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El milagro de Máximo Kirchner, el muchachito de la Play

En la Facultad de Derecho se presentó un chico a rendir examen. No pudo contestar bien una sola pregunta. El padre era Néstor Kirchner, entonces presidente.

Extraído de La Nación

Por Carlos M. Reymundo Roberts

El otro día, un profesor que da clase en una universidad privada me contó una historia interesantísima. Tan aleccionadora -todo un ejemplo de superación humana- que desde que la escuché moría por contárselas. Aquí va.

Hace ya bastantes años, en la Facultad de Derecho de esa universidad se presentó un chico a rendir examen. La materia era Derecho Constitucional. El chico no sabía nada y no pudo contestar bien una sola pregunta. Además de ser aplazado, el titular de la cátedra lo reprendió con palabras duras: "Señor, usted no puede presentarse así a un examen. Usted debería honrar la investidura de su padre".

El padre del chico era Néstor Kirchner, entonces presidente. El alumno, claro, era Máximo. Meses más tarde colgó los estudios y se volvió a Río Gallegos.

Un amigo al que le relaté la historia -gorila total, irrecuperable- dice que podía imaginarse el diálogo que Máximo tuvo esa noche con sus padres. Después de contarles el bochazo, Néstor y Cristina le levantaron el ánimo: "Si no sabés nada de derecho constitucional, con nosotros vas a hacer carrera".

Y vaya si la hizo. En Santa Cruz aceptó el único trabajo que se le conoce. Un encargo de su padre: fundar una agrupación juvenil. La Cámpora. Fue el despertar de una vocación que discurriría por caminos poco habituales. Nada de militancia, mítines, trabajo de base. El chico se formó al lado de sus padres -dónde iba a encontrar mejores profesores-, alternando rosqueo telefónico con PlayStation casi en partes iguales.

Ese joven, ese cuadro que estructuró su basamento político al calor de un hogar, es hoy nuestro principito. El que encarna la sucesión. Ya lo habrán visto el sábado en el acto de Argentinos Juniors. Nervioso y todo, con qué esmero seguía los apuntes que tenía sobre el atril, escritos por su madre y por jefes de La Cámpora. Qué reivindicación: demostró que no hacen falta títulos universitarios para ser un arquitecto de la política, un constructor de consensos, un abogado de los pobres.

En su discurso inaugural, Máximo dijo que no hay apellidos milagrosos. Importante que lo dijera, porque yo estaba convencido de que él mismo era un verdadero milagro. Sin preparación alguna, ha estado detrás de muchas de las decisiones más importantes del Gobierno. Después dicen que hay que derogar los aplazos porque bajonean a los chicos. Máximo coleccionó aplazos y miren dónde llegó.

En el tramo más importante de su mensaje, volvió a instalar lo de la re-re. Como vimos, el derecho constitucional no es su fuerte. Pero su lección no era jurídica, sino política. Si la oposición, como afirmó, sólo puede legitimarse en una competencia con su madre, el que gane en 2015 será un presidente ilegítimo, fruto de una proscripción. Nacerá siendo Illia. Nacerá débil. Ya ven: no tiene nada de tonto el muchachito de la Play.

Máximo dijo también que detrás de su presencia y su discurso no había ninguna especulación. Por supuesto: quién puede pensar que un Kirchner especula con algo. Lo gracioso es que desde entonces el país se llenó de especulaciones. La primera es que le sirvió de plataforma para lanzar su candidatura a intendente de Río Gallegos. En las encuestas mide muy mal, algo rarísimo, porque si en un lugar lo conocen es ahí. Lo raro es que lo conozcan y no confíen en él. Yo estoy por mudarme a Río Gallegos para poder votarlo.

Wado De Pedro, uno de los generales de La Cámpora, dijo que el acto y la presencia de Máximo eran una señal de que "el kirchnerismo continúa". Continúa con la dinastía, claro. Los Scioli de este mundo, que se soñaban sucesores, deberán olvidarse. Me dicen que Daniel está devastado. Que lo del principito lo fulminó. Quizá haya aprendido la lección. Sólo un Kirchner puede heredar a un Kirchner.

Según una versión, la otra heredera, Florencia, estaba entre la multitud. En su caso, sólo sería heredera de la fortuna de sus padres, porque la política no se le da. Ella, como Máximo, tampoco completó sus estudios ni trabajó. Son perfectos depositarios de un modelo que es tan inclusivo que hasta los incluye a ellos.

Sigamos con el discurso. Dijo que "no hay hombres ni mujeres providenciales", idea que a Cristina no le gustó. Dijo que "el país no debe quedar en manos de los violentos", frase aplaudida desde las primeras filas por Luis D'Elia y por unos cuantos ex montoneros. Y criticó a "los dirigentes sindicales devenidos empresarios", referencia a Moyano, que se graduó de empresario cuando Néstor era presidente. Pero en esa época Máximo se encerraba a estudiar derecho constitucional.

Más allá de las palabras, reparemos en otras cuestiones. Primero: el discurso no fue por cadena. Una lástima. Privamos a mucha gente de escuchar a un joven con indudable proyección, un adalid del modelo, un pensador original. Segundo: Andrea del Boca, instructora de Máximo cuando no se animaba a hablar en público, ha hecho un buen trabajo. El principito aprendió el libreto y en muchos gestos nos hizo acordar al padre. Al Cuervo Larroque, ubicado detrás, se lo vio lagrimear. A mí me pasa lo mismo: lo escucho a Máximo y no puedo parar de llorar. Tercero: éste fue su primer discurso, pero no el último. El "monje negro" ha salido a la luz del día. Hay que agradecerlo.

También hay que agradecer a aquellos profesores que lo aplazaron. Ese fracaso fue el germen de este líder.