Charlas de Quincho
La cercanía del fin de año multiplica las reuniones y las fiestas. Eso no alcanza a la Presidente, que pasó el fin de semana en el sur.
Allí se dedicó a estudiar carpetas y titulares periodísticos, rodeada de algunos pocos familiares. Sin embargo, hubo reuniones en Uruguay, en restoranes, salas de fiestas, museos y hasta tanguerías porteñas en las que se habló -no podía ser de otra manera- del discurso de un sindicalista cuyo contenido muchos conocían de antemano. Veamos.
El agobio de la primera semana desde la jura, con turbulencias del oficialismo con el sindicalismo, un maratón legislativo y algunos chisporroteos con el sciolismo, forzó a Cristina a buscar reparo en su casa de la calle Mascarello al 400, en el barro Jardín de Río Gallegos, adonde llegó sola el viernes a la tarde. Poca gente de visita -apenas Alicia Kirchner, su hija Natalia Mercado, el empresario Rudi Ulloa almorzaron con la Presidente el sábado- y el hijo Máximo. Pilas de diarios que entraban y salían y muchas carpetas para leer. Sin pausa, Cristina recibirá mañana en Montevideo la presidencia temporal del Mercosur en el primer viaje que hará desde la asunción del segundo mandato. Para preparar el clima, ya anoche caminaban por las calles de la capital uruguaya Héctor Timerman, Beatriz Pagliero, Cecilia Nahón y hoy llegarán Héctor Lorenzino y Mercedes Marcó del Pont.
Esa visita presidencial sería de 36 de horas de presencia argentina en el Uruguay por todo lo alto, que abrió el propio Pepe Mujica al acompañar a los invitados de Alejandro Bulgheroni en la inauguración de una planta aceitera en la zona de Garzón. La visita a Montevideo le sirve para mostrar a ese equipo de comercio interior-exterior que debuta con el nuevo gabinete y que manejará hasta nuevo aviso Guillermo Moreno, que tendrá oportunidad de cruzarse con delegados de Uruguay y Brasil en temas gratos e ingratos. Entre éstos figura la pretensión argentina de que, en esta cumbre de presidentes del Mercosur, Brasil ceda en la puja de lo que se llama «compras gubernamentales», es decir, que facilite la participación de empresas argentinas en obras y contratos de Brasil en paridad de condiciones respecto de las firmas locales. La Argentina permite eso desde la desregulación de los años 90 a los brasileños, pero éstos les aplican a los nuestros el compre nacional de ellos. El interés del Gobierno en esta pulseada -que puede ser lo más importante que se discuta allí- es que firmas argentinas puedan participar de licitaciones millonarias que hará Brasil para los Juegos Olímpicos y para el Mundial de Fútbol. Cristina lleva este punto como principal diferencia con Dilma Rousseff.
Entre los temas gratos está el bloqueo que ejerce Uruguay a las naves de bandera británica que van o vienen a Malvinas, que Mujica redobló en la semana que pasó para bronca de los ingleses, que amenazan con retiro de embajadores. «Sólo cumplo normas de Unasur», responde Mujica socarrón, despejando críticas a su persona. Sus adversarios locales lo acusan de «sumisión» al Gobierno argentino. Este asunto, que no estaba previsto en la agenda que anoche repasaba Timerman en el hotel Radisson de Montevideo con la delegación argentina, amenaza con tapar los demás asuntos. El canciller estudió anoche esa cuestión con asesores que querían llevarlo a comer un asado que ofrecía el embajador Dante Dovena y que terminó suspendido por la carga de trabajo y porque además Timerman es vegetariano. Los anfitriones querían agasajarlo porque el sábado fue su cumpleaños, que el canciller consideró ya festejado con la inmensa torta que llevó el exasesor de su antecesor en el cargo, Eduardo Valdez -fue jefe de Gabinete de Rafael Bielsa- al estudio de TV en donde grabaron un reportaje.
