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Barrabravas, sin freno

Ha sido notoria y preocupante la falta de apoyos al presidente de Independiente, mientras los violentos siguen amenazando.

Agresiones que no pocas veces terminaron en muertes dentro y fuera de una cancha de fútbol, extorsiones y amenazas de las más variadas a futbolistas y a dirigentes de parte de barrabravas, y autoridades políticas que hacen la vista gorda: las tres caras de un esquema nefasto y largamente conocido que muy pocos parecen convencidos de enfrentar.

Será por eso entonces que la reacción del presidente de Independiente, Javier Cantero, de plantarse ante el apriete que sufrió de la barra brava del club, prohibiendo entrar a la cancha a tres integrantes de ese grupo de presión y obligando a todos los hinchas a ingresar con documento de identidad, haya cosechado elogios, pero también incomodidades.

Elogios, obviamente, porque el fútbol no parece ser un ámbito en el que muchos se animen a poner un freno a las mafias que operan dentro de los clubes. La complicidad de esos sectores violentos con la propia dirigencia deportiva, con la policía y la política ha hecho fracasar siempre cualquier atisbo para poner orden. De allí que los elogios para Cantero provengan por estas horas más del lado de los hinchas pacíficos y de un puñado de pares del dirigente, mientras que un ominoso silencio se ha instalado en áreas del Gobierno, obligadas a garantizar la seguridad y a hacer cumplir la ley.

La aplicación del derecho de admisión que pesó sobre tres hinchas de Independiente en el reciente partido que ese club disputó con Arsenal no impidió que, desde la calle, simpatizantes arengados por los castigados tiraran piedras hacia la cancha, donde un fuerte operativo de seguridad policial disfrutaba del espectáculo en vez de contener los arrebatos que se presagiaban que podían ocurrir desde varias horas antes de ese encuentro.

Ayer, como otro reflejo de que a los barrabravas no se los detiene así no más, Pablo Alvarez, uno de los inhibidos para ingresar en la cancha el último fin de semana, publicó en su cuenta de Facebook: "Las banderas o la guerra", en alusión a la devolución por parte del club de las insignias que fueron guardadas en la comisaría 1a. de Avellaneda. Ese "reclamo" se sumó a la exigencia de proveer a la barra brava de dinero y ómnibus para trasladarse que 30 barrabravas expusieron a Cantero durante el apriete al que lo sometieron encerrándolo en su despacho.

Semejante atropello no hace más que poner de relieve, frente a la extorsión amenazante, la asombrosa pasividad del gobierno nacional, responsable de los operativos policiales. Del mismo modo, queda expuesta la AFA, que recién hoy se reunirá para debatir el tema, aunque ayer su vicepresidente y titular de Argentinos Juniors, Luis Segura, haya dado una pauta de lo que podría esperarse de esa institución. "Los dirigentes no podemos hacer otra cosa que repudiar lo que le pasó a Cantero. Este tema no lo podemos resolver nosotros. No podemos ponernos en la puerta de un estadio para marcar que no entre alguien. Eso es resorte de la policía", dijo.

¿Qué ha hecho el Gobierno en otros hechos de violencia como el de noviembre de 2011 con la agresión al jugador de San Lorenzo Jonhatan Bottinelli por parte de su propia hinchada? Sólo atinó a reaccionar con tibieza.

Actuando de esa forma, no hace más que someterse al delirio violento de las barras, las mismas que muchas veces aparecen como fuerza de choque en actos políticos, bancados por el propio Gobierno o por sindicatos, cuando no se transforman en portavoces de propaganda oficiales, como cuando viajaron al último Campeonato Mundial de fútbol en Sudáfrica bajo el paraguas de la agrupación kirchnerista Hinchadas Unidas Argentinas.

Como ya hemos dicho desde esta columna, la aceptación de la existencia de este estado de cosas en el fútbol no hace más que reflejar el sentimiento de una sociedad anestesiada frente al delito. Es hora de que definitivamente caigamos en la cuenta de que las barras bravas no son sinónimo de pasión deportiva, sino un ingrediente más de la inseguridad, de la corrupción y de la falta de apego a la ley que hay que combatir con todas las armas: las de la Justicia, las de la política y las de una dirigencia futbolística que, como en el caso de Cantero, no se deje amedrentar e intente de una vez por todas desactivar esta evidente red de complicidades.