Dos campañas
Parecería que todos los dirigentes políticos del país han llegado a la conclusión de que las primarias del 14 de agosto no fueron una "megaencuesta", como tantos decían, sino elecciones presidenciales auténticas y decisivas, de suerte que lo que se celebrará el 23 de octubre será una mera interna opositora.
Convencidos de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner "ya ganó", los demás candidatos están concentrándose en la lucha por el privilegio de figurar, aunque sólo fuera por un par de semanas, como jefes de la oposición. En vez de procurar cerrar filas con el propósito de asegurarle al país de que, a pesar de su heterogeneidad, la oposición estará en condiciones de limitar el poder discrecional de una mandataria que en su opinión se ha acostumbrado a pasar por alto las reglas institucionales, quienes aún están en carrera se han puesto a profundizar las divisiones que existen en el territorio opositor, acusando a sus rivales de ser mentirosos, "pasteurizados", o sea, pusilánimes, kirchneristas disimulados, sembradores de miseria y muchas otras cosas desagradables más. De vez en cuando aluden a las deficiencias que ven en el gobierno nacional, pero guardan sus dardos más filosos para sus rivales.
Para quienes participan en esta trifulca confusa, la proximidad ideológica es repudiable, razón por la cual pocos días pasan sin que el puntano Alberto Rodríguez Saá se ensañe con el bonaerense Eduardo Duhalde, o los radicales que todavía acompañan a Ricardo Alfonsín se esfuercen por demoler al socialista santafesino Hermes Binner. Se entiende: en ambos casos quienes en otras circunstancias serían socios están compitiendo por el mismo espacio. Del cuarteto de aspirantes más o menos serios –el trotskista Jorge Altamira se sabe testimonial y Elisa Carrió, humillada por el electorado, se ha borrado–, el mejor ubicado parece ser Binner. Aunque en las primarias consiguió menos votos que Alfonsín y Duhalde, sus expectativas habían sido menores y su campaña improvisada, de suerte que pudo tomar el 10,18% que le fue atribuido por un éxito rotundo. Asimismo, lo ayuda la sensación de que el peronista disidente y el radical están en baja, mientras que sus propias acciones propenden a subir.
Los adversarios coyunturales de Binner lo acusan de querer congraciarse con Cristina no sólo porque es aliado estrecho de Antonio Bonfatti, quien lo reemplazará como gobernador de una provincia que necesita contar con la colaboración de la dueña de la caja nacional, sino también porque, sospechan, espera sucederla como jefe del progresismo supuestamente izquierdista. Según ellos, fue por tal motivo que se opuso a que el Congreso citara al flagelo del oficialismo, Sergio Schoklender. Para indignación de los simpatizantes de Binner y de Rodríguez Saá, que está ubicado en otro lugar del mapa político, últimamente han proliferado afiches que los muestran acompañando a Cristina
De todos modos, es poco probable que valga mucho el premio que buscan quienes fantasean con llegar segundo en octubre. En nuestro sistema político, lo único que realmente importa cuando se celebran elecciones presidenciales es la identidad del ganador absoluto que, desde la Casa Rosada, contará con el poder y los recursos económicos que, bien manejados, le permitirán ser líder de un movimiento de alcance nacional. En cambio, los beneficios para un opositor de hacer una relativamente buena elección suelen ser pasajeros, acaso porque, a diferencia de lo que sucede en otros países democráticos, no existen partidos prestigiosos. Por lo tanto, Carrió no logró aprovechar el casi 23% de los votos que obtuvo en el 2007 para erigirse en la jefa indiscutida de la oposición centroizquierdista al peronismo kirchnerismo; a pesar de haber logrado crear la Coalición Cívica, un aparato partidario respetable, no tardó en verse eclipsada. Igualmente decepcionante resultó ser la trayectoria política de Ricardo López Murphy después de que en el 2003 fuera apoyado por más del 16% del electorado; merced al hundimiento de Carlos Menem, el ex radical pareció destinado a encabezar un movimiento amplio de centroderecha pero, sin que Néstor Kirchner –el ganador de aquella contienda– se sintiera obligado a denostarlo por sus ideas socioeconómicas "neoliberales", pronto terminó fuera del elenco de presidenciables.