La posición argentina sobre Malvinas es, claro, indeclinable y coincide con otro incidente que se produjo el sábado en la salida del puerto de Montevideo, cuando un guardacostas de la Armada argentina le pidió se identificase a un pesquero español que iba a Malvinas y una nave uruguaya le dio protección para que no fuera detenido al dejar aguas uruguayas. El hecho era analizado anoche en la delegación porque le pone un matiz a la férrea adhesión del Gobierno uruguayo a la posición argentina en Malvinas: naves de guerra no, tampoco que vayan con carga y pasajeros a Malvinas, pero pesqueros sí, porque si también los rechazan desmantelará buena parte de la actividad pesquera en los puertos locales.
Esta Cristina global que sale por primera vez desde la jura armó, sin improvisación porque fue un malón de confirmaciones, su nueva Cancillería. Mandó al Senado una lista de confirmaciones de todos los embajadores políticos, con dos excepciones. Una se conocía, que es la designación de Juan Carlos Cheppi como nuevo embajador en Venezuela. La otra la contamos aquí: Alicia Castro, que deja Caracas, va a La Paz, Bolivia, en reemplazo de Horacio Macedo. Este jujeño pidió relevo en el cargo desagradado por medidas que tomó el Gobierno de Evo Morales, sobre quien siempre dijo tener gran influencia, y es el único embajador político que deja cargo, además de Jorge Remes Lenicov. Este exministro estaba en Bruselas (Unión Europea) desde los tiempos de Eduardo Duhalde y no tiene reemplazo. Pero esto no es todo, porque también mandó al Senado Cristina antes de que irse a Río Gallegos una lista de más de 70 pedidos de ascensos de diplomáticos que constituye una verdadera revolución generacional. La mayoría de los propuestos son jóvenes a quienes empujan a subir en el escalafón desplazando a las viejas guardias que pasan a una zona gris entre la disponibilidad y la jubilación. Este proyecto de promover a los más jóvenes estaba ya anunciado por Timerman pero recién ahora se concreta, para alegría de los jóvenes y bronca de los veteranos, como ocurre en toda organización escalafonada. El nuevo vicecanciller, el «Chango» Zuani, es el emblema de esta era que le prepara a Timerman un campo minado por quienes se sienten desplazados. En su defensa dirá que apenas asumió le dio a tres hombres de la casa los cargos clave -Alberto Dalotto, vicecanciller; Luis Kreckler, Comercio Internacional; Antonio Trombetta, jefe de Gabinete-, pero éstos también salieron de la grilla del ministerio a destinos profesionales.
Cristina tenía anoche previsto quedarse en Santa Cruz hasta la mañana y viajar desde allí a Montevideo. Mejor no pisar el despacho para no mostrar enojos como el que le causó el blooper verbal del jefe de la UIF «Pepe» Sbatella sobre las corridas cambiarias sancionadas como terrorismo. La Presidente en persona se encargó de bordar la letra chica del proyecto que votó Diputados por pedido del Gobierno, presionado por la UIF, para calmar el vertbitskismo del Cels que dijo temer que se usasen las penas más duras contra el terrorismo a las protestas de piqueteros. Cristina leyó y releyó los artículos y se le ocurrió a ella aclarar que las penas no pueden usarse contra actos en reclamo de derechos humanos o derechos garantizados por la Constitución. ¿Cómo el Código Penal -le advirtió un asesor en Olivos- va a asegurar garantías constitucionales que ya están garantizadas en la propia Constitución? Es una redundancia. No importa, que se incluya, dijo Cristina.
