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Abuelitas verdes

Altas iras desató en mi anterior columna una apreciación que reproduzco: "Entendiendo que una abuela caliente suena algo obsceno, por esto es que hay muchas que, al menos de palabra, se han retirado de la cacería". Es el momento entonces de rectificar parte de esta afirmación y ratificar la que creo cierta.

Por Cristina Wargon

@CWargon

Valga reconocer que el erotismo nace con uno y nos acompaña hasta la tumba. Por ende cualquier situación de índole amorosa es posible hasta el último aliento.

También es justo que reconocer que el amor y todas las variables de calenturas, aunque están regladas por la sociedad, los espíritus mas libres nunca le han dado ni la menor bolilla.

Veamos Henry Miller, este "abuelo" de 84 años enamorado de la joven actriz en ascenso Brenda Venus que cayó locamente prendada de él. No tengo ningún testimonio de que él haya podido levantarse de la cama mientras duró la relación (después se aburrió y se murió) pero han quedado para la historia las mas calientes cartas de amor, de nuestro anciano (obvio es decir que nos hubiese volado la cabeza de cuatro tiros si lo hubiéramos llamado así)

Pasando de la literatura a la vida cotidiana hay que reconocer también que ser abuela no aplaca las hormonas (aunque ya vengan machucadas), ni las fantasías románticas que, en las más tilingas, siguen idénticas a las de la adolescencia.

Vamos a reconocer también que la vida se ha estirado mucho, felizmente acompañada por la cosmética y la cirugía. Para mas dato mirar a Susana  Giménez posando como sex symbol con una nieta que parece un poquito mayor.

Sé también que "el cuerpo sigue mientras uno siga", pero además te tiene que aguantar el ciático y la cadera.

Y tengo numerosos testimonios de invalorables caballeros que gustan de las abuelas. Por ejemplo Julio Bárbaro, que lo ha dicho en públicas declaraciones.

Valga recordar también la maravillosa historia de Gabriel García Márquez en "El amor en los tiempos del Cólera", cuando Florentino Ariza, de setenta y seis años, y Fermina Daza, de setenta y dos, después de más de cincuenta años de espera concretan su amor, ante el escándalo de la hija que grita "el amor es ridículo a nuestra edad, pero a la edad de ellos es una cochinada".

 

Impertérritos ambos se embarcan en el buque "Fidelidad" y se van para siempre en un viaje interminable. "No se sentían ya como novios recientes y menos aun como amantes tardíos. Era como si se hubiesen salteado el arduo calvario de la vida conyugal y hubiesen ido sin mas vueltas al grano del amor".

Sin embargo, el mismo relato no ahorra nada de las penurias de la vejez y por supuesto desmiente a esa horda de veteranas idiotas que afirman en el balcón de los sesenta: "Estoy mejor y mas fogosa que a los veinte"... ¡A mentir al campito! Hasta aquí mis públicas disculpas.

De aquí en más, reafirmo lo dicho: creo que no está bien "ser una abuela caliente". Me sigue sonando obsceno. Al menos vale para mí, que soy una señora con poquísimos límites, pero esos pocos no se doblan ni se quiebran

Entonces me empecino: ¿Por qué andar demostrando "calentura" ante los nietos? El mundo es ancho y ajeno, y está lleno de escenarios para hacer el número de la "la gata sobre el tejado de zinc". Puedo acordar en que hay mujeres ganosas que "además" tienen nietos, pero seguiré repudiando a las que necesitan "mostrar", haciendo una gran ensalada rusa. ¡Como si los chicos no tuvieran ya el mundo entero para confundirlos!

Ojala nos hayamos entendido. Al menos lo intenté. ¡Buenas Pascuas!