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Europa, en la encrucijada

Los últimos días fueron pródigos en novedades que oscurecen aún más el horizonte de la convulsionada economía europea. La crisis impactará en la Argentina, más allá de un utópico blindaje.

Brumas por doquier. Es el panorama que desplegaron ante el mundo tanto el viernes último como ayer los mercados financieros de Europa, inmersa en una interminable crisis.

Mientras Grecia aún procura acallar las presunciones de su inminente quiebra, el Banco Central Europeo (BCE) se estremeció institucionalmente, por primera vez en sus 13 años de existencia, con la abrupta dimisión de Jürgen Stark, economista jefe del ente monetario y el miembro más poderoso de la banca multilateral detrás de su presidente, Jean-Claude Trichet. Stark opuso una resistencia teutónica a la decisión del BCE de comprar deuda soberana de España, Italia, Irlanda y Portugal con el objetivo de rebajar la prima de riesgo que deben pagar para colocar nuevos bonos.

El mismo viernes, los ministros de Finanzas del Grupo de los 7 (G-7) países más desarrollados –Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido– concluían en Marsella, con un indisimulable fracaso, su intento de alcanzar acuerdos mínimos para afrontar la crisis global. Al término de las deprimentes deliberaciones, sólo coincidieron en expresar sus dudas por la eventual solidez de los bancos, a los que prometieron ayuda. "Los bancos centrales –afirmó el documento– están dispuestos a ofrecer tanta liquidez como sea necesaria".

El lacónico compromiso no fue suficiente. Ayer, las bolsas europeas sufrieron otro desplome por temor a la solidez de las entidades financieras. Los bancos franceses, muy expuestos a la deuda griega, soportaron las peores pérdidas. La bolsa parisina cayó más de cuatro por ciento.

Para contribuir a las disputas tecnocráticas, el Fondo Monetario Internacional (FMI), que el miércoles último había revisado a la baja las previsiones de crecimiento de la economía global, advirtió que no se puede descartar una crisis de liquidez e insistió en que hay bancos que necesitan fondos suplementarios. El ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, condicionó cualquier asistencia a la reducción de los altos déficits de los países en problemas.

La cereza de este indigesto postre financiero provino de Suiza, que, por primera vez en 33 años, devaluó el franco días atrás. Philipp Hildebrand, presidente del Banco Nacional de ese país (BNS), afirmó que su divisa ya no puede ser usada como "moneda de refugio".

Pasan días y semanas febriles, se ahonda la incertidumbre y las posiciones que se asumen en los órdenes nacional y mundial están unidas por un mismo propósito: utilizar la solidaridad para los discursos y a salvarse quien pueda.

Otra vez: la Argentina no está exenta de ser salpicada por esta crisis, que supone menos comercio global y, por ende, el ingreso futuro de menos dólares. Serían necesarias explicaciones y posiciones más claras por parte de las autoridades nacionales, las que hasta ahora parecen manejarse en un utópico blindaje.