Sbatella salió por las suyas a decir que no debían temer desde la izquierda estas leyes sino también la derecha porque una corrida podría ser considerada un acto de terrorismo. Esa sobreactuación motivó el enojo de Olivos porque un funcionario de ese nivel no puede usar los conceptos de forma metafórica. ¿Alguien cree que en la Argentina en donde no se le aplica el delito de daños ni de sedición a los piqueteros, se va a aplicar el delito de terrorismo a un comprador de dólares?, le mandaron decir al funcionario. Igual la norma salió como quería el Gobierno con esa enmienda cristinista, para contento de todos que advirtieron que el nuevo proyecto que tiene que tratar esta semana el Senado tiene una novedad histórica: tipifica después de décadas el delito de terrorismo en blancos locales, una laguna increíble en un país que tuvo dos atentados como los de la Embajada de Israel y la AMIA, de neto corte terrorista. Hasta ahora se perseguía sólo al terrorismo internacional en el artículo 213 «ter» del Código Penal que la reforma votada anuló. Dramas para abogados en un país en donde se pasó del terrorismo de Estado al piqueterismo de las organizaciones sociales y las leyes recularon dejando esos huecos que ahora se reparan.
Si hubiera que describir la función de Juan Carlos Mazzón habría que decir que es algo así como el CEO del peronismo. Como todo CEO; juntó el miércoles -día dificilísimo porque había sesión impostergable en Diputados- al padrón de dirigentes, gobernadores y funcionarios que le responden a él y a quienes él les responde. Aunque Mazzón despacha entre la oficina que tiene en casa de Gobierno, cerca de la Presidente, y la sede del PJ de la calle Matheu, el arco de convocados al asado en el pabellón 1 de Costa Salguero cubrió todo el arco del oficialismo, salvo -y tenía su explicación- al sindicalismo. Así pudo sentar en la mesa principal a una primera línea provincial -José Luis Gioja, Juan Urtubey, José Manuel de la Sota (con una decena de funcionarios de su equipo), Carlos Soria, Francisco Pérez, Lucia Corpacci y su vice Dalmacio Mera, al director de la AFIP, Ricardo Echegaray, al presidente del Banco Nación, Juan Fábregas, al jefe de Gabinete de Daniel Scioli (Alberto Pérez) y al apoderado del PJ Jorge Landau, uno de los pocos diputados que arribó a tiempo porque la sesión siguió hasta la hora de la cena ese día.
Agustín Rossi llegó tarde, para los saludos, pero ya había estado el lunes con todo el bloque en una reunión de trabajo en sede insólita: los juntó en la tanguería El Viejo Almacén para explicarles, mientras cenaban con fondo de tango, la estrategia parlamentaria de la semana. Para no distraer a ninguno, no hubo esta vez show. En las mesas, por primera vez y a diferencia de cenas de años anteriores, hubo tarjetas con indicación de nombre; antes cada cual se sentaba en donde quería pero el oficialismo tiene a sus tribus tan desmadejadas que hasta hay que indicarles a sus caciques en dónde tienen que sentarse. Una forma de ordenar también la fiesta; por ejemplo, ubicó al kirchnerista Echegaray junto al díscolo De la Sota, una forma de que en la mesa principal estuvieran todos forzados a hablar de temas neutros, sin confrontaciones. Habilidades del «Chueco», que llevó, entre otros, a los senadores Miguel Pichetto, Rubén Marín, Juanchi Irrazábal, Ruperto Godoy, a diputados como José María Díaz Bancalari -herido aún por la suerte de su sobrino, y la propia, en las elecciones que ganó en su partido de San Nicolás el médico Ismael Passaglia-, Jorge Cejas, Julia Perie, que se mezclaron con Guillermo Oliveri, Eduardo Valdez, Diego Bossio, Rafael Follonier, Facundo Nejamkis, Abel Fatala, Alejandro Tulio, Manuel Baladrón y Ginés González García, que compartieron vituallas con bonaerenses como Eduardo Camaño, Javier Mouriño, Santiago Montoya, Isidoro Laso, Guillermo Piuma, intendentes como Hugo Curto, Francisco Durañona y Vedia, Eduardo Accastello, Carlos Galantini y dirigentes que han sido pero quieren volver a ser, como Jorge Telerman, el exprocurador Nicolás Becerra y Jorge Obeid.
