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El peligroso mundo de la justicia por mano propia

El desencanto con la actuación de la Justicia no puede desencadenar en un país sin estado de derecho.

Esta semana, imágenes desesperantes nos llegaron desde Tucumán. Al lamentable crimen de Abigail, una nena de tan solo 9 años que fue violada y cuyo cuerpo descartaron en un descampado semienterrado, le sucedieron otras escenas fuertes: el linchamiento del principal acusado del brutal asesinato de la niña.

A pesar del despiadado acto que cometió el acusado y del insuperable dolor de una familiar, este debe ser detenido y sometido al sistema de Justicia que tenemos, para evitar que una turba de personas iracundas haga justicia propia y le arrebate la vida sin pagar en ella por el crimen que realizó.

Si bien muchas veces la Policía y la Justicia no cumplen con sus deberes, no es por ello que los ciudadanos comunes tengan que ocupar sus roles e, incluso, sobrepasarlas. De todos modos, es raro que los vecinos hayan dado con el sospechoso mucho antes que los oficiales, salvo que éstos no hayan hecho bien su trabajo. Pero una cosa no quita a la otra.

Es quizás en estos momentos en que las autoridades y funcionarios tengan que poner más empeño en atender las cuestiones graves que les plantea la ciudadanía, exasperada por estar en medio de un momento en el que se multiplican las crisis –económica, social, sanitaria- y en el que cualquier evento puede hacer estallar la furia de decenas de personas.

El linchamiento es un difícil antecedente y puede derivar en múltiples ataques que poco tengan que ver con el crimen que cometieron –o no, quien sabe, también pueden ser linchados inocentes- los ajusticiados. Hasta pueden ser las golpizas y asesinatos un castigo desmedido, más en delitos menores.

Si algo nos caracteriza como humanos es la racionalidad, y el estado de derecho es lo que tenemos que mantener vigentes todos para vivir en sociedad. A lo sumo, habría que discutir qué hacer con la Justicia y modificarla si creemos que hay ciertos delitos que tienen una pena injusta para con las víctimas.

Pero la justicia por mano propia puede desencadenar una bola de nieve que arrastre a todos a una sociedad mucho más violenta, en la que ya hay muchos ánimos crispados. Y puede que sea difícil revertir esa situación.

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