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“¿Dónde están los muertos?”

La comunicación oficial sobre el coronavirus se ha vuelto aburrida y pierde eficacia.

Me permito comenzar esta nota con una vivencia personal de todos los días. Mientras en la tele se dan a conocer cada mañana y cada noche las nuevas cifras de los casos y los fallecidos por el coronavirus en nuestro país, que en las últimas semanas fue aumentando en un volumen de números preocupantes, mi mamá siempre me hace la misma pregunta: “¿Y dónde están esos muertos?”.

Es un cuestionamiento que muchos se habrán hecho. Un planteo un tanto morboso, puede ser. Pero se puede apelar a la potencialidad de las imágenes para mostrar lo realmente grave de la pandemia del coronavirus, sin caer en un mero sensacionalismo. Con imágenes reales. Es dar cuenta de las miles de personas que murieron por una enfermedad nueva y sin cura, más allá de que el anuncio de una posible vacuna haya dado una luz de esperanza.

Los noticieros no muestran imágenes de los hospitales y cómo se trabaja en ellos. No fuimos testigos de la tragedia de ninguna de las familias que perdieron a un miembro por el coronavirus. Pero el Gobierno, desde el discurso oficial, tampoco decidió hacer uso de estas imágenes impactantes para comunicar las novedades sobre el covid-19 en el país.

Mostrar imágenes crudas de lo que significa estar en terapia intensiva o tener un familiar internado, o mostrar la solitaria despedida en los funerales de los fallecidos por el virus ayudaría a que las personas sepan sobre el peligro que se vive durante una pandemia: un evento que ocurre pocas veces en un siglo, una catástrofe inesperada e inevitable, que requiere de esfuerzos y sacrificios personales para salir adelante con la menor cantidad de muertes por lamentar.

De todas formas, mostrar los estragos del coronavirus de manera tan gráfica es ahora algo inútil. Debería haberse tomado esta decisión con la llegada del covid-19 al país. Y quizás hoy el panorama sería otro.

Ahora los anuncios se volvieron aburridos, poco llamativos y, por ende, perdieron eficacia. Ya cansa escuchar siempre las mismas palabras, o tratar de entender gráficos que en la pantalla de la tele no se ven con claridad. En momentos en el que hay ir que ir al grano, los políticos hablan sin parar por horas.

La cuarentena se desgastó, la gente poco a poco está aflojando, más allá de algún que otro irresponsable que convoca o participa en reuniones, fiestas y manifestaciones masivas. Se le perdió el miedo y el respeto a esta enfermedad, justo en el momento en el que más se necesita de la responsabilidad de la gente para evitar los contagios.

Pero la responsabilidad también parte de las autoridades y funcionarios, que a veces parecen elegir caprichosamente quienes pueden hacer ciertas  actividades y quiénes no. ¿Cómo no van a dejar estar en el agua al remero Ariel Suárez, que tan solo quería entrenarse en soledad, cuando los futbolistas ya pueden comenzar las prácticas en grupo?

Además, los políticos deben tener su responsabilidad no solo con lo que hacen, sino también con lo que dicen. ¿Cómo el ministro Sergio Berni puede decir que recuperarse del coronavirus es un “desafío” que se debe enfrentar con “decisión y coraje”, y dando a entender que los que no logran superar la enfermedad son perdedores que no hicieron lo suficiente por curarse?

Se siente que el Gobierno también se cansó de su propio discurso, al decir que la cuarentena ya no existe hace rato. Un mensaje peligroso que se le da a la población: no son pocos los que pueden interpretar que ya podemos volver a una vida lo más parecida a la que teníamos antes del 20 de marzo.

Desde un principio, Argentina contó con la ventaja de poder presenciar la experiencia de Asia y Europa, donde colapsaron hospitales y geriátricos y se vivieron escenas terroríficas, y en parte se explica por esto el éxito de una cuarentena prematura: si acá hay una menor cantidad de muertes –aunque siempre lamentables- es porque tuvimos tiempo.

No hubo un manual para superar la situación, pero el sistema sanitario aún no se saturó a pesar de su precariedad, existente desde hace años. La cuarentena tuvo un cierto éxito en esto. No es momento ahora de tirar todo por la borda.

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