La cita fue para celebrar poder y no para escuchar discursos, pero Mazzón aprovechó que era el único orador para señalar alguna inquina interna: «Hay algunos que quieren que nos jubilemos, son fuerzas de abajo. Nosotros seguimos trabajando y cuando nos vayamos va a ser por nuestra voluntad, no por la voluntad de otro». Aplausos y gritos de «aguante Chueco». Remató con recuerdos a Néstor Kirchner y cobrando alguna otra factura: «Hace un año nos comprometimos entre todos por la memoria de Néstor a llevar un presidente peronista y hemos cumplido». El nervio de la fiesta lo pusieron las charlas sobre lo que muchos sabían por adelantado de lo que diría Hugo Moyano en su discurso del jueves en Huracán. No porque se los hubiera adelantado él en persona, sino porque conocían lo que les había dicho el día anterior Luis Barrionuevo a los 25 dirigentes de la CGT Azul y Blanca en una cumbre llamada de urgencia.
El gastronómico reveló allí que se había reunido con Moyano y le había adelantado la renuncia a los cargos en el PJ y el portazo al Gobierno. «Con eso solo estoy de nuevo con Moyano y vamos a la unidad de la CGT». Uno de los asistentes a esa cumbre -contó uno bien informado en la cena del «Chueco»- le retrucó: «Pero Luis, antes ya nos hiciste apoyarlo al 'Negro' -por Moyano- y mirá cómo nos fue, peleaba la de él y no la de todos y nos tuvimos que ir». Barrionuevo respondió que esta vez era diferente, que iba a pedir por la de todos y se iba a pelear con Cristina. «¿En serio?», le preguntan. «En serio, porque ella nos odia y siempre va a ir contra nosotros», dice «Luisito». ¿De qué unidad hablás? «Vamos a acompañarlo al 'Negro' hasta julio, y después vemos quién viene. Y no le hagan caso a Armando -Cavalieri- que cree que todo esto lo beneficia a él y que va a quedarse con la CGT». Con estas presunciones, el discurso del jueves no le llamó la atención a la mayoría de los asistentes a la cena del CEO de la noche anterior.
Tampoco a quienes habían escuchado las quejas del camionero en algún conciliábulo del PJ, en el cual se lamentó de la postergación de su gente en las listas. El Negro creyó -explicó uno de esos interlocutores- que quienes tienen cargos en el PJ iban a dominar la designación de candidaturas. Cuando le dijimos que el PJ siempre va en frentes y que los nombres los designa el frente, que se maneja desde la Casa de Gobierno, no nos creyó. Por eso diría Moyano que no tiene alma de bufón. En el puesto de vice que tenía en las dos estructuras, nacional y provincial, Moyano nunca logró nada. El PJ nacional es una liga de gobernadores, y en donde actuó se enfrentó con caciques locales del PJ, como Uren Salta. El PJ de Buenos Aires es una liga de intendentes, con quienes Moyano siempre ha tenido conflicto de intereses por su compromiso con empresas recolectoras de basura. O sea que vive enfrentado con los intendentes, de quienes nunca logró tampoco nada.
Mientras la charla avanzaba, hubo otros aportes para entender lo que ocurriría al día siguiente, como el de un componente personal en la relación. El Negro, afirmó uno, no termina de entender por qué tiene que alinearse detrás de una mujer; hay en él un componente machista que no ha podido superar, pese a que Kirchner -Néstor- y Cristina le dieron todo lo que quería. Uno recordó la anécdota de cuando Moyano, apenas asumido Néstor, le llevó una lista con 14 reclamos. Cuando terminó el mandato, Kirchner le había cumplido en todo, menos en uno, que era la baja del IVA a los alimentos de la canasta. Contaron en esas sobremesas que Cristina le había prometido a Moyano que este año le iba a soltar a los gremios unos $ 1.000 millones a cuenta de los $ 15.000 millones que están retenidos en el Banco Nación de lo recaudado de los aportes de obras sociales para compensarles gastos. De ese monto de $ 1.000 millones, Cristina sólo liberó en mayo $ 250 millones y el año termina sin el resto. Eso disparó la bronca del camionero el jueves, que ya no tiene gente en el reparto de los fondos APE (tratamientos caros o infrecuentes) aunque recibe como los demás de acuerdo con la cantidad de afiliados. Tiene como todos, la obra social desfinanciada y además siente que se le acerca la Justicia en las causas por los medicamentos.
