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"Hoy con la mitad de la cama, me alcanza y sobra"

Gerardo Sofovich, a los 74, nuevamente solo

La gran puerta de madera del tercer piso sólo se abre para recibir visitas anunciadas previamente.

Sin embargo, sólo basta cruzar el umbral para respirar un clima tranquilo, relajado, con aroma a hogar. Pero a hogar de un hombre solo. Un gran silencio reina en el tríplex con terrazas desde donde se domina todo Palermo.

Un cariñoso saludo da la bienvenida a la casa de Gerardo Sofovich.

Más delgado, luce una cuidadosamente recortada barba blanca que contrasta con la camisa y el pantalón que luce. Se muestra relajado.

Con una sonrisa siempre dispuesta.

No le gustan las palabras depresión, ni soledad. Se ve fuerte. Entero y dispuesto a volver a presentar batalla a la vida. A los 74 años, cuando había apostado fuertemente al amor, se había casado, luego de siete años de relación con Sofía Olesack (36), después de sólo nueve meses de matrimonio se avecinó un "tsunami", que desencadenó primero, una conflictiva separación, una corta reconciliación y ahora la separación definitiva.

"Hoy no estoy deprimido, ni desconsolado o triste. Todo eso lo sentí el año pasado durante la separación. Pero ahora ya no. Puedo decir que en esta etapa de reconciliación de cinco semanas que vivimos, ya no. Porque es una decisión que tomé yo, y es definitiva.

Para ser más gráfico, aposté al amor, me cantaron el cero y se llevaron todas las fichas... Hoy, con la mitad de la cama me alcanza y sobra", asegura instalado en su sillón preferido. El sol inunda todo el piso y una leve brisa se filtra por la terraza a la que Gerardo sale para admirar con orgullo sus plantas, de todas las especies y tamaños y con algunas flores que aún resisten el frío. Después, se sienta a beber un café y llama reclamando un mimo de su fiel gato Willburg. Tranquilo, se entrega a una charla íntima y profunda. Y la primera pregunta se impone inevitable y directa.

—¿Por qué después de una separación que parecía definitiva apostó por la reconciliación? —

Por amor... Simplemente, porque volví a apostar todo por amor. Pensé que una relación de tantos años, y de tanto amor, no se podía terminar así no más, de un día para el otro. Hoy creo que, por ahí, uno trata de justificar o disculpar todo, hasta lo imposible, diciendo que fue un click, una explosión, un mal momento y nada más? Pero si a las cinco semanas volvemos a vivir los mismos malos momentos que antes, la cosa no tiene sentido. Y ya no hay vuelta atrás.

—¿Se arrepiente de haber luchado por ese último intento de reconciliación? —No. En realidad fue una reconciliación entre comillas. Porque lo que hice fue resignar medidas judiciales que teníamos para ver qué pasaba. De hecho, yo estoy separado. Soy un hombre libre y cuando se cumpla el período de tres años que marca la ley, iniciaré el divorcio.

—¿Se habló de cifras muy importantes en disputa? —Se habló de un dinero que es un disparate. Yo renuncié a las medidas por las que Sofía tenía embargadas las varias propiedades que le había comprado. A mí no me importa el dinero. Porque tampoco me puedo olvidar que hay dos hijos de por medio, que no son míos, y viven con ella. Por eso no voy a hablar de plata, sólo voy a decir que ella recuperó el dominio del importante patrimonio de propiedades que le di. Puedo asegurar que quedó muy bien económicamente.

Con el criterio de caballero que me distingue, yo le compré todas sus propiedades antes de casarnos.

—¿Y eso no le deja un sabor amargo, a desilusión..? —Sí, obvio, no lo puedo negar.
Yo creí que me iba a morir en los brazos de la mujer con la que me había casado. Y que no sea así, lastima mucho. Pero en este momento las heridas ya cicatrizaron, porque fue una decisión que tomé, y es definitiva.

—¿Hoy qué sentimientos le quedan dentro? —Ninguno. Como ya dije, siento que me llevaron todas las fichas y, como en el juego, tengo que comenzar de nuevo, pero po- co a poco, a ver si viene una buena racha...

