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El hijo de Pierri: ejemplo de cómo educar a los chicos

El caso del abogado es un ejemplo de los cambios en la forma de crianza. Entre la televisión y los padres, las brechas generacionales se acortaron.

El caso del hijo de Miguel Ángel Pierri es la noticia del día. Inocente, sincero y hasta gracioso, cabe la posibilidad de usar su actitud como ejemplo de una ruptura de la brecha generacional que caracterizaba a la relación entre nenes y autoridad.

Hace algunos años (a comienzo del siglo) jóvenes con educación, bien formados y respetuosos con los mayores sólo decían malas palabras en tono "juguetón" con los amigos de su edad. Así y todo, cada tanto se escapaba alguna "palabrota" en el colegio o frente a sus padres, lo que encontraba rápidamente un reto como respuesta.

Hoy, ya no sólo es normal el latiguillo "bol..." entre jóvenes de 15 o 20 años, sino también lo es en gente ya mayor, como de 40 o 50. Eso, claramente, representa un ejemplo para los chicos, que hace tiempo que adoptan la mala palabra como parte de su vocabulario habitual.

Además, la televisión tampoco coopera. El famoso "horario de protección al menor" formalmente tiene inicio a las 22, pero a lo largo del día el improperio se toma con humor, y tanto las malas palabras como las referencias sexuales son parte de la programación cotidiana.

Todas las tardes, en el ya repetido hasta el cansancio "Casados con hijos", uno puede reírse de los improperios que lanza Pepe Argento (Guillermo Francella) o de su hija Paola (Luisana Lopilato), quien tiene más novios que capítulos de la exitosísima serie de Telefé.

Aunque para los padres u abuelos mayores esto pueda significar una complejidad a la hora de educar a los más pequeños, es positivo que estas brechas generacionales se rompan, que pueda decirse alguna que otra mala palabra, siempre y cuando el respeto del menor con el responsable a cargo continúe en pie.

En pleno siglo XXI, uno no puede hacer otra cosa que alegrarse porque, esos límites que a uno le ponían cuando era más pequeño, y que le parecían ridículamente innecesarios, hoy puedan significar motivo de sonrisa o alegría. ¡Chapeau!