Lo que terminaría de explicar este estallido moyanista cuyas consecuencias nadie logra medir todavía, es la frase de la Presidente en el Congreso, quien recordó que en la Constitución peronista del 49, de Arturo Sampay, no estaba previsto el derecho de huelga. Enrostró ese hecho a los sindicalistas a quienes acusó de extorsionar. Ese derecho sí está en la Constitución del 57 que se hizo en una convención que convocó el Gobierno de la Revolución Libertadora y que proscribió al peronismo. Con esa mención de que el derecho de huelga se legalizó en el Gobierno de Aramburu y no en el de Perón, Cristina terminó de poner distancia con el sindicalismo moyanista, apostó otro comensal. Si quería poner distancia del peronismo ortodoxo, también lo logró.
Que nadie termina de medir las consecuencias del portazo lo revela el hecho de que después del acto en Huracán, Omar Plaini y Facundo Moyano corrieron de vuelta al Congreso y votaron disciplinadamente junto al resto del kirchnerismo todos los proyectos. ¿Dónde quedó la pelea? A buscarla.
Con buena concurrencia de santafesinos supimos que parece difícil de parar una investigación sobre la actuación de dos exmilitares acusados de presuntos delitos aberrantes en la represión de las guerrillas en la Defensoría del Pueblo de Santa Fe cuando ocupaba el cargo el hoy macrista Norberto Nicotra, elegido como diputado provincial. Se trata de Juan Andrés Cabrera «El Barba» y Víctor «Chuly» Rodríguez y el pedido de investigación de esas designaciones podría salpicar a más de uno.
Quien no conoce a Rubén Mousali, no conoce a Daniel Scioli, quien dejó todo lo que tenía que hacer en el fin de semana para irse al barrio Santa María de Tigre para festejarle el cumpleaños a este amigo y entornista que lo acompaña desde hace años y que es como su sombra y confidente. Mousali tiene novia que había cumplido años el jueves; por eso hubo acumulación de regalos esa noche de un seleccionado de lo que Scioli llama el «club de socios fundadores»: Karina Rabolini, Jorge Garbarino, «Fito» Cuiña, Teté Coustarot, Gustavo Marangoni y su antecesor en el Banco Provincia, Guillermo Francos, el administrador de aguas provinciales Guillermo Scarcella, el médico de las estrellas Alfredo Cahe, el juez Rodolfo Canicoba Corral y, por cierto, el matarife de Estado Alberto Samid, quien puso la carne para el asado y algún compromiso tuvo en la actuación de un conjunto de mariachis.
Scioli venía de una semana tensa por los problemas entre su Policía y un grupo de activistas del kirchnerismo que se enfrentaron en el acto de jura del lunes. Se justificaba el enojo del gobernador: haber ganado con el 55% y tener que «comerse» titulares con incidentes. «Tengo experiencia con estas cosas, sé cuando quieren politizar todo, no se hagan problemas», los tranquilizó a los amigos que se preocupaban por esos encabezados. En la ronda de análisis de sobremesa que siguió a ese dictamen del gobernador la mayoría coincidió en que era difícil que no terminasen enfrentados dos sectores que se desean como adversarios, como los policías y los activistas del kirchnerismo. Más cuando en el acto de jura de los legisladores de la semana anterior los kirchneristas habían copado la mayoría de las bandejas de la Legislatura desplazando a los sciolistas de casaca naranja. Que en la jura hubiera alguna fricción venía anunciado por ese antecedente, con consecuencias más políticas que daños personales, salvo -como ilustró uno para interés del Dr. Cahe- un «navajazo en una teta» y un dedo casi perdidos, las dos víctimas del sciolismo. En su explicación el gobernador desinfló cualquier especulación de conspiración interna y contó la cantidad de reuniones que había tenido en la semana con su vicegobernador Gabriel Mariotto. La trasnochada del viernes no le impidió estar al mediodía del sábado con la camiseta puesta para enfrentar al equipo de Samid, al que los Piqueteros de Villa La Ñata vencieron por un gol de diferencia, hecho naturalmente por el gobernador. Ayer repitió faena ante un equipo que le llevó el intendente de Carmen de Areco, lugar en donde su candidatura alcanzó el 80% de los votos.
