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ARA San Juan: los 366 días en los que la noticia atravesó mi vida

Desde el mail con un documento confidencial de la Armada que me llegó tras la desaparición hasta el mensaje que ayer a las 23.15 me confirmó que había aprecido.

Por Fernando Morales
A las 19 del 16 de noviembre de 2017, un e mail ingresó a mi casilla personal de correo. Sin texto y solamente con un archivo adjunto. Al abrirlo, apareció en la pantalla una copia de un documento confidencial de la Armada Argentina con el siguiente encabezado "SUBMISS".

Luego de leerlo y verificar que la semántica naval fuera la correcta, la toma de conciencia de lo que tenía entre manos resultó estremecedora: la comunicación intercambiada entre organismos navales decía que se había perdido contacto con el submarino ARA San Juan.

Luego de un par de llamados, estuve en condiciones de trasmitir a la redacción de Infobae que la información era legítima. Poco después de las 21 la noticia estaba en la portada. Minutos después, los más altos funcionarios del área de Defensa tomaban conocimiento del suceso por Infobae: no habían sido informados por el entonces jefe de la Marina de Guerra.

"Una simple pérdida de comunicaciones"... Esa fue la explicación oficial que los principales alfiles del Ministro de Defensa, Oscar Aguad (quien se encontraba de viaje oficial fuera del país) recibieron como información oficial. Pasaría un largo día hasta que se les informara oficialmente que el Comandante de la nave había reportado una grave situación a bordo, la que debería haber sido puesta en conocimiento del Comandante en Jefe de las FFAA Mauricio Macri en forma inmediata.

La noticia no dejo de trepar en el ranking del interés público. Pero, a falta de presencias oficiales en todo tipo de programas políticos, culturales, de interés general y hasta magazines, el autor de esta nota junto a un puñado de marinos (en su mayoría mercantes) comenzaron un peregrinar mediático con la premisa de explicar a distintas audiencias el abc del funcionamiento de una nave de este tipo y las diferentes cosas que podían sucederle.

Después llegó el momento de las teorías conspirativas.s "Hundido por Inglaterra", "Perseguido por Chile", "Atacado por pesqueros chinos" y hasta "Secuestrado", cada quien adhirió libremente a cualquiera de las hipótesis y las defendió a capa y espada.

En forma paralela, y aunque seguramente no es lo que usualmente ocurre con cualquier profesional del periodismo, comenzó el involucramiento con las familias: compartir el dolor, la angustia, la desesperanza. Al mismo tiempo se entrecruzaron historias de vida con las querellas, y con muchos hombres y mujeres de la Armada con los que hubo que trabajar, para llevar a diversos rincones un mensaje que intentara poner en blanco sobre negro algunos aspectos básicos de la profesión naval.

Los días transcurrieron siguiendo las alternativas del operativo SAR (búsqueda y rescate) más grande de la historia naval mundial, la finalización del mismo, la continuidad de la búsqueda con los medios propios de la Armada y la cooperación del buque ruso Yantar. Luego, la nada misma. Hasta la convocatoria a una licitación internacional, viciada por la falsedad de datos que aportó el ganador de la compulsa. Y finalmente un nuevo llamado y la aparición de Ocean Infinity.

Desde el 7 de setiembre hasta hoy, cada día surgió un nuevo dato, una esperanza y también la constante desesperanza cuando los resultados eran negativos. Era una roca, un pesquero chino, una red de pesca, un accidente morfológico, todo absolutamente todo lo que parecía ser, no era finalmente el buscado ARA San Juan.

En forma paralela y con el recambio de autoridades navales, quedó en claro desde el primer día que la nueva cúpula de la fuerza tenía como norte la aparición del submarino y el rápido esclarecimiento de las razones de su naufragio.

El difícil camino de mantener la objetividad pero al mismo tiempo ayudar a quienes considero dos oficiales navales que enaltecen el uniforme, fue más rápidamente asimilado por el mundo exterior a la Armada que por muchos mandos medios de la Institución que siguen abonando la perimida teoría que indica que "la ropa sucia se lava en casa" aún en el caso que esa "ropa" hubiera estado manchada por la sangre de 44 patriotas.

Al último personaje de esa "casta" que considera que quienes lucimos un uniforme somos más que quienes visten mameluco, guardapolvos, ropa deportiva o el más fino de los trajes de calle, lo crucé ayer mismo en el acto central de homenaje a los hasta hoy "desaparecidos" del San Juan. Mientras miles de soldados dejaban al descubierto sus lágrimas, sus desafortunadas manifestaciones solo fueron superadas por el respetuoso silencio de sus propios camaradas.

Un año y un día, tiempo más que suficiente para comprobar lo poco que nuestra sociedad sabe sobre el mar, su importancia para la Nación y lo fundamental que es el trabajo de quienes día tras días se adentran en él para defenderlo, custodiarlo o extraer el alimento para millones de almas.

A las 23.15 del 17 de noviembre de 2018 un nuevo llamado me alertó. Una fuente de la Armada me confirmó que habían encontrado al ARA San Juan. Pidió que esperara para dar la noticia: querían comunicárselo a los familiares. A la madrugada Infobae dio nuevamente, como un año antes, la primicia.

Ya es madrugada y no puedo dormir. Hace poquísimas horas que el San Juan dejó de ser un misterio. El mar abrió sus fauces y nos dejó descubrir dónde lo tenía escondido. Termina una etapa y comienza otra de una gran complejidad. Desentrañar las razones por las cuales la nave y sus 44 tripulantes se precipitaron a un abismo mortal de 917 metros de profundidad.

Debemos seguir, colaborando, esclareciendo y -por sobre todo- aprendiendo, para luego ser más eficientes en las dos primeras premisas. Como viejo marino no puedo describir lo que siente por estas horas, como un inexperimentado cronista vislumbro muchas horas de trabajo frente a un teclado, tratando de llevar a cada lector el dato que necesita para estar más cerca de comprender que sucedió con la nave.

43 Hombres, 1 mujer. Para algunos serán héroes, para otros víctimas y para otros más casi mártires. Tomemos un tiempo, al menos este día, para reflexionar sobre lo ocurrido en los últimos doce meses. Serenemos el espíritu y la mente, intentemos que la tragedia, tal vez por única vez, cierre grietas, acorte distancias y una voluntades.

Una lágrima, un minuto de reflexión, un voto de confianza a las justicias terrenal y divina, será un buen primer paso para que la tragedia del San Juan, la más grande de todas las tragedias navales, sea también la última.

Y por fin, las palabras finales que todos quisimos decir en algún momento, pero que no nos animamos a pronunciar: marinos del Submarino ARA San Juan, misión cumplida. Descansen en Paz.

Fuente: Infobae