—Entonces ¿hoy no está cerrado al amor? —No. Pero les dije a mis amigos que si en algún momento les comento que me quiero casar de nuevo, los autorizo a que me peguen un tiro en donde más me duela? Creo que negarse al amor es negarse a la vida, y yo apuesto a la vida a full. Tengo vida y en ella, quizás, aparezca nuevamente el amor o quizá no aparezca nunca más. Eso no lo sabe nadie. Lo único que sé, es que hoy no me siento enamorado.

—¿Y cómo se siente? —Voy a continuar con mi metáfora, ahora voy a ver si recupero algunas de las fichas que aposté y perdí?.

—¿Cómo es su vida cotidiana hoy? ¿No se siente solo? —No. Llevo una vida muy tranquila.
Salgo con quien quiero y cuando quiero. Tengo muchos amigos. No soy de deprimirme.
Tengo muy fuerte el espíritu. Mi vida ha sido y es muy intensa, de lucha y mucho trabajo. He amado y he sido amado, respetado y también odiado. Pero es parte de mi naturaleza sacar fuerzas para enfrentar las cosas malas que me pasan.

—El año pasado anunció su retiro, ¿sigue pensando en dejar todo? —No pienso más en retirarme.

Cuando lo anuncié no estaba muy bien. Lo hice en mitad de la separación, que había sido muy dolorosa.

Fue un momento en el que me dije: "¿Para qué voy a ponerme a trabajar si con lo que tengo puedo vivir muy bien, siempre y cuando me muera en un par de años?". Mi intención era descansar.

Estar más tiempo con mi hijo, Gustavo, y mis nietos, Tatiana (19) e Ignacio (9), no tener que esperar el fin de semana para sacar el barco a navegar...

—Ha tenido una vida muy intensa ¿se arrepiente de algo? —No quiero ser torpe de analizar una vida tan pródiga de éxitos y fracasos. Hay cosas de las que puedo arrepentirme, pero que no dejan de ser parte de mi experiencia de vida. Creo que si pudiera uno evitaría las cosas que le dieron disgusto, pero no existe esa fantasía.

Y a mí no me gusta especular sobre una fantasía.

—¿No se permite soñar un poco? —Soy un soñador permanente.
Sueño con un futuro mejor. Aprovecho la experiencia para no cometer las mismas cosas de las que podría arrepentirme. Pero no me pongo metas. Simplemente quiero vivir bien los años que me quedan, que no sé si serán uno, dos o veinticinco, no me importa cuántos.

—¿Siente miedo a la muerte? —No le tengo miedo a la muerte, es una parte más de la vida. Es inevitable.

Yo soy de los que creen que no hay nada más después. No creo en las reencarnaciones.
Tampoco rezo. Soy un ateo tratando de volver al agnosticismo, pero me cuesta? Creo que el ateísmo es una decisión de vida y es doloroso, porque hay que ser muy fuerte para ser ateo, pues se desprecian todos los placebos de las religiones como la creencia de reencarnación.

—Y hoy ¿cuál es su refugio? —Mi hogar, mi fiel gato Willburt, que me acompaña por toda la casa en cada actividad que realizo.
Él es mi gran compañero y mi familia junto con Ester, que hace treinta y un años está conmigo.
Tengo la contención de mis amigos? Ellos no me dejaron solo. Y, por supuesto, el trabajo, que es mi pasión. Hoy, además del programa que estoy haciendo de "La noche del domingo", me puse a escribir una comedia. Además quiero volver al prime time de la televisión y al teatro.

—¿Cómo viene para las tareas del hogar? —Mal. Desastre total. ¡Soy el rey del microondas! Ester es mi salvación.

De lunes a viernes no hay problema, porque está en casa y me mima con los platos que me gustan y para el fin de semana me deja en el freezer comida como para doce personas... Yo sólo paso las cosas del freezer al microondas.

—Y de salud ¿cómo anda? —Vivo muy cuidado por el Dr.
Luis de la Fuente. Hace ya tres meses me implantaron células madre.
¡Es fantástico! Siento un cambio físico muy notorio. Creo que esto forma parte de los más grandes avances de la medicina, no sólo en temas relacionados con el corazón.
Por eso hoy puedo decir que estoy con todas las energías, revitalizado, diez puntos?