internado Igor. "Logramos que no lo internaran en un psiquiátrico a los cuatro años porque las enfermeras nos encariñamos con él y cambiábamos todos los años su fecha de nacimiento", reconoció una de las mujeres que lo atendió durante sus primeros años de vida. "Era muy tierno y vivo. Pese a que tenía muchos problemas físicos, su mente era brillante. Sabíamos que si lo trasladaban al psiquiátrico su vida hubiera sido un infierno", sumó la mujer.

Conmovido por la personalidad de Igor, Mizzi lo sumó al proyecto que en los últimos 30 años trató a más de 56 mil chicos de la ex Unión Soviética. El objetivo era poder darle un tratamiento prostético, por lo que desde un principio se supo que la estadía de Igor en el Reino Unido iba a ser mayor a las cuatro semanas que manejaba el programa.

Igor desembarcó el cuatro de enero de 1994 en el Reino Unido. Fue recibido por Barbara y Roy Bennett, una pareja inglesa que lo acompañó durante toda su vida. "No me acuerdo mucho de mis primeros años de vida. Debo haber estado en un hospital, pero tuve suerte porque me amaron y cuidaron mucho", reconoció 22 años después en una entrevista concedida al tabloide inglés Express.

Con 32 años, Igor se convirtió en una de las postales de lucha que dejó Chernobyl. Se casó con Alice, una enfermera pediátrica, y tuvo dos hijos. Nunca más regresó a Rusia. "Ni bien llegué a Inglaterra supe que no quería regresar. Y si quiero algo, lo consigo", advirtió. El tratamiento incluyó en una primera etapa un brazo prostético, que no funcionó. "Lo sentía extraño. Le agradezco a la gente que trató de ayudarme, pero soy feliz con un solo brazo".

Años después, Igor enfrentaría otra etapa en su vida: la de la paternidad. "No estaba preocupado cuando Alice quedó embarazada de Mia. Los doctores sabían que mi problema fue por la radiación y, además, las ecografías mostraban que el desarrollo de la beba era bueno", reconoció.

La posibilidad de que sus hijos heredaran algún problema congénito estaba, pero la pareja nunca pensó en interrumpir los embarazos. "Tuve una gran vida y está bien ser diferente. Es cierto que en algunas oportunidades me hicieron bullying, pero una vez que la gente me conoce eso se termina", sumó.

"No hubiera interrumpido los embarazos, sería como no aceptar a Igor. Sí, es cierto que hubiéramos tenido muchos más desafíos, pero tenemos tanto apoyo que hubiéramos podido hacerlo", advirtió Alice.

La historia de amor de Igor y Alice

Se conocieron en una pista de patinaje y fueron amigos por dos años antes de empezar la relación. "Tuvo otras relaciones, pero todo se terminaba cuando las chicas les presentaban a Igor a sus padres", recordó Barbara, madre adoptiva de Igor, al tiempo que destacó: "Pero con Barbara fue diferente".

"La primera vez que lo vi lo acepté de inmediato", sumó Alice. "Tiene una personalidad enorme y me hace reír mucho. Una chica me dijo que no íbamos a durar, pero seguimos juntos. No peleamos y nos apoyamos mucho entre nosotros". Igor, atento al relato de su mujer, aportó: "Simplemente fui yo mismo el día que la conocí. Actuaba con un payaso".

La verdad detrás de su abandono: lo que la ex URSS hizo con los bebés de Chernobyl
"Lo único que sabía de mi pasado es que había nacido después de la explosión. Que crecí en un hospital y que al llegar a Inglaterra me encontré con una nueva casa que venía con una mamá", cuenta Igor. Pero, al cumplir 12 años, su padre adoptivo lo arengó a que averiguara más sobre su familia biológica.

Fue en ese entonces cuando logró encontrarlos: vivían todavía en la ciudad de Minsk. Al contactarlos, Igor se enteró de la verdad. Su madre no había querido darlo en adopción, fue obligada por el Gobierno. Durante años sufrió sin saber siquiera si su hijo había logrado sobrevivir o si era uno más de los miles de bebés con muerte prematura.

Se encontraron recién cuando Igor cumplió 16 años. Elena, su madre biológica, viajó a la casa de Barbara y Victor en Surrey. Ese día, Igor conoció a sus hermanos Alexei y Anna. "Siempre sentí en mi corazón que no me habían abandonado".