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Chile y la educación del futuro

La lucha por una educación más igualitaria y a la vez de alta calidad y excelencia es, hoy como ayer, irrenunciable para las sociedades que quieren progresar en libertad y equidad para todos.

Chile era hasta hace poco tiempo, respecto del resto de Latinoamérica, una especie de modelo de orden y progreso, un ejemplo a seguir o, al menos, para evaluar el funcionamiento de sus instituciones y políticas. Y tal vez lo siga siendo, ya que según el titular del Banco Central del país vecino, tiene bases "muy sólidas" para afrontar las turbulencias de la economía global, con un firme crecimiento económico previsto para la década, lo que no es poco en una región amenazada por los vaivenes de la crisis financiera, el estancamiento y los ajustes.

Sin embargo, en los últimos hechos se ha visto que el "modelo chileno" no es perfecto y que sigue siendo un país de grandes contrastes y una desigualdad que forma parte de su realidad social, pese a los éxitos alcanzados en el plano económico. En ocasión del terremoto y el tsunami del 27 febrero de 2010, la TV difundió al mundo las condiciones de precariedad en que vive una buena parte de la sociedad, pese a que se obtuvieron logros significativos en materia de reducción de la pobreza y el desempleo.

Ahora, estalló la crisis de la educación, que desde el año pasado, pero sobre todo en el último mes, convoca a multitudinarias manifestaciones de estudiantes y profesores, que exigen una educación pública más igualitaria, más accesible y del mismo nivel de excelencia que tienen los colegios y universidades privados.

La situación es compleja, porque Chile tiene altos estándares en materia educativa y el analfabetismo casi no existe, lo que demuestra que se trata de una "crisis de desarrollo" y no de retroceso. Lo original de esta convulsión es que los estudiantes secundarios, sobre todo, han tomado conciencia de que la educación es el principal instrumento de progreso personal y comunitario. De ahí que exijan una capacitación de alto nivel y más igualitaria. La mayoría de los jóvenes de las escuelas y universidades públicas no quiere quedar al margen del progreso material, social y cultural que derrama la formación privada.

No se trata, pues, de simples "reivindicaciones" al estilo argentino –ingreso irrestricto, más turnos de exámenes, menos exigencias –, sino de bregar por una mayor calidad educativa y por un acceso más universal a esa educación calificada y de excelencia, lo que supone una elevada conciencia de que la educación es un imperativo para toda sociedad que quiera progresar y ampliar la igualdad de oportunidades.

Atento a los recientes ejemplos registrados en la Argentina –en Córdoba, por caso, se permitieron tres materias previas para cursar el próximo año–, conviene resaltar que la verdadera igualdad de oportunidades no consiste en un achatamiento, en el facilismo de masas, sino en mirar hacia arriba, es decir luchar por una educación de calidad y, al mismo tiempo, exigente, con altos rendimientos. El conflicto planteado en Chile forma parte del debate sobre el futuro.