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De la cuarentena estricta que nunca existió al “tira y afloje”

Luego de casi cuatro meses de cuarentena, las fronteras entre las fases de aislamiento aparecen cada vez más difusas.

Con su anuncio del viernes, Alberto Fernández dio finalización a una cuarentena estricta que no existió. Es que, a pesar de que se retrotrajeron las aperturas de varias actividades, mucha gente no dejó de circular, burlando la cuarentena ante la falta de controles.

Está bien, el Estado no puede estar en cada esquina para controlar que todos los vecinos cumplan con el aislamiento como corresponde, por lo que la responsabilidad de cada uno es lo que vale. Pero con tantos días de experiencia, donde se ve que hay más circulación de la esperada, quizás hubiesen sido necesarios más controles internos dentro de comunas y municipios del Gran Buenos Aires.

Es entendible que aquellos que no son considerados esenciales o estén en negro y necesitan con urgencia salir a trabajar para poder subsistir lo hagan. Pero es lamentable que algunos empleadores los obliguen a realizar permisos de circulación truchos con la amenaza de hacerlos perder su trabajo. Muchos locales que deberían haber trabajado con delivery o con sistemas de envíos seguían atendiendo al público con las persianas semibajas, exponiendo a sus empleados. La precariedad laboral no es novedad, pero la pandemia la potencia.

La crítica también va hacia quienes, en una actitud de rebeldía pero también de total egoísmo, organizan cumpleaños y festejos o abusan de su permiso de trabajador esencial para circular por cualquier lado, incluso atravesando varias jurisdicciones y romper con el aislamiento social.

También estuvieron quienes abusaron de las salidas recreativas y terminaron merendando en cafés y confiterías junto a sus hijos durante los fines de semana de la Ciudad de Buenos Aires.

Viendo estas imágenes que todos ya conocemos, es un poco difícil que el Gobierno pueda afirmar que hubo una cuarentena que se cumplió estrictamente. Más cuando se esperaba que bajen los casos de coronavirus registrados y sucedió todo lo contrario. ¿Será entonces que el Gobierno nacional cedió ante las presiones de sectores opositores –principalmente concentrados en la Ciudad-, a pesar del aumento de contagios en el Gran Buenos Aires, como si fueran dos territorios totalmente separados a kilómetros de distancia?

Presión, de más está decir, potenciada desde los medios de comunicación, restándole peligrosidad a la enfermedad. ¿Por qué, para contrarrestar esto, el Gobierno no aprovecha la cadena nacional y la potencialidad de las imágenes para mostrar de manera explícita la cantidad de recursos económicos y humanos que se necesitan para atender un solo caso de coronavirus grave, en vez de apuntar datos que se les pierden rápidamente en la memoria a las personas? Sin generar temor: solo total concientización.

Si el Gobierno decidió ceder ante los reclamos, más centrados en oposición política que en necesidades económicas, más allá de los datos que tanto sostuvieron como fundamento ante cada anuncio y decisión, se inaugurará entonces un extraño periodo de “tire y afloje” en el que, en vez de evaluar qué será lo mejor a hacer, se priorizará negociar con la mayoría de los actores involucrados para contentar a todos. Ojalá los resultados acompañen y, por el bien de todos, Argentina pueda salir del estado de pandemia lo más indemne posible.

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