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El factor reelección

*Por Andrés Fidanza. Cristina Kirchner confirmó que se presenta, y no sólo la favorecen las encuestas: desde 1983, ganó el 86% de los presidentes y gobernadores que buscaron ser reelectos.

El síntoma fuerte fue un cosquilleo en el brazo izquierdo mientras jugaba al golf en la quinta de Olivos. Al rato, un breve desvanecimiento. Dos horas después, al presidente Carlos Menem le extirpaban una peligrosa obstrucción en la arteria carótida derecha.

Era octubre de 1993 y apenas le dieron el alta, Menem volvió a Olivos y anunció en conferencia de prensa: "Estoy mejor que antes, así que ni pienso en renunciar a la reelección; les pido que le den la oportunidad al pueblo de que se pronuncie". Pero no hizo falta escuchar la voz del pueblo, porque Raúl Alfonsín captó la amenaza televisada y prefirió pactar una reforma constitucional a un plebiscito con resultado cantado.

Sucedió, entonces, la primera reelección presidencial desde la vuelta de la democracia. Ahora, tras confirmar su candidatura ("Voy a someterme otra vez a la voluntad popular", anunció al anochecer del martes 21), Cristina Kirchner se prepara para concretar la segunda, que se suma a una lista de probables reelecciones provinciales: la del gobernador Daniel Scioli, la del alcalde Mauricio Macri y la de Maurice Closs, en Misiones.

Desde 1983 a la fecha, es altísimo el porcentaje de segundas y hasta terceras vueltas en el poder, concedidas a mandatarios con ideologías, partidos, gestiones y carismas diversos. El dato del éxito -electoral, al menos- es que en los últimos 28 años, las reelecciones nacionales y provinciales se obtuvieron en un 86% de los casos: 48 éxitos sobre 56 intentos.

La tendencia a la doble chance política, una vez más, no es un invento argentino.
En Europa y EE. UU. también se consigue, lo que significa que no es un atributo exclusivo de democracias más jóvenes.

Con 223 años bajo la misma Constitución, en Estados Unidos el tercer mandato presidencial recién se prohibió en 1951. Y desde entonces, fueron cuatro los que completaron dos gobiernos, tres por el Partido Republicano y uno por el Demócrata: Dwight D. Eisenhower, Ronald Reagan, Bill Clinton y George W.

Bush; mientras que Jimmy Cárter y George H. W. Bush fallaron en sus lances reeleccionistas.
Una relación de cuatro sobre seis; y buenas chances de que Barack Obama haga aumentar la estadística en 2012.

"Como regla general, los presidentes - y mandatarios locales- que mantengan un aceptable nivel de popularidad están en óptimas condiciones de buscar la reelección", explica a NEWSWEEK Adriana Gallo, investigadora en ciencias políticas del CONICET.

Así, salvo finales catastróficos -con el de Fernando de la Rúa como ejemplo más memorable-, la propia inercia del Gobierno implica correr con handicap frente a los adversarios de la oposición y a los aspirantes de la misma fuerza.

El investigador del CONICET, profesor de la UADE y autor del libro Reelección y sucesión presidencial, Mario Serrafero, concluyó que en esa situación el candidato en funciones cuenta con "ventajas del incumbente-saliente": el reconocimiento y la visibilidad pública, el acceso a financiamiento gubernamental, la exposición mediática, la experiencia ejecutiva, la pertenencia al partido oficial y cierto control sobre la economía.

En países con predisposición histórica al presidencialismo - o al personalismo, dicho en forma despectiva-, tales prerrogativas se potencian y condensan en una única persona. En la imagen de una persona, desde que la televisión y la democracia estrecharon su vínculo.

La Ciudad de Buenos Aires tiene dos antecedentes de ensayos reeleccionistas: uno - e l de Aníbal Ibarra, en 2003- exitoso; el otro -Jorge Telerman en 2007- no. Ahora, a dos semanas de las elecciones y frente a un seguro escenario de balotaje con Daniel Filmus o "Pino" Solanas. Mauricio Macri apeló a un eslogan bien explícito a favor del status quo.

En los coloridos carteles que copan las calles, el subte y paradas de colectivos, el actual alcalde, muy sonriente y rodeado de porteños admirados, persuade y casi suplica que "Juntos venimos bien".

Con lógica parecida, el oficialismo kirchnerista utiliza una estrategia comunicacional que realza los logros de la gestión.

En cada acto público, Cristina Fernández enumera los méritos duros del modelo económico: obras, asignaciones, puestos de trabajo y nuevos jubilados; y ahí mismo sugiere que todo eso se podría perder en un segundo, en un domingo, más bien, si se tomara una decisión electoral errada.
Daniel Scioli, en busca de revalidar la gobernación bonaerense, también apelará a un discurso conservador sobre lo mucho que se podría perder.

A escala de las intendencias bonaerenses, donde existe la reelección indefinida, la realidad es menos sutil. Y si para 1987 uno de cada tres jefes comunales del Conurbano consiguió un segundo mandato, la cifra trepó al 67 por ciento en 2007. Para el próximo 23 de octubre no se espera cambios en ese esquema.
A nivel de las provincias, subsisten tres con reelección eterna permitida: Catamarca, Santa Cruz y Formosa, donde Gildo Insfrán gobierna desde hace 16 años y, presumiblemente, irá por cuatro más. La Rioja y San Luis (donde los hermanos Rodríguez Saá, Adolfo y luego Alberto, gobiernan desde 1983), la eliminaron en los últimos años.

En Mendoza y Santa Fe, en cambio, la reelección esté directamente prohibida. Y la rareza nacional: se permiten tres períodos en Salta, donde en abril pasado fue reelecto el peronista Juan Manuel Urtubey; y también en San Juan, luego de que José Luis Gioja (que ya acumula dos mandatos) obtuviera el 65% de los votos en un plebiscito de reforma constitucional.

En las provincias más chicas, en contraste con la Capital, Buenos Aires. Santa Fe y Córdoba, existen menos actores sociales familiarizados con el poder y, así, el mapa de la política se angosta. Un cuadro que la investigadora de la Universidad Nacional de San Martín Jacqueline Behrend define como "juego cerrado". Lo que significa que "una élite muy reducida juega un rol demasiado central en los distintos ámbitos de la vida de una provincia".

Y la consecuencia, según explica Behrend, es que "se minimiza el control sobre los gobernantes".
De ahí, la consabida mezcla entre poder ejecutivo, judicial, medios de comunicación y grupos económicos locales. En nombres propios: en Corrientes, los Romero Feris (hasta 1997), y ahora los primos Colombi; los Juárez en Santiago del Estero; y los Saadi en Catamarca (provincia en la que, en abril pasado, el gobernador Eduardo Brizuela del Moral perdió sorpresivamente ante Lucía Corpacci).

"Existen fuertes apetencias de poder en los políticos, pero también la gente tiene su responsabilidad", dice a NEWSWEEK el obispo jesuita Joaquín Piña, que en 2006 encabezó una cruzada cívica contra el intento de reelección indefinida del entonces gobernador de Misiones. Carlos Rovira.

A cinco años de aquellá gesta, exitosa en cuanto perdió Rovira la consulta popular, Piña opina que "la reforma de San Juan mostró que todavía falta crear conciencia ciudadana".

Algo más compresiva y realista, María Matilde Ollier, Secretaria de Investigación de la Universidad Nacional de San Martín y autora del libro Atrapada sin salida, Buenos Aires en la política nacional (1916-2007), explica que "la gente no es pretenciosa: vota lo que puede. Y si percibe un camino, tiende a dar una nueva oportunidad".