El macrismo terminó el año antes que el kirchnerismo porque cerró presupuesto, nuevo gabinete y leyes clave. Por eso acumuló celebraciones de fin de año y de renovado mandato en la Capital en varias fiestas. La más notable fue en Mística, un local de San Telmo elegido por el presidente de la Legislatura, Cristian Ritondo, y el exdiputado Álvaro González para darles pizzas, empanadas, champán y un show cómico a los salientes y entrantes del bloque oficialista. La máxima autoridad fue María Eugenia Vidal, acompañada de la ministra Carolina Stanley, estaban el nuevo vicepresidente de Boca Oscar Moscariello, Fernando De Andreis (que privó a los invitados de la presencia de su novia, la modelo y animadora Sofía Zámolo), Bruno Screnzi, Roberto Quatromano -quien ingresó a la Legislatura en reemplazo de Stamley y reclama un puesto en la comisión de Presupuesto y Hacienda, los salientes Martín Borrelli y Rubén Campos, ahora con cargos en Consejo de la Magistratura y el Ejecutivo, respectivamente.
Aunque el clima ya era de fiesta, porque el macrismo se anota entre los ganadores políticos del año, el tono llegó a la chacota cuando se proyectaron los videos de la agrupación La Solano Lima, que disputa espacios de la nostalgia setentista dentro del panperonismo con La Cámpora, otra La Solano Lima que anima el kirchnerista Eduardo Valdés, la Raúl Lastiri (cuyos dirigentes permanecen en la clandestinidad porque temen ser víctimas del oprobio por adherir a un emblema setentista políticamente incorrecto) y hasta la Domingo Mercante, que animan jóvenes sciolistas. Ese grupo de La Solano Lima lo conducen los jóvenes Vanessa Pose y José Ramello y se dedican a polemizar desde un canal de internet con videos que produce el kirchnerismo contra el macrismo. Proyectaron esa noche los videos de parodia política elaborados aprovechando la popularidad del grupo Los Wachiturros. Los kirchneristas habían sacado uno con el título insultante de «Macri p...»; les respondieron con otro «Cuántos curros» y ahora viene un remate de fin de año del cual mostraron un adelanto. La fiesta terminó con baile, pero a las 12 llegaron dos patrulleros de la Policía Federal con una denuncia por ruidos molestos. Algún exaltado gritó: «¡Cuando los llamamos a la Legislatura no atienden el teléfono pero cuando festejamos nos quieren cerrar el local! Ritondo lo hizo callar y, en voz baja y usando recursos que aprendió cuando era viceministro del Interior, disolvió el piquete policial que se volvió callado a la comisaría.
Para que no quedasen dudas de que su Gobierno es amigo de la Argentina, Mujica se presentó en la tarde de ayer en el pueblo de Garzón, adonde la empresa de Alejandro y Bettina Bulgheroni inauguró junto a medio millar de invitados, una planta de producción de aceites. Ese grupo tiene allí 4 mil hectáreas dedicadas a cultivos orgánicos y produce aceite, miel, vinos y almendras en un complejo que quiso visitar el extravagante presidente uruguayo, que cada fin de año se da una vuelta por la zona de Garzón y José Ignacio, las perlas del turismo del país que en esta época están llenas de extranjeros. El acto no era sólo un emprendimiento privado porque Bulgheroni, desde los últimos acuerdos firmados por Cristina y Mujica, es presidente de un grupo empresarial argentino-uruguayo que tiene un rango semioficial. «Me gusta que vengan empresarios con plata a invertir en mi país y que hagan cosas que después sus hijos y sus nietos puedan ver», dijo el mandatario, quien se hizo acompañar por el empresario y vicepresidente Danilo Astori, su predecesor Luis Lacalle, el intendente de Maldonado Oscar de los Santos y los exembajadores en Buenos Aires Alberto Volonté y «Pancho» Bustillo.
