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A tres años de la muerte de Maradona un amigo pide justicia: “Lo abandonaron y lo mataron”

Walter Montero, custodio del exfutbolista durante más de 16 años, exige saber qué pasó con el ídolo en el aniversario de su fallecimiento.



A tres años de la muerte de Diego Maradona, Walter Montero, quien fue su custodio durante más de 16 años y forjó una relación de amistad pide justicia. “Para mí está presente todos los días. Yo pude despedirme, pero siempre tengo el deseo de que un día va a sonar el teléfono y va a ser el Pequeño diciendo ‘hola’”, asegura. 

Sin embargo, cualquier maradoniano sintió que a Diego lo robaron. O, al menos, lo dejaron a su suerte. Si hoy no está pegando el grito en el cielo con los pies en el barro es porque no lo dejaron, aunque era muy difícil decirle que no. De hecho, hay ocho imputados que están acusados por homicidio simple con dolo eventual.

walter montero

Montero habló en exclusiva con TN y se metió en la disputa judicial: “Hace daño que no haya novedades de nada. Da mucha bronca y genera impotencia no poder hacer nada. A mí me encantaría estar en la causa porque quiero saber qué pasó con mi amigo”.

El excustodio de Maradona profundizó: “Soy el único que pretende estar porque quiero hablar con todos; quiero hacer preguntas y responder lo que me pregunten a mí. Quiero que todo el país que él tanto amaba sepa por qué se murió. Para mí lo abandonaron y lo mataron, lo dejaron en una desidia total; fue una mala praxis general, no solo en la medicina”. Y remató: “Hay que pedir explicaciones: nos merecemos saber qué pasó. Y que los responsables estén presos”.

Walter, que compartió muchísimas horas con su amigo, incluso en el Mundial 2010, explicó: “No debieron hacerle una operación en la rodilla y otra en la cabeza, no era necesario: sobre todo por el post, porque Diego nunca fue un paciente fácil e iba a tener consecuencias. En el último tiempo, él estaba aislado, era un extraño en su propia casa porque veía caras que no conocía. Lo rodeó mucha gente que quería sacar ventajas”.

Entre tanto dolor, un hilito de esperanza se filtra en la voz de Walter Montero. Tiene un sueño tan imposible como popular, tan suyo como de todos: “Seguimos esperando su llamado, lo extrañamos y lo lloramos todos los días”.

Antes de profundizar en cualquier tema, Walter prefirió hacer una aclaración contundente: “Primero, para la gente que le gusta hablar boludeces: desde que dejó la droga, Diego no consumió nunca más. Cada vez que venía al país, se hacía los estudios de sangre y tengo guardados todos los papeles que lo demuestran”.

Muchos videos exponían al ídolo fuera de sí, como en otro plano: “El tema es que vivía empastillado, obviamente con la receta de un médico: tomaba pastillas para la ansiedad, unas para dormir y otras para despertarse. Entonces se levantaba lento, como cualquiera o un poco más”.

En todos los años compartidos, conoció a muchos Maradona: el jugador del showbol, el conductor de La Noche del 10, el entrenador de la Selección argentina y el hombre dolido por tantos desamores, entre otros. También anduvieron juntos en el barro, con todo lo que eso implica.

“Desde que me convertí en su amigo, siempre lo quise ver bien por él. Pero si vamos a lo económico, por ejemplo, también lo necesitaba entero: si estaba sano y vivo, facturaba y laburábamos todos”, aseguró con total sinceridad.

Siempre se habló del entorno de Maradona como algo con entidad propia, él fue parte de ese círculo íntimo durante una década y media. “En 14 años no entró nadie, pero en el último año sí. Ahí tuve una charla con él, le dije lo que no me gustaba y que debíamos cambiar; me respondió que no quería empezar de cero de vuelta, ya no tenía la voluntad. Ahí me alejé, aunque seguí hablando por teléfono con mi amigo y asesorándolo en cuestiones logísticas”.

Walter también contó cómo era el trato con una persona tan especial: “Le gustaba tomar alcohol y teníamos estrategias... Si éramos cinco, por ejemplo, nos servíamos una copa de champagne cada uno y vaciábamos una botella. Siempre nos servíamos todos, aunque no tomáramos. Cuando Diego se levantaba para ir al baño, tirábamos todas las copas y servíamos de nuevo. Así parecía que nos habíamos bajado diez, pero en realidad habían sido dos o tres. Era una forma de cuidarlo, porque también era difícil decirle que no, pero no era imposible: cuando estaba en una situación límite, sabía escuchar”.

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