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El Ministerio de la venganza

Por Gregorio Dalbón. Luego de enfrentar cuatro años a periodistas y jueces arbitrarios, me puse en internet a buscar la dirección del Ministerio de la Venganza.

Luego de enfrentar cuatro años a periodistas y jueces arbitrarios, me puse en internet a buscar la dirección del Ministerio de la Venganza. Cansado, no la encontré pero había un teléfono. Era de noche y esos son los momentos en que la luna ilumina mi ser. Me acosté y anoté en mi agenda: “Llamar al Ministerio de la venganza. Sacar turno para llenar los formularios”.

Mi deseo era saber qué requisitos debía cumplimentar para ser parte del mismo. El despertador no sonó. La ansiedad me levantó automáticamente a las 6:00. Ese día no había sido la excepción. Mientras tanto, pensaba el horario de apertura del Ministerio para ver cómo pertenecer o al menos intentarlo. Es que estoy muy enojado, indignado, impotente.

Me cuesta mucho demostrar al lector mi malestar con palabras escritas. Es en el cuore lo que duele. La vida y la libertad son sagradas. Al menos para este abogado devenido en escritor.

Pasaron unas horas, tomé valor y llamé. Me atendió una máquina que decía: “Bienvenidos al Ministerio de la Venganza. Si desea hablar con Patricia marque 1. Si desea hablar con Germán marque 2. Si quiere comunicarse con Marcos marque 3. En caso que quiera hablar con Laura marque 4 sino aguarde y será atendido por un operador.

Aguardé y pusieron una música de Queen. El que cantanba era muy desafinado. Realmente era espantoso, no era Freddie Mercury. Era un imitador muy malo. Y de repente me atendió un operador.

"Hola. Soy el Tano. En qué causa puedo ayudarle", suena del otro lado del teléfono. Me sorprendió bastante pero hablé: "Hola Tano. Quería saber si podes ayudarme con los presos políticos o con los políticos presos". “Quién habla”, me preguntó. Ahí, yo contesté: “Gregorio Dalbón”.

“Ahh vos, el que tuitea cosas feas de mi persona y encima es hincha de River”, me respondió el Tano.

“Sí, Tano. No te enojes. River viene de racha pero eso no importa”, le dije. “Atendé mi pedido y no peleemos más”, sostuve.

El Tano, el operador, me dijo: “Yo no puedo ayudarte en esas causas. Me estoy dedicando a la campaña en Boca y al Consejo de la Magistratura. Gregorio tengo que cubrirle la espalda a mi gente y sabes que los Tanos cumplimos”. Ahí yo le contesté: “Gracias igual, saludos a los muchachos de Comodoro Py”.

“Sí, les mando cuando vaya a jugar al pocker”, me contestó. Podía oler el habano desde el teléfono. Ante la negativa del operador, tomé la decisión y marqué el número 2 que no era Pepín sino el ministro Germán.

“Hola Germán. Vos estabas en contra de las prisiones preventivas y lo dijiste públicamente. Quizás puedas ayudarme”, le dije. “Hola. En qué puedo servirlo”, dijo Germán.

“A mí en nada. Pero a la Institución Judicial y, a los que están presos ilegalmente, quizás usted pueda”, le dije.

Medio enojado, Germán me afirmó: “Tengo superiores, Gregorio. En todo caso, el Presidente es la persona con la que tenés que hablar". Asombrado, le repregunté: "¿Al Presidente que puso a jueces por decreto y un par de papelones más?”.

“Quiénes son los presos políticos o los políticos presos”, me preguntó Germán.

Ahí, yo le pasé la lista entera que ni vale la pena reproducir en estas líneas. Y le dije: "Presos por política. Libres por política. No me hable de derecho, Germán, que usted no sabe nada".

Entendió enseguida a pesar de su escaso nivel intelectual. “Aguarde”, me respondió y, nuevamente, me puso el tema de Queen. Juro que odiaba a ese Freddie Mercury. Podrán imaginar quién era no. Un espanto para cualquier oído. Claro, era el conmutador del Ministerio de la venganza.

Al fin alguien atiende: “Hola. Soy Laura. En qué puedo ayudarlo”.

Nuevamente sorprendido al escuchar a la voz de esa mujer le digo: “En nada. Le agradezco. Podría hablar con algún abogado o persona del Ministerio idónea”. La respuesta de ella fue: “Aguarde”…  Y otra vez me pone Queen.

Ya a esta altura, la tortura de la música se hacía costumbre. Me atienden nuevamente. “Diga”, me dicen. “Me presento por cuarta vez, soy Gregorio Dalbon y quiero hablar con alguien del Ministerio de la Venganza por los presos políticos o los políticos presos. Quién habla”, pregunté. Me responden: “Patricia, la que dijo el que quiera estar armado que ande armado somos un país libre”.

“Ah, sí, la recuerdo. Usted es la ministra que es la amiga de Batman”, sostuve. “Sí, soy la amiga”, me dijo. “Dalbón no te puedo ayudar en nada para mi están bien presos. Es justo y que maten por la espalda también”, afirmó.

