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El trágico final de un paréntesis

*Por: Joaquín Morales Solá. Una especie de paréntesis político y emocional de 45 días parece haber llegado a su fin. Fueron el resultado de 72 horas de una violencia sin medida en Villa Soldati.

Una especie de paréntesis político y emocional de 45 días parece haber llegado a su fin. Por lo menos tres muertos, decenas de heridos, un festival de balas disparadas por cualquiera y una ordalía de odio entre sectores muy pobres de la sociedad fueron el resultado de 72 horas de una violencia sin medida en Villa Soldati. Cuando ya sólo parecía prevalecer la inhumana ley del más fuerte, los gobiernos de la Nación y de la Capital acordaron lo que debieron haber convenido tres días antes. La Gendarmería y la Prefectura se hicieron cargo, por fin, de la paz social en esas tierras sin orden ni autoridad. El problema no se ha resuelto: los ocupantes no se irán hasta que no consigan viviendas y subsidios, que ambos gobiernos se comprometieron a suministrar. Un equilibrio peligrosamente inestable se registrará en Villa Soldati hasta, por lo menos, fin de año.

Sea como sea, lo cierto es que las tragedias ocultas de la Argentina estallaron en las narices de sus gobernantes. La creciente inseguridad, en primer lugar, que es desde hace mucho tiempo, y por lejos, la primera prioridad de la sociedad argentina. El enorme conflicto social, adormecido hasta ahora con simples planes de asistencia social, que terminó con la hemorragia de sangre y de crímenes en Villa Soldati. La vieja ausencia, ya insoportable, de las fuerzas de seguridad para garantizar la pacificación del espacio público. La insensibilidad de la lucha ideológica y electoral, que sólo se detuvo (¿se detuvo?) cuando ya cuatro personas se habían encontrado con la frontera irreparable de la muerte.

¿Qué hacían civiles armados en Villa Soldati? ¿Cómo y por qué llegaron cientos de personas para ocupar un parque público con los artefactos propios de un asentamiento? ¿Por qué instalaron el pánico entre los pacíficos vecinos de Villa Soldati y de Lugano? Tal vez Cristina Kirchner tiene razón: es difícil creer que eso haya sido casual y espontáneo. Algunos sectores políticos (quizá los grupos de izquierda fuertemente antikirchneristas) debieron incentivar y proteger esa multitudinaria movilización.

¿Quiénes, desde el otro lado, armaron y protegieron a los bandos que repelieron a aquéllos? ¿Es cierto, como denunciaron Mauricio Macri y Sergio Schoklender en una nueva y sorpresiva alianza, que el narcotráfico financiaba a unos y otros? El narcotráfico existe en la Argentina. ¿Queda alguna duda de eso? Un reciente informe internacional señaló que el consumo de drogas alcanzó ya en la Argentina, en porcentaje sobre el total de la sociedad, las muy altas cifras de los Estados Unidos y de Brasil.

Las respuestas a tantas preguntas no las tiene el periodismo, pero tampoco las tiene el Estado. La Presidenta se ocupó el viernes más de diferenciarse de Macri que de explicar qué hará el flamante Ministerio de Seguridad. Macri es la xenofobia; ella es la celadora de los derechos humanos y de la generosidad nacional. La síntesis es demasiado simplista. Hay un problema de carencia de represión del delito, sean sus autores argentinos o extranjeros. Sería muy injusto diferenciar a unos de otros.

Y hay una enorme permisividad con la inmigración. La Argentina es un país abierto a la inmigración (así hizo su historia), pero su Estado debe tener un registro de inmigrantes, conocer los antecedentes penales en sus países de origen y permitirles a los buenos inmigrantes la oportunidad del progreso social con el esfuerzo de su trabajo. Abrir las puertas sin reglas claras para los inmigrantes significa, en los hechos, el agravamiento de problemas sociales que ya existen severamente en la Argentina.

La Policía, que ya no sabía qué hacer, estará durante los próximos días en una zona de irresoluciones, sin un jefe claro. Nilda Garré, una cristinista leal y silenciosa, como le gusta a la Presidenta, que conoce poco y nada sobre el monumental problema que le cayó encima, asumirá el miércoles. Dos ministros fueron relevados de un plumazo: Aníbal Fernández y Julio Alak, que eran el jefe real y el formal de las fuerzas de seguridad. Esa caída explica que los dos ministros hayan sido obligados durante el viernes a leer sus declaraciones ante la prensa. ¿Leer en un gobierno que hace gala de la improvisación retórica? Sí, los dos leyeron ante los periodistas frases que ahora ya no se sabe si fueron ellos los que las escribieron.