El acto contó con una nutrida representación de empresarios argentinos, que arribaron al campo de Garzón en varias combis, deseando quizás bajarse antes para probar las playas de José Ignacio, pero el deber era otro para Cristiano Rattazzi, Alejandro MacFarlane, Martín Cabrales, Jorge Sánchez Córdoba, Carlos Fontán Balestra, Eduardo García Mansilla, Guido Parisier, el gobernador de Neuquén Jorge Sapag, el periodista Enrique Llamas de Madariaga, Carlos Pulenta, el médico Rodolfo Zaldívar y, para nombrar sólo a algunos, el cura Guillermo Marcó, que no es empresario pero sí personaje, quien bendijo las aceitosas instalaciones.
Esa presencia de Mujica en la zona conmovió los ánimos ya conmovidos por otra reunión, quizás la más importante del año que termina, que fue la fiesta por los 10 años de la fundación de La Huella, el parador de playa más famoso del Uruguay. Cerca de 1500 personas se agolparon durante la tarde de ayer para devorar centenares de lomitos, empanadas y circular por las carpas con shows en donde los invitados celebraban que después de una semana de frío y lluvia casi invernal, recién ayer apareciese el sol y acompañase la celebración de esas dos estrellas de la cocina de la región que son Martín Pittaluga y Guzmán Artagaveytia, propietarios del lugar.
A pocos kilómetros de distancia -entre Garzón y José Ignacio no hay más de 60 kilómetros- centenares de argentinos y uruguayos, con diverso grado de enfiestamiento, celebraron la amistad pero también algunas inquinas que nadie supera. Por ejemplo, la que divide los ánimos en favor y en contra de la construcción de un puente sobre la salida al mar de la laguna Garzón. Entre los argentinos que pelean a favor del puente están Bulgheroni y Eduardo Costantini, que tienen grandes emprendimientos inmobiliarios que se beneficiarían de una mejora en el paso que hoy debe hacerse con una balsa empujada por un fuera de borda. Entre los críticos de ese puente están Santiago Soldati y Paolo Rocca, que tienen propiedades cuyo activo importante es su aislamiento del mundanal ruido. La posición de Rocca es singular, porque su empresa Techint es a su vez contratista de la obra del puente, que está frenada por una objeción del ministerio de Medio Ambiente del Uruguay contra el proyecto del ministerio de Obras Públicas por el impacto ambiental negativo que tendría. Los animadores de La Huella, que son todo un factor de presión, están entre los críticos de la obra sobre la cual habrá en un mes un dictamen de si podrá hacerse o no. Uno de los más grandes arquitectos del mundo hoy, el uruguayo Rafael Vignoly, opinó en contra de la realización del puente con el argumento de que causará una nueva depredación ambiental de la zona. Pero estas cuitas no impidieron que hubiera bandejeo del mejor -shushi, sándwiches de jamón y de milanesa, panchos, volcanes de chocolate y de dulce de leche y la vedette del menú de postres,el inmejorable «pie» de maracuyá, que degustaron Rattazzi, MacFarlane (los dos hicieron doblete, estuvieron con los Bulgheroni en Garzón y la fiesta de La Huella) y otros argentinos habitués del lugar como el abogado Jorge Anzorreguy, el editor Alfredo Vercelli, Juliana Awada de Macri, Malala Groba (ex de Macri), el matrimonio Valeria Mazza y Alejandro Gravier y el senador uruguayo Luis Alberto Heber.