“No esperaba menos de usted, señora”, le contesté con impotencia. Con una oferta que no pudo rechazar, Patricia cambió el tono y se puso simpática. “Dame un segundo y te paso”, aseguró.

Vuelve la maldita música de Queen y, al minuto, me atiende un señor muy amable y me dice: “Dr. Dalbón. Explíqueme que es lo que quiere sintéticamente. No tengo todo el día y tengo muchos familiares en la función pública que buscarles trabajo en la función privada”.

“¿Quién habla, Marcos?”, pregunté ingenuamente. 

“No”, me dicen.  “Yo no soy troll, soy un Diputado. Al grano qué quiere?”, me insiste. Ahí yo le dije: “Quiero que esta Navidad, los políticos presos o los presos políticos pasen la Navidad en su casa con sus familias. Quiero que los que están con prisiones preventivas ilegales salgan en libertad. Quiero que sin sentencia firme no haya presos”.

Me interrumpe y dice: “Usted es una rata y en 30 segundos le doy una piña”. Yo del otro lado del teléfono estaba tranquilo y le digo: “¿No me confundirá con un periodista. Y cómo me va a pegar una piña a través del teléfono?

Ahí me respondió: “Sabe qué pasa, Gregorio. Desde que usted llamó al Ministerio rastreamos la llamada. Usted, en este momento, tiene un Drone arriba de su domicilio”. Asombrado, les dije: “No me pegue, soy Giordano. Sólo quería que antes de irse del Gobierno, vuestro Ministerio de la Venganza tenga un acto de amnistía para con la ilegalidad y el atropello a la Constitución Nacional. El 10 de diciembre vamos a poner presa a la palabra venganza y dejará de existir este Ministerio. Era mi deseo que vuestras almas dejen el odio antes de partir”.

Ahí fue cuando Eduardo me contestó: “Dr. Dalbón. Usted es otra rata más y se salva porque no le doy una piña”. A lo que me dijo aguarde un minuto, me ponen Queen por enésima vez y siento el timbre de mi casa.

Dejo el teléfono y bajo las escaleras mirando fotos de mi familia, la de algunos seres que ya no están hasta que llego a planta baja y abro la puerta.

“Soy el Ministro de la venganza. Puedo concederte un sólo deseo”, me dice Mauricio.

“Mauricio por favor hemos jugado al fútbol juntos hay gente inocente presa”, le digo.

“Dije un sólo deseo”, me dice de forma soberbia.

Pienso y no puedo elegir. Entonces, le digo: “Quiero que cuando se retire del Gobierno, usted no sufra jamás lo que están sufriendo los presos políticos o los políticos presos ni que le impongan una preventiva ilegal. Le pido me conceda este deseo”.

“Decime”, me tuteó Mauricio. Lo miré fijo a esos ojos azules de los cuales se enamoró Laura y, sin perder un segundo, subí y bajé raudamente. Le di una lista.

“Era el mejor equipo de los últimos 50 años”, le dije.  Ahí me responde: “¿Esto es todo?

“Sí. ¿Son sus amigos, no? ¿Hoy están libres, no?”, le dije.

“Claro. Sí los jueces no me gustan pongo otros”, sostuvo.

Ahí lo pare y le dije: “Mauricio, la final nunca es “Boca-River”. La final es la conciencia. Yo sé que la suya, deja mucho que desear. Pero piense por un momento que algún amigo suyo está injustamente preso. Usted no intentaría ayudarlo”.

Ahí, enojado, Mauricio me dijo: “Nosotros somos honestos no necesitamos nada. Nosotros volvemos en 4 años”. Yo le contesté: “Pero no era que nosotros no volvíamos más”.

"El Ministerio de la venganza permanecerá cerrado por qué el peronismo no utiliza la venganza sino la Memoria, la Verdad y la Justicia. Nunca más la venganza, Mauricio. Sepa que será juzgado en el marco  del derecho en sus más de 90 causas. Jamás le haremos pasar una persecución como la que usted orquestó en este Ministerio para con los opositores a su Gobierno y mucho menos la que aplicó a la Vicepresidencia electa y su familia. No hacemos lo que no nos gusta que nos hagan. Un principio cristiano para los que sabemos hacernos la señal de la Cruz”, le dije con seriedad.

Me saludó y subí para atender el teléfono que lo dejé para atender a Mauricio.

Rápido, otra vez, llegué al salón de estar, levanté el teléfono y una voz me dijo: “Feliz Navidad. Mi nombre es Alberto, soy Profesor de Derecho Penal y sé cuándo una prisión es ilegal”.

“Feliz Navidad, Presidente”, contesté. 

La comunicación que estaba evidentemente interferida se cortó. Sentía mucho ruido y me asomé al balcón de mi casa de Belgrano y era el prócer predilecto de Cristina. Pero no daba a las barrancas de Belgrano mi casa. Era como un sueño. Al mirar por ese balcón sentía el 9 de diciembre del 2015. Su voz. Su mirar a los ojos. Su empoderamiento. No sabía dónde estaba hasta que miré a la calle en el cartel de la esquina que decía: Libertad.

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