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El hombre con visión de Rayos X

Similar al título de un film de ciencia ficción, existió un hombre con tales pretensiones.

En 1963 se estrenaba en EE.UU. "'X' The Man with the X-Ray Eyes". Esta película de ciencia ficción, con gran éxito de taquilla y protagonizada por Ray Milland como el Dr. Xavier, planteaba una imposibilidad humana en la que un hombre podía ver a través de los cuerpos opacos. Coincidencia, fuente de inspiración o no, el hecho es que cuarenta años antes un madrileño de nombre Joaquín Argamasilla cobró vuelo a nivel internacional por sus supuestas capacidades de ver a través de los objetos.

¿Quién era Argamasilla?

Joaquín María Argamasilla de la Cerda y Elio (tal su nombre completo) fue un joven español que a principios de la década del '20 comenzó a cobrar notoriedad por su supuesta capacidad de visión a través de cuerpos opacos. Su corta fama se debió en gran parte al ímpetu que puso su padre -el Marqués de Santa Cara- en difundir sus prodigios. Pero, para el reconocimiento internacional, fueron determinantes las experiencias que convencieron al Dr. Charles Richet (fisiólogo francés, Premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1913) de la autenticidad de los fenómenos alegados por el muchacho.

La limitada capacidad de Argamasilla se reducía a: la lectura de papeles escritos encerrados en cajas metálicas, y el conocimiento de la hora marcada por las agujas de un reloj de bolsillo del tipo saboneta, que precisamente cubría y protegía la esfera con su tapa de metal. Para mayor impacto, se colocaba dos almohadillas de algodón sobre los ojos a las que luego superponía un pañuelo atado a su cabeza. En su clásico proceder Argamasilla proporcionaba las cajas o los relojes, si bien estos últimos podían pertenecer a otra persona. Por lo general, salía de la habitación para que se ocultaran los objetivos y -una vez que se le daba la orden de ingreso- procedía a vendarse los ojos para luego recibir los elementos en sus manos. Los manipulaba con entera libertad para, finalmente, dar a conocer el texto del papel oculto o la hora marcada en el reloj.


La condición para el eventual éxito era que el lugar estuviera muy bien iluminado puesto que, según sus propias manifestaciones, las experiencias que había realizado en condiciones contrarias fracasaron (!). Este breve relato (más que sugerente para cualquier ilusionista avezado) fue el que maravilló a tantos y permitió a Joaquín Argamasilla llegar a Estados Unidos -con tan sólo 19 años de edad- y poner a prueba su pretendida y bien publicitada "Visión de Rayos-X" ante el enemigo número uno de los charlatanes: Harry Houdini.

El afamado español ostentaba credenciales de psíquico que avalaban notables científicos de su país y del extranjero. Si superaba el examen con Houdini ¿quién podría ya dudar de su extraordinaria capacidad? El encuentro no se hizo esperar.


Houdini versus Argamasilla

No fue el Madison Square Garden el que los tuvo por protagonistas, pero sí se puede decir que en un rincón y en la categoría de peso pesado se encontraba el corpulento joven español, mientras que en la otra esquina, se condensaba en la diminuta figura de Harry Houdini, la grandeza de la experiencia de un pícaro ilusionista que por años venía ganando por knock-out a decenas de espiritistas y milagreros. No le costó mucho desentrañar el aparente misterio que proponía la actuación de Argamasilla. Había suficientes datos en su proceder que eran claves para guiar la sospecha y centrar la atención en el momento y lugar indicados.

Argamasilla tenía por norma ubicarse cerca de una ventana; esta posición no sólo le permitía una buena iluminación sobre los objetos a manipular sino también mantener a los observadores controlados y de frente. El vendaje que utilizaba podía impresionar a un profano, pero no a Houdini, quien conocía más de una técnica para echar el ojillo subrepticiamente por debajo de este o cualquier otro vendaje más complicado.


En las pruebas del reloj, una vez que las manecillas eran cambiadas al azar con la tapa cerrada por los propios espectadores, Argamasilla recibía el objetivo en sus manos y, con una hábil maniobra, provocaba una leve apertura de la tapa que le permitía echar un rápido vistazo y anunciar luego la hora. Si bien por lo general se utilizaba un reloj de su propiedad y sin cuerda, en algunas excepciones en que el reloj estaba funcionando, Argamasilla recurría a una estrategia que daba mayor brillo a su actuación. Si se considera el gran entrenamiento que tenía para realizar este truco, no era extraño que a veces conociera la hora en un tiempo récord; pero no por eso y muy inteligentemente, se privaba de un apresurado éxito dejando transcurrir unos minutos que bien podía calcular y -aprovechando que la trampa ya estaba hecha- se preocupaba en reforzar la aparente dificultad que lo apremiaba para finalmente dar a conocer la hora exacta o apenas con segundos de diferencia.

En una de las varias sesiones que mantuvieron, Houdini le ofreció un reloj que premeditadamente había trucado para imposibilitar su apertura; el fracaso de Joaquín fue total.

En otra oportunidad, en la oficina del Newspaper Feature Syndicate, muy astutamente y aprovechándose del limitado ángulo de visión que tenía Argamasilla por el vendaje, Houdini se ubicó a un costado por detrás del hispano y vio perfectamente cómo abría y cerraba la tapa del reloj, mientras los demás -ansiosos y presos de la buena atención dirigida que éste manejaba - esperaban el milagro.

El truco de la lectura de textos ocultos en las cajas metálicas era un tanto más ingenioso pero no lo suficiente para engañar al retacón con "visión de rayos X, Y y Z". Argamasilla sólo tenía el éxito garantizado cuando operaba con dos tipos de caja de su propiedad. El diseño de las mismas le permitía la conveniente manipulación para poder ver y leer el papel impreso que se ocultaba dentro. El riguroso examen que hizo Houdini de las mismas, no solamente permitió establecer las maniobras que se requerían para su buen uso, sino también duplicar con igual éxito la actuación de Argamasilla.

 

 

En una oportunidad Houdini le ofreció dos cajas de su fabricación desafiándolo a que revelara su contenido, y el joven mago español se negó rotundamente a realizar la prueba. Obviamente, dada la construcción y accesorios, el fracaso hubiera sido inevitable.


Houdini no sólo resolvió con éxito el misterio de Argamasilla sino que también lo desenmascaró públicamente,  llegando incluso a utilizar sus trucos para entretener al público. En sus espectáculos, se distribuía un folleto en el que precisamente se destacaban la exposición de los fraudes de la médium Margery y Argamasilla (ver Fig. 3)


El descrédito en que cayó Argamasilla pronto lo obligó a retirarse de la escena pero, por supuesto, alegando una repentina pérdida de sus poderes. ¡Como si alguna vez los hubiese tenido!