Al brindis de la Asociación Amigos el Malba, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, llegaron unos pocos invitados apenas, pero los suficientes para relatar las internas que se cruzan por el ambiente del arte. Entre los «amigos», Elena Nofal, María Casado, Amparo Díscoli y Estela Totah, celebraban haber reunido fondos suficientes para comprar más arte para el Museo. Pero los entendidos comentaban que el Premio Federico Klemm, exhibe un ejemplo del actual Cut & Paste, el cortar y pegar de aquellos artistas dedicados a copiar, con mayor o menor descaro, las ideas -en este caso imágenes- ajenas. Para ver con sus propios ojos el fenómeno que algunos llamaban «plagio» y otros «apropiación», hubo quien fue a ver la muestra del Premio Klemm en la plaza San Martín, para luego rastrear el presunto «original» del artista Josiah Mc Elheny y, una obra en especial, en una galería de Chicago. Aseguraban que así es posible cotejar la semejanza incuestionable con un premio adquisición de la Fundación porteña. La pesquisa no resulta sin embargo tan compleja: los links circulan con la velocidad del rayo.
En medio del cóctel y con una copa en la mano, disfrutando de las comodidades del universo cibernético, varios localizaron las imágenes en cuestión en sus pantallitas de bolsillo. «Todo un tema, la copia, el plagio, lo que sea», comentaron. Es verdad, respondieron, desde la revolución del Impresionismo ya no hay reglas académicas para juzgar la creación, pero todo tiene un límite. Para comenzar, se dijo que las normas morales nunca caducaron y que los artistas, al igual que los críticos e, incluso, los jurados y académicos, no deberían perder este dato de vista. El dueño del museo, Eduardo Costantini, estaba de paseo por Miami, pero Mario Mactas, un habitué del Malba, se ocupó de recordar una de sus primeras apariciones en los medios. «Antes de ganar fama con el arte, tuvo su pequeña gloria cuando persiguió a un motochorro con su auto y logró detenerlo», contó el periodista ante Marta Minujín, Mauro Herlitzka, Gustavo Vázquez Ocampo, Leonor Bedel, Guadalupe Requena y Florencia Battiti. Con eso la gente del arte encontró un tema que desplazó las críticas al astuto pintor Milo Lockett, artista que supo encontrar uno de los caminos del éxito. Su secreto consiste en copiar los rasgos más sobresalientes de Picasso, simplificarlos hasta lograr que parezcan un comic para después aplicarles, con generosidad, los colores más radiantes de Miró. Finalmente -siempre según la receta-, dedicó toda la energía a inundar el mercado con miles de cuadros baratos. «¿Qué artista quiere el éxito a ese precio?», se preguntaban los simpáticos amigos.
Vamos a terminar con un chiste de la línea fuerte. En un finísimo restorán ponen un aviso buscando «sommelier». Pasan varios postulantes, les hacen pruebas y quedan en llamarlos. Al filo del horario, aparece un hombre mal entrazado, sucio, en harapos y completamente borracho. El dueño del restorán está a punto de echarlo, pero el vagabundo insiste tanto que al final acepta probarlo. Le vendan los ojos, le dan una copa, prueba y dice:
-Es un Cabernet Sauvignon de Luján de Cuyo, 1998, añejado en acero pero terminado en roble.
El «restauranteur» se asombra: acertó. Le da otra copa:
-Este es un Malbec, cosecha 2005, medio flojón. La faltan al menos dos años para que llegue a su punto óptimo.
El empresario no sale de su asombro. Le da una tercera copa:
-Syrah, 2003, muy bueno. Añejado en roble desde la cosecha.
Entre asombrado y divertido, el dueño le hace un guiño a su secretaria y le susurra algo al oído. La chica sale de la oficina, y regresa con una copa llena de su orina. El «restauranteur» se la da al borracho y le dice:
-A ver, amigo: esta es la prueba de fuego. Si acierta qué bebida es, el puesto es suyo.
El vagabundo -siempre con los ojos vendados- huele la copa, sorbe un trago, juega con el líquido en su boca y sentencia:
-Orina recién cosechada de una rubia de 26 años de edad, con tres meses de embarazo. Y si no me dan el puesto, digo quién es el padre...