El jefe de Gabinete perderá también, seguramente, la posibilidad de contar con un equipo propio de inteligencia, que hasta ahora le proporcionaba la Policía Federal. Garré tiene por delante una tarea enorme como un bloque sombrío: deberá desmontar bolsones de corrupción policial; sacarla a la Policía del espionaje a políticos y periodistas, y enseñarle a preservar el orden público y reprimir el delito con formas eficientes. ¿Podrá? En ese intento, tropezará más de una vez con las intrigas de su viejo adversario interno, Aníbal Fernández, que era el líder de la Policía. Por ahora, Fernández está entretenido buscando quién le tiró los muertos.

Sólo el despistado canciller Héctor Timerman se abrazó eufórico a la cabeza de Aníbal Fernández cuando escuchó el nombre de Garré de boca de la Presidenta; era ya una cabeza cortada como jefe virtual de la seguridad. Versiones confiables aseguran que el jefe de Gabinete tiene un pie dentro y otro fuera del Gobierno. Su anterior caciquismo policial era su oferta política más consistente.

Nadie sabe si la Policía Federal mató a alguien, pero se vieron imágenes de una enorme ferocidad en la represión de los ocupantes ilegales de Villa Soldati. ¿La policía argentina sólo está en condiciones de no hacer nada o de herir y matar? ¿No hay métodos más civilizados para reprimir un desorden en el espacio público? En Europa, en los últimos días de ajustes y de malas noticias sociales, hubo multitudinarios y duros enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad. No hubo muertos ni heridos (de gravedad, al menos) hasta ahora.

Durante siete años, el gobierno kirchnerista prometió la formación de una Policía más democrática. En verdad, lo único que hizo es esconder a la Policía, que siempre aparece con sus viejas mañas cuando debe salir. El gobierno nacional suele creer en supuestas conspiraciones de la Policía para ofrecerle un muerto cada vez que tiene una oportunidad.

Puede ser peor que eso: la Policía no sabe, simplemente, cómo hacer las cosas de un modo mejor. La visión conspirativa sobre las fuerzas de seguridad dejó indefensos e impotentes al Estado y a la propia sociedad. La Presidenta se dio cuenta de ese enorme déficit, pero decidió pelearle a Macri el liderazgo de un discurso desde otro ángulo ideológico.

Antes de perder el poder, Aníbal Fernández se dio algunos gustos típicos de él: volvió a incumplir una orden de un juez, como ya lo había hecho hace un tiempo en un conflicto por una elección sindical. El juez capitalino Roberto Gallardo le ordenó, no bien comenzó el conflicto, que la Policía Federal estableciera un cerco perimetral en el parque de Villa Soldati para evitar los enfrentamientos de uno y otro bando, el mismo cerco que sólo ayer se estableció. No lo haré, dijo antes Fernández. Dos muertes violentas sucedieron poco después. Otras dos juezas capitalinas, María Cristina Nazar y Elena Liberatori, van y vienen, se tropiezan y se contradicen con la investigación del caso. En Villa Soldati, la Justicia no sabe si atacar a un antagonista ideológico o hacer cumplir la ley.

El propio Macri venía entretenido con su candidatura presidencial y con sus maniobras para conseguir la aprobación del presupuesto porteño, cuando se topó con cuatro muertos en su propio territorio electoral. No tiene Policía para vérselas con semejante explosión de violencia, es cierto, pero pudo ejecutar mejor su presupuesto para la construcción de viviendas. Subejecutó las partidas presupuestarias en una ciudad donde medio millón de personas tiene problemas habitacionales; el conflicto creció exponencialmente en las villas de emergencia en los últimos años.

Es cierto, de igual modo, que en esa materia el gobierno nacional también lo trata a Macri como un enemigo a batir. En 2010 le giró el 50 por ciento de los fondos comprometidos para la construcción de viviendas; ese porcentaje sólo sirvió para financiar los proyectos habitacionales de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Un masivo plan de construcción de viviendas por parte del gobierno nacional sólo beneficia a las provincias amigas, desde Buenos Aires hasta el Chaco.

Las conmovedoras escenas de Villa Soldati (incluidos ambulancias y periodistas baleados) provocaron la psicosis de un vasto temor entre los porteños. ¿Dónde sucederá la próxima balacera? ¿Dónde el próximo asentamiento? ¿Dónde se implantará un campo de batalla que derrumbará el Estado de Derecho a partir de un instante súbito e infiel?