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Entre Ríos, ante una oportunidad histórica

El histórico triunfo de Sergio Urribarri, coincidente con el arrasador triunfo de Cristina Fernández, deja una enorme cantidad de elementos para el análisis. Ahora bien, ninguno es ni tan poderoso ni tan trascendente como el de apreciar la enorme oportunidad que se le abre a la provincia de Entre Ríos, que al igual que los triunfos de Urribarri y Cristina, también es histórica.

Es la oportunidad de pensar en grande. Una provincia que de verdad se encamine a ser uno de los mejores distritos de la Argentina y de la región. Esa es la oportunidad. Y el asunto es hacer foco en ella.

Urribarri ha demostrado unas características ciertamente impensadas en los términos de su aparición en 2007. Desde la nada política, desde la tormenta del conflicto con el campo y desde el naufragio del 2009 del que huyeron los líderes históricos del partido, Urribarri a puro gobierno y a pura presencia se mantuvo a flote y con un madero desvencijado construyó un trasatlántico político capaz de generar una bisagra en la política entrerriana.

Quizás las circunstancias de esta elección hagan posible que la gente, con cierta lógica, no tome adecuada dimensión del cambio que representa la circunstancia Urribarri en la política provincial.
Urribarri puso en terapia intensiva a la UCR que tendrá que renovar sus liderazgos si quiere sobrevivir y volver a ser una alternativa. Y claro que puede hacerlo.

Pero el impacto real es el haber desplazado del centro de la escena a Jorge Busti, el tres veces gobernador de la provincia quien sacó la medalla de bronce en esta elección.

Busti había ensayado su clásica estrategia: intentar instalar un doble comando, esperar el derrape en la provincia y que surja alguna alternativa nacional que le diera un poco de aire y motivación. Nada de eso ocurrió. Nada le salió bien.

Urribarri demostró que nadie es imprescindible. Y, según lo ha dicho públicamente, es consciente de que esa idea lo comprende. Lo que es un avance enorme de por sí y abre una perspectiva que ojalá pueda ser aprovechada por las nuevas generaciones de dirigentes que deberán mostrar así su valía.

Pero lo más importante es lo del inicio, la tremenda oportunidad que la circunstancia Urribarri-Cristina representan para Entre Ríos en todos los sentidos: educación, ciudadanía, trabajo, inversiones, infraestructura, inclusión social. Dejar de carretear. Despegar. Volar. Con la mayoría de los entrerrianos a bordo.

Para eso deberían servir las elecciones históricas; para abrir y aprovechar oportunidades históricas. Ayer Urribarri tuvo la suya, en toda la provincia.

Un nuevo tiempo en el PJ. El triunfo obtenido este domingo por Sergio Urribarri ha significado, además de la reelección, la consagración oficial de un nuevo liderazgo dentro del peronismo provincial, y el final de un ciclo. El dato no es menor y tiene a los elocuentes e impactantes números de los comicios como base del análisis. Es así. Surgido del riñón bustista, Urribarri supo transitar en estos casi cuatro años por un angosto desfiladero de cambiantes escenarios.

De aquellos primeros pasos realizados en el marco de la "continuidad positiva", con agenda marcada, equipo prestado y plazo fijo establecido por su antecesor y mentor, el mandatario ahora reelecto se enfrentó a los pocos meses con el conflicto que cruzaría a la sociedad argentina: la hoy lejana discusión por la renta agropecuaria.

Tiempos de rutas cortadas, tractores rodeando la Casa de Gobierno y algún acoplado utilizado como escenario comenzaron a agrietar un vínculo que no reconocía fisuras, al menos en la superficie.

Allí, con esos primeros posicionamientos en sintonía con el gobierno nacional de Cristina Fernández de Kirchner, y en disidencia con Busti, se puede encontrar el embrión que concluyó con el alumbramiento de la víspera. En esos turbulentos días aparecieron también las primeras caras, dirigentes jóvenes y de las ligas menores del peronismo en muchos casos, que constituyeron las primeras células de un incipiente proyecto político autónomo comandado por el gobernador.

Todavía sobrevendría la derrota común –definida como la "unidad en la diversidad"– en las legislativas de junio de 2009, que terminaría con una convivencia ya forzada a los extremos. Quienes se dedican con empeño a pronosticar lo que vendrá, no consideraron que esa derrota era en realidad la génesis. Nadie, o muy pocos, lo imaginaron.

De aquel poder prestado pero que ya era suyo, y liberado de la paternidad, Urribarri supo sacar provecho y comenzó a vertebrar un entramado de adhesiones, empezando por los intendentes como columna vertebral de su proyecto. Pero en esa necesidad de acumulación de capital político, sostienen aliados y no tanto, mucho pesó su forma llana y horizontal de plantear la alternativa hacia la interna peronista, dominada por el bustismo desde 1987, pero también hacia la sociedad, con un estilo tan particular como descontracturado, que lo acercó con seguridad a cada uno de los que ayer lo votaron.

Así lo venían señalando las encuestas, encargadas por unos y otros, marcando una tendencia que se reflejó por primera vez el 14 de agosto pasado, pero Urribarri necesitaba el mano a mano de ayer para despejar la última duda.

¿Nació ayer el urribarrismo? La categórica derrota electoral de quien fuera tres veces gobernador, detrás del radical Atilio Benedetti, luego de desafiar a la estructura del PJ por afuera, de estigmatizar la férrea alineación con el gobierno nacional del actual mandatario y de considerar al kirchnerismo como una "deformación trágica", indicaría por oposición, una respuesta positiva: el bustismo que conocimos ya no volverá a ser. Hay una nueva y poderosa expresión peronismo adentro, que se identifica de manera plena con el gobernador reelecto y el kirchnerismo triunfante en el país. Solo el tiempo lo dirá.