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El costo de los votos en el Senado

* Por Rubén Rabanal. La puesta en escena del recinto del Senado ayer claramente respondía a un hecho considerado histórico.

Medidas de seguridad extras (incomprensibles casi todas ellas ya que no hubo visitante ilustre alguno que las justificara), gestos adustos entre las bancas y decenas de sesudos discursos de senadores convertidos de la mañana a la noche en especialistas en petróleo. Pocos legisladores se quisieron perder el escenario sabiendo que no sólo los estaban mirando desde sus provincias, sino también desde la Casa Rosada. Parafraseando a la propia Presidente: todos se hicieron el rulo para la ocasión, a favor o en contra. El ambiente era de fiesta para el oficialismo y de una extraña incomodidad para los opositores que apoyaba.

Sin dudas la posición más complicada entre las bancas fue la del radicalismo. Con sus 17 senadores votando a favor de la expropiación del 51% de las acciones y en disidencia en casi todos los artículos, ese partido mantuvo su histórica posición estatista en materia petrolera, pero al mismo tiempo le garantizó a Cristina de Kirchner lograr los dos tercios de los votos para ratificar la operación sobre Repsol, no porque fuera reglamentariamente necesario, sino para reforzar ante el mundo la fuerza de esa decisión política.

No es un razonamiento aislado el que desplegó la Presidente al pedir los dos tercios de los votos para YPF aunque no hiciera falta: el kirchnerismo nunca se caracterizó por tomar en cuenta el trabajo del Congreso, pero sí por exigirle altos niveles de apoyo a sus decisiones políticas, que sólo tienen expresión real a través de votos.

Nadie cuestionó ayer en el Senado que el manejo que Respsol hizo de la petrolera hace agua por donde se lo mire. Ni siquiera lo hicieron en sus argumentos los senadores que se opusieron.

El problema en los votos rebeldes, en particular o también en general, eran las formas. Como sucedió con las AFJP o Aerolíneas Argentinas, pocos senadores le pidieron ayer al Gobierno que diera marcha atrás con la estatización parcial de YPF. Sólo le exigieron que reconociera los errores del pasado, léase los años sin auditar concesiones o haber convalidado balances. Como explicaron desde socialistas hasta peronistas no kirchneristas.

Lo hizo el radicalismo, pero a pesar de eso tuvo que pagar costos. Está pendiente en Diputados la decisión de Oscar Aguad: adelantó que junto a otros 10 radicales puede terminar absteniéndose en la votación allí, abriendo una complicada división en una bancada que de por sí está en crisis.

El mendocino Ernesto Sanz hizo equilibrio en medio de esos peligros cuando habló de «un torneo de visiones históricas subjetivas. Cada uno viene con su librito sobre la visión del pasado. Es más importante discutir sobre el futuro; es lo que le importa a la gente», dijo. Y hasta reconoció la dificultad que tuvieron para tomar la decisión: «Debo reconocer que hemos estado tentados a anclar el pasado con el futuro para, de esa manera, votar en contra tanto en particular como en general», se sinceró. «Hemos decidido correr el riesgo de apoyar en general y diferenciarnos en particular». La puntana Liliana Negre de Alonso, con voto en contra, le facturó la postura a la UCR recordando, cual mancha venenosa, pases fugaces de una posición a otra a la hora de votar para favorecer oficialismos. Cayó en ese relato la radical correntina María Dora Sánchez, que en su momento se fue del recinto y permitió así el número para la derogación de la ley de subversión económica, una sesión en la que Cristina de Kirchner, como senadora, estuvo muy activa en